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Luis Quesada nuestro: ¿ha partido o ha llegado?

La tristísima noticia nos avisa que Luis Quesada partió a los 98 años de su edad. Realmente, ¿partió? ¿o llegó? De cualquier modo la noticia desconsuela, es insoportable. Esta pérdida no se podrá disimular con nada, con nadie, en Mendoza, en el país, en Latinoamérica.

26/01/2022 17:35
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Escribir, reconocer, cuando ciertos seres se nos mueren generalmente resulta algo tardío, sólo reparador de conciencias distraídas. En el verano de hace 17 años, desde esta columna y desde un largo reportaje en la revista Gente pude, aunque minimamente, llamar la atención sobre Luis Quesada. Airadamente, diría con furia, dispuse de mi espacio para llamar la atención y para pedir que Luis Quesada fuera nombrado ciudadano ilustre por lo menos en tres municipios: el de la ciudad de Mendoza, donde palpitan tantas obras suyas; el de Guaymallén, donde vive y trabaja, y el de San Rafael, donde creció y aprendió a respirar.

    La vehemencia del pedido se basaba en que no puede ser que nos demos el penoso lujo de ignorar lo que significa Luis Quesada como artista, como maestro, como hacedor y rescatador de cultura en Mendoza, en Cuyo, en la Argentina, en Latinoamérica. Hace más de dos décadas escribí sobre Quesada en este espacio. Ahora, ante la partida que tal vez sea llegada, voy a reiterar, una por una, aquellas palabras, habida cuenta que nuestra realidad es también reiterativa en el olvido, en la negligencia, en la indiferencia activa. Dije entonces y repito ahora:

   Mendoza es una provincia desafortunada y afortunada. Desafortunada por sus corcoveos sísmicos, porque llueve poco y zondea mucho. Pero más que por los desarreglos telúricos, Mendoza  es una provincia desafortunada por cierta cantidad de atorrantes, muy encumbrados que ha aportado a la política y/o al barullo patrio. A los atorrantes, a los siempre sonoros mediocres no hace falta ni nombrarlos; no es cuestión de malgastar y distraer líneas en apellidos vacíos.

    Dejo lo infeccioso, paso a lo saludable. Mendoza es muy afortunada porque tiene, además, habitantes esenciales. Estoy pensando en Luis Juan Quesada. Este Quesada lo primero que hizo fue nacer el 23 de junio de 1923. Hizo bien. Egresado de la Academia de Bellas Artes de la UNC, ha sido docente en San Juan, San Luis y en la Escuela de Artes Plásticas de la UNC, en la que también fue director y decano. Se la pasó creando y fundando instituciones destinadas a desatar la actividad artística, por ejemplo, el Museo Universitario de Arte y la Asociación para la Radicación de Artistas y Artesanos de El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia. A él se debe también la fundación de la Facultad de Artes. Quesada, tan naturalmente pionero, ha sido siempre un artista: pintor, grabador, escultor, tapicista, vitralista, orfebre, joyero, diseñador de miniaturas y de plazas y de obras con destino arquitectónico. Sin irse de Mendoza fue siempre más allá: creó y recreó, en inéditas combinaciones, procedimientos tradicionales de creación artística. Voy a enumerar los premios y distinciones obtenidos por Quesada, pero siento qué él me toca el hombro y me detiene: “Estás aburriendo a la gente, cheee...”

    Su discípula Silvia Martínez, describió así a Quesada: “Señor de tamaño grande, robusto, gigante, seguro, bien plantado... Señor apasionado, loco por el arte, convencido y convincente, pensador inteligente, conversador, muy pero muy conversador... (¡Hay que escucharlo a este señor!)... Señor innovador, generador de caminos... Señor amable, bueno, bondadoso que enseña, que trasmite, instruye, educa, evoca, convoca...”

    Siento que Quesada otra vez me toca el hombro: “Rodolfo, te dije que vas a aburrir a la gente, chee...”

    La alumna no exagera. Quesada es un hacedor de caminos. Y no ofende con sus dones a sus semejantes. Siempre buscó tejer puentes para vincular vitalmente al arte con la gente. Atención a esto: trabajó siempre buscando “el goce social del arte”. En el Bermejo, con la radicación de artistas y artesanos, Quesada consiguió plasmar el sueño comunitario del que le hablaba Van Gogh a su hermano Theo. Su sueño de la Plaza de las Artes, de Guaymallén, ¿se habrá desarrollado, con los años habrá renacido? Pueda ser que sí. En tal caso estaríamos ante una de las plazas públicas más singulares del mundo.

    Nuestro Quesada ha conseguido, además, ser el tallo de un racimo luminoso: a su alrededor ha brotado una hermosa familia. No hace tantos años la familia entera expuso los trabajos de tres generaciones: la de Luis, la de sus hijos, la de su nieto. Lo más lindo del Quesada casi centenario, es que viene viviendo amable y sabio y está vivo y sigue conversando y pensando y repensando esta realidad que a veces nos ahoga con su galopante mediocridad, con la frivolidad convertida en religión.

    Quesada ha sido un lujo para Mendoza, y para la Argentina, y para este mundo, tan arrasado. Lo estoy viendo en su casa del Bermejo: estamos cenando con un grupo de amigos, él come manso, casi no habla por un buen rato, hasta que nuestro silencio le da la palabra y entonces sale a relucir su natural erudición, sus reflexiones. Mientras tanto, en plena comida, él con una lima y una sierrita trabaja las formas de una de esas  miniaturas que algún día se convertirán en gigantescas esculturas.

    El Quesada hacedor no se detiene nunca. La lima, la sierrita siempre en sus manos. A la vista está: Mendoza nos provee de mediocres muy mentados, mentados por todo el país. Pero la Mendoza esencial sigue en pie por la existencia de habitantes como Luis Quesada. Yo no uso sombrero, pero ya me saco el sombrero celebrando a este sabio que ahí está, siempre trabajando, soñando, inventando, creando, con el susurro de su infatigable limita, imaginando figuras que vienen desde el fondo de los tiempos para meterse en la alegría del futuro.

    Debo decirlo: desde hace más sesenta años hago esto que podríamos llamar periodismo. En el país y en el exterior he entrevistado a artistas, deportistas, pensadores, científicos campeones mundiales, actores, plásticos, premios Nobel, ídolos de todos los colores y géneros. Luis Quesada es una de las cabezas más deslumbrantes e inteligentes que he conocido. Quesada está entre los sabios más sabios. Discretísimo y cordial y luminoso. Se suele decir que hay humanos y humanas que son necesarios y los hay que son imprescindibles y los hay que son esenciales. Nuestro Quesada viene siendo necesario, imprescindible y esencial.

   Volviendo al principio. Pregunta: ¿cómo hará nuestra Mendoza para cubrir ese agujero de semillas y de luz que queda tras la partida de nuestro Quesada?

    Dicen que “partió”. Quién sabe, quien sabe… Lo seguro es que en paz no descansará, descansará en intensidad. Fue el más sabio de todos, el más antropólogo, el más filósofo y el más generoso como maestro. Luis Quesada ahora mismo está dándole forma a un trozo de madera, con su lima y su sierrita. Busca las entretelas del más remoto pasado y se arroja hacia el prodigioso abismo del futuro. Quesada siempre quiso saber qué había en el mundo antes de la semilla. 

    Por eso la reiteración de nuestra pregunta: este miércoles del enero del año 2022 después de Cristo, el Quesada nuestro; ¿partió o llegó?

* zbraceli@gmail.com   ===    www.rodolfobraceli.com.ar

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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