Tal como marcan los manuales, un líder por línea es la proporción exacta para darle equilibrio a un equipo preparado para la alta competencia. Un arquero, un marcador central, un mediocampista y un delantero suelen ser los puntos de referencia de lo que, en los 60s/70s, se simbolizaba conforme a la numeración habitual de entonces: el “1259”. La traducción del argot futbolero al lenguaje común implicaba el significado de la columna vertebral en una formación: guardameta (1), primer marcador central (2), volante central (5) y atacante goleador (9).
Más allá de la evolución futbolística en cuanto a sistemas tácticos, lo cierto es que toda formación que vaya en busca de su punto de equilibrio tendrá en cuenta que la referenciación de sus futbolistas clave es la base desde la cual se construirá el resto del equipo en el sentido genuino y abarcativo del término.
En el caso de La Selección, las posiciones citadas numéricamente son ocupadas por: Emiliano Martínez, Cristian Romero/Nicolás Otamendi, Enzo Fernández y Lionel Messi.
En todos los casos, la prestación que cada uno aporta, más la influencia que se genera con los demás componentes del plantel, convierte a los citados en jugadores que se transforman en imprescindibles tanto para el cuerpo técnico como para los restantes integrantes del seleccionado argentino.
“Dibu” configuró su espacio como custodio del arco albiceleste durante su participación en la Copa América 2021, sobre todo a partir de la tan recordable tanda de penales frente a Colombia. El guardavalla del Aston Villa llegó a este Mundial con un runrún a sus espaldas debido a que había pedido asistencia médica en cuatro de los últimos partidos de su equipo en juegos de la Premier League. De hecho, una resistencia no tan eficiente en sendos goles de Arabia Saudita - más que nada el primero - hizo disminuir el margen de confianza acerca de su real condición física.
Sus performances ante México y Polonia, en sendos casos con la valla invicta, repotenciaron su valoración hasta retomar el plano de la seguridad que le ofrece al representativo nacional. Gestos técnicos tales como ir a buscar de arriba con rodilla flexionada y atenazando la pelota, en vez de despejarla con puños o hacia los costados, volvieron a confirmar de que se trata de un golero de elite. Si a esto le sumamos la tapada providencial en el cierre del juego ante los australianos, no hace falta sumar argumentos para sostener la figura del mejor en su puesto desde Ubaldo Fillol.
Con respecto a los referenciales en línea defensiva, tanto Romero como Otamendi cumplen perfectamente su función de cerrarse en defensa con un trabajo uno/dos alternando quién sale a tomar al oponente de punta y quién espera por delante de su propio arquero. Esta labor de sincronización es uno de los máximos aciertos en la gestión Scaloni y el aumento de la seguridad en zona de definición está claramente presente. De hecho, los laterales en defensa asoman como los puntos menos consistentes de La Selección, por lo que el tándem de los marcadores centrales es clave en la protección de la última línea de retaguardia.
En zona media, la saludable aparición de Enzo Fernández obró como un revulsivo para marcar una pauta de consolidación del mediocampo, tanto en la faz defensiva como generadora de posiciones en ofensiva. Tras su muy inmediata adaptación al fútbol europeo, jugando en Benfica para la liga portuguesa y también la Champions League, el exRiver volvió a encontrarse con Julián Álvarez – se conocen desde las inferiores “millonarias” – y el segundo gol contra Polonia fue un testimonio de este vínculo asociativo que tenderá a crecer. Hoy es un futbolista que le rinde en grado sumo al esquema táctico argentino y aporta una matriz de rendimiento que parece haberse ganado un terreno de dimensiones ilimitadas.
Por más reiterativo que suene, el caso Messi supera todo tipo de previsiones. El fenómeno de dimensión planetaria que engloba a esta figura reconocida en todo el mundo ha acarreado que miles de fanáticos – no necesariamente oriundos de la Argentina – hayan agotado los tickets para presenciar partidos del seleccionado argentino y solamente atraídos por la presencia de Lionel.
Con tres tantos marcados en cuatro encuentros disputados, el hoy futbolista de PSG demuestra que, a sus 35 años y medio de edad - aún se halla en un presente futbolístico de alta competitividad. Arma, conduce, orienta, encara, driblea y mantiene la precisión de sus remates de larga, media y corta distancia, siempre en beneficio del equipo. Hay Leo para rato. Quizás, no solo en esta Copa del Mundo sino ¿por qué no soñar con una despedida digna de su trayectoria cuando en 2026 celebre su cumpleaños 39?
Referenciales e indiscutibles, los emblemas de La Selección marcan que la columna vertebral se mantiene tan erguida como la esperanza de llegar al 18 de diciembre con una utopía a punto de transformarse en realidad.