En Andrés Casciani anida ese germen de la multiculturalidad que le permite ampliar horizontes, romper todo tipo de etiquetamiento y abstraer de lo cotidiano aquella materia prima que se transformará en un hecho estético, una vez que la inteligencia emocional se posicione en el centro de la escena.
Polifacético y creador nato, este artista nacido en Mendoza transita su cuarta década de vida sumergido en mundos que crea y recrea, más allá del que transitamos a diario. Un émulo de un Rey Midas ficticio, donde todo lo que toca lo convierte en arte.
Desde el sábado pasado, en la Cava de Arte de Bodega Santa Julia, se pueden apreciar obras de su autoría que abordan diferentes temáticas y en las cuales sobresale un estilo que presenta una impronta propia, en la cual está alejado de la producción a escala industrial y aferrado a las creaciones de motu proprio que alimentan su vínculo con la expresividad.
En un diálogo con jornadaonline.com, este pintor, dibujante y caricaturista dejó respuestas elaboradas con profundidad y producto de que sus reflexiones siempre se sustentaron en una visión abarcativa y no reduccionista, a la cual podríamos definir como de escala planetaria.
-Si tuvieras que elaborar una biografía personal sintetizada, ¿qué priorizarías al momento de expresarla?
- Diría que estas obras representan una muestra retrospectiva que muestra trabajos de más de diez años y que abarcan obras realizadas desde 2011 hasta 2023. Particularmente, lo focalizo en el terreno de lo pictórico del arte más tradicional, es decir pintura sobre lienzo.
- ¿Obedece a una etapa particular de tu trayectoria artística, quizás?
- Lo que pasa es que laburo en ambos mundos. Uno es el de la ilustración, la caricatura…que uso muchas técnicas digitales, por ejemplo, pero también lo hago en el mundo más tradicional y analógico: el de la pintura, el dibujo y el grabado, también.
- ¿Cómo creés que se vinculan los trabajos que realizás entre sí?
- La estética de ambos tipos de trabajo se interconectan, es decir el tipo de arte plástico que yo hago tiene mucho de pintura, mucho de artes plásticas tradicionales y las artes plásticas tradicionales que yo hago tienen mucho de ilustración.
- Y entonces, ¿qué pasa?
- Que en esta serie, que tenemos en la Bodega Santa Julia, vas a encontrar obras que vienen desde el 2011 hasta el 2015 que se relacionan con temáticas vendimiales: Una serie que se llama “nacimiento”y otra que se llama “fruto luminoso”. Ya acercándonos al 2019 está la serie de “La Orquesta del Titanic”, que ya son más metafóricas de la condición humana, de la nave de los locos…y son figuras metamorfoseadas; por ejemplo, hay un barco compuesto de instrumentos. Y ya llegando más a lo que sería 2023, tenemos la serie de versiones de tapas de discos históricos del rock, que se llama “La Batea”.
- Se advierte, claro está, la fuerza que proyecta tu obra sobre El Quijote.
- Y, es imponente aquél. Una especie de adelanto de lo más actual que estoy trabajando que es la serie sobre el Quijote llamada “El barro y el viento”. La intención es trabajar una temática tan tradicional como lo es la del Quijote pero con un enfoque más contemporáneo de los recursos visuales que manejo yo, conectado con la ilustración digital y otras variantes.
- ¿Qué te genera cuando un espectador, sin ser un especialista, se para frente a una obra tuya y queda absorto observándola con detenimiento?
- De hecho, desde el punto de vista estético, para quien es un visitante ocasional como es mi caso, se trata de una suerte de mezcla de emociones que sensibilizan mucho porque son varios temas que tienen un tronco en común.
- ¿Qué esperás de tus espectadores, de esa gente que viene sin ser especialista en arte? Porque, quizás, puede llegar a estar muy conmovido frente a tus creaciones.
- Eso que me decís es una caricia al alma, porque siempre digo que los trabajos son como si fueran mensajes dentro de una botella que uno larga esperando que llegue a alguien que realmente lo conmueva.
- ¿Qué le agregarías a esa mirada, la cual parece toda una definición de índole personal?
- A lo mejor, que no es estar parado uno al lado del otro viéndose las caras, sino que eso, que es un mensaje no verbal, llegue y a vos te diga algo que, quizás, uno no puede expresar en palabras…pero es algo que uno siente, algo que uno reconoce, que hace decir “esta sensación que no la puedo definir pero la veo ahí plasmada”; eso es lo ideal.
- ¿La encuadrás dentro de algún estilo determinado?
- Muchas veces me refiero al tipo de trabajo que yo hago como relacionado al expresionismo…si bien no es el expresionismo histórico de los años 20, es esa cosa de buscar que te vibren las tripas y que vos reconozcas algo que idealmente no puedas decir porque, justamente, para eso es la imagen. Es, sencillamente, para decir aquello que uno quisiera y que se te queda atragantado.
- ¿Rompés un poco con esos cánones de cómo la industria está focalizada en algo del momento pero buscando fines puramente industriales?
- Claro, hay un cierto carácter tozudo en el trabajo que hago yo que se vincula con una estética que la vinculo con, precisamente, una estética bastante setentera que tiene que ver con la animación y con la edición. En esa época, pensá, por ejemplo, en la revista Humor, Ediciones de la Urraca o la película The Wall, que tenía las animaciones de Scarfe. Considero que mi trabajo se vincula con corrientes estéticas que tienen que ver con eso, pero re abordadas con recursos más actuales y contemporáneos como lo digital, como las redes sociales y todo eso.
- ¿Ir a contramano de la mirada netamente productivista, a lo mejor?
- Quizás, pero me gusta mucho que tenga esa especie de ir un poco a contrapelo de la tendencia general. Si vos te fijás, hay una tendencia de un tipo de imagen como más normalizada, que busca más una conexión internacional pero que no moleste. Como una estética que, creo, el último grito más fuerte que tenemos es el de la estética de la IA, que ha llegado incluso a reemplazar al autor humano en la búsqueda de ese tipo de estética. Esto es todo lo contrario. Es como si vos, en medio de una fiesta electrónica estás trabajando con una guitarra acústica, con recursos muy tradicionales y antiguos, por supuesto sin cerrarse a los recursos que tenés, pero apoyados en esa voz y en esa expresividad lineal.
-La IA mantiene patrones que buscan un efecto programado hasta en el plano estético del arte, pero, afortunadamente, vos parecés romper con ese paradigma.
- Exacto. Siempre han existido esas posturas más materialistas, de moda o meramente funcional. No es algo nuevo, pero está muy exacerbado por los recursos actuales tecnológicos, por los celulares, por la brevedad del tik tok, por la fragmentación de la lectura de todo.
- ¿Y cómo actuás, en consecuencia?
- Esto es como si fuera un antídoto. Es como frenar y reconectarte con la contemplación, reconectarte con el material real, reconectarte con una estética que no busca adaptarse a lo que se supone que tiene que ser, sino que legitima tu autenticidad. Que termina siendo una autenticidad humana y yo creo que, en ese sentido, es una metáfora humana de lo que pasa.
- ¿Por qué y cómo lo explicarías?
- Porque, lo que se ve mucho, es cierto aplastamiento de lo humano en pos de una mecanicidad que generan los algoritmos y todo eso. Lo quieras o no, somos parte de un mecanismo que parece ser imparable, que genera una exigencia extrema y está dejando muy de lado la esencia humana. Entonces, lo artístico, el arte, ver una obra, tomarse ese tiempo, no meramente racionalizarla, sino vivir la experiencia de sentir, creo que es mucho de lo que estamos necesitando. Creo que estamos mucho más que eso para volver a conectar con nuestra humanidad.
- Quizás en los medios de comunicación pase algo parecido y más de una vez se reemplaza el pensamiento crítico por quienes son portavoces de algo o de alguien. Por eso, cuando aparece algo distinto, como el arte, es como que se vuelve a priorizar lo humano como respuesta.
- Y, previo a lo artificial ya existía una artificialidad propia del humano, que tenía que ver con ese planteo de decir “hacelo con una estética que se usa, que no moleste, que no salga de lo normal porque se va a ver rato…” y es todo lo contrario: hay que enfatizar la singularidad de cada uno.
- ¿Cómo lo expresarías?
- Eso lo he aprendido mucho con el lenguaje de la caricatura, que es justamente exaltar todo lo que la sociedad quiere que vos suprimas…todo lo que la persona rechaza de su rostro, vos lo exagerás en la caricatura. Y hay una mala lectura de que la caricatura es solo la caricatura agresiva de la sátira, sino que la caricatura es rescatar ese paisaje único que es cada uno. Y entender que no existe lo feo o lo lindo sino que es un paisaje, una cosa irrepetible que uno aprende a observar. Bueno, la obra constantemente busca eso: no adaptarse a lo que se le imponen sino decir ‘esta es la voz y esta es la propuesta’ y ver de ahí qué te despierta a vos como ser humano.
- Ya, como cierre de esta entrevista, ¿cuál es tu reflexión final?
- En primer lugar, agradezco mucho el espacio y están invitados hasta el fin de la muestra porque experimentar en vivo una obra no es lo mismo que ver una foto. Y eso es muy real. Y tenemos la chance de experimentar, aquí en Mendoza, con un paisaje maravilloso que es el de Maipú, que es el de la bodega, que tampoco vivimos mucho porque tenemos esa idea de hay que ir a otros lugares y por ahí, cerca, uno tiene algo muy lindo que se está perdiendo y que vengan a completar la obra. Porque, en definitiva, la obra no existe si no está la persona a la cual llega. La obra, realmente, se completa con la persona que viene y lo vive con intensidad.
Producción, entrevista y edición periodística: Fabián Galdi