Las recientes desafectaciones por lesiones en los futbolistas argentinos marca a las claras que los procesos mundialistas no pueden esperar decisiones que no sean taxativas y en esto, el entrenador argentino Lionel Scaloni parece sentirse cómodo o -al menos – no sobreactúa desazón o inconformismo. Lo toma como parte del juego. De hecho, el puesto que ocupa obliga a que decidir -aún asumiendo el riesgo de la equivocación- sea una consecuencia natural de los alcances que posee su función.
Es llamativo, también, como este efecto dominó repercute en varias selecciones a la vez. Los calendarios europeos se mantuvieron activos y sin interrupciones, por lo que el desgaste físico/psíquico en el futbolista de alta competencia ha sido contundente. Suelen expresar preparadores físicos y psicólogos vinculados al fútbol que el jugador padece un efecto psicosomático cuando la tensión aumenta y el estrés anula la recomposición emocional. Así, el cuerpo somatiza y las señales negativas se manifiestan – generalmente – en las lesiones de índole muscular: rupturas fibrilares, distensión o desgarro, entre las más comunes.
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Las desvinculaciones de Joaquín Correa y Nicolás González, tal como pudo haber sido la de Paulo Dybala – aunque se recuperó – reflejan que el factor estresante juega mucho más que noventa minutos. De hecho, es llamativo que Cristian Romero – ausente en los juegos recientes del Tottenham – no termine de recuperarse debidamente, por lo que el primer parte médico del club inglés se puede interpretar como sesgado y hasta ocultador por no difundir que el marcador central había sufrido algo más que una distensión muscular.
De ahí que Scaloni no necesitó de una ronda de interconsultas para determinar su posición. En su radar figuraban Ángel Correa y Thiago Almada en un grado de consideración que inclinó la balanza en las horas siguientes al ensayo que terminó con la goleada 5-0 de La Selección al frágil contrincante Emiratos Árabes Unidos. Ambos atacantes, inclusive, habían participado de un partido entre amigos y horas después se encontraron tamaño hallazgo.
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En sendos casos se trata de futbolistas polifuncionales, que ocupan diferentes sectores de la cancha conforme el movimiento colectivo lo determine. Angelito lleva la ventaja de haber participado en distintos momentos del ciclo Scaloni y demostrado que podía ser útil para la presión alta sobre los centrales adversarios, tanto como formando parte del circuito de ataque cuando la ocasión aparecía. En el caso del armador, a quien se le vislumbra más protagonismo en el ciclo albiceleste post Qatar, se trata de actor que puede interpretar diferentes papeles, simbólicamente hablando, con la mira en el recambio generacional para la Copa del Mundo 2026.
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Resta saber si se agranda la nómina de lesionados que pudiesen abandonar este proceso, pero mientras tanto, hay algo seguro: quien no esté en un grado alto de preparación desde el punto de vista físico potenciará la posibilidad de que las piezas de este rompecabezas llamado Selección puedan volver a tener chances de modificación.