Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
No sólo en el Real Madrid (en tiempos de los alemanes Günter Netzer y Paul Breitner, o los argentinos Enrique Wolff, Oscar “Pinino” Mas y Juan Carlos Touriño) pudo jugar Víctor Legrotaglie, el argentino “de apellido difícil”, sino en el Inter de Milán y también pudo haber integrado el Cosmos de Nueva York junto con Pelé, Franz Beckenbauer, Carlos Alberto o Giorgio Chinaglia, pero tampoco quiso.
Y si pudo haber jugado en el Cosmos fue porque Pelé nunca se olvidaba de los grandes cracks a los que había enfrentado, pese a lo cual, también los disfrutaba en un tiempo en el que en el fútbol, la que corría era la pelota, no los jugadores. Así es como Pelé también se quiso llevar al “Muñeco” Norberto Madurga, pero Alberto J. Armando, el presidente de Boca, se negó, sistemáticamente, así como tampoco permitió que Ángel Clemente Rojas, “Rojitas” pasara al Real Madrid ante la insistencia de Bernabeu cuando Boca bailó a los blancos en un petit torneo en tierras africanas.
La gran diferencia es que en el caso de Legrotaglie, un as del manejo de la pelota, de tirar caños, de meter tiros libres -hizo 66, uno de los más contundentes de la historia del fútbol -uno más que Lionel Messi, cuatro más que Diego Maradona, la misma cantidad que Ronaldinho, seis menos que el máximo anotador, el brasileño Juninho Pernambucano-, fue el propio mendocino el que no quiso nunca irse al exterior, porque se sentía lo suficientemente contenido por su gente, que lo idolatró hasta convertirlo en el jugador más importante de la historia del fútbol mendocino.
Legotaglie es sinónimo de Mendoza y también de Gimnasia y Esgrima, donde jugó gran parte de su carrera y en cuatro etapas distintas, pero también es símbolo del fútbol mendocino en los torneos Nacionales de esos tiempos, de finales de los años Sesenta, cuando Valentín Suárez implementó un torneo corto de los últimos meses de cada año, desde 1967, en el que los equipos no afiliados directamente a la AFA también tuvieran la ocasión de cotejar con los metropolitanos, y así aparecieron esas figuras que en la zona pampeana no se conocían tanto, pero que brillaban en sus equipos, como Legrotaglie, Norberto Eresuma (Mar del Plata), José Omar Reinaldi, Lujis Antonio Ludueña, Alberto Beltrán o Mario Kempes (Córdoba) o Julio Ricardo Villa (Tucumán). Muchos de ellos, luego pasaban a los torneos largos, en los equipos fuertes del Metropolitano, pero a Legrotaglie nunca le interesó.
Lo convencieron para integrar el equipo de Chacarita que ascendió de Primera B a la A en 1959, pero ya no quiso saber nada y regresó a Gimnasia, y si no negociaba por ninguna marquesina porteña o de los grandes europeos, mucho menos el estilo de juego. Legrotaglie fue un claro exponente de un fútbol romántico, creativo, pensante.
“Los pizarrones son para los colegios”, llegó a decirle en una entrevista al entrañable Jorge Sosa. Cual Ricardo Bochini mendocino, ni siquiera usaba calzoncillos por debajo de los pantalones cortos, porque le molestaban, así como el ídolo de Independiente no se peinaba y podía jugar con una media de cada color.
Legrotaglie llegó a ser tapa de la revista “El Gráfico” en tiempos en los que conseguirlo, para un jugador, no era nada fácil porque la competencia era mucha y de la mejor calidad. Mucho más difícil, todavía, lo era sin aparecer en los primeros planos salvo en el trimestre final en los viejos Nacionales.
Para contextualizar: si hay algo que Lionel Messi no pudo conseguir todavía, en su increíble carrera, es marcar un gol olímpico. Legrotaglie tiene doce. Cuando terminó el partido amistoso ante el Santos, el recordado 1 de marzo de 1964, jugando para Godoy Cruz (reforzó el equipo en esta ocasión especial), aún perdiendo 2-3 contra los brasileños, Pelé se le acercó a saludarlo cuando el partido terminó.
Otra fecha recordada por los mendocinos es el 9 de abril de 1975. En aquella ocasión, Legrotaglie integró un equipo de Gimnasia que le ganó 2-1 al Boca de Rogelio Domínguez y en el que jugaban entre otros Marcelo Trobbiani, Osvaldo Potente, Alberto Tarantini, Vicente Pernía y Carlos García Cambón, como parte del pago del pase de Rubén Darío Felman. Aquella vez, compartió equipo nada menos que con el “Trinche” Tomás Carlovich, otro de los grandes jugadores de ese tiempo. El “Maestro” y el “Trinche” no sólo se divirtieron sino que fueron amigos y se siguieron tratando con el paso del tiempo.
El legado de Legrotaglie es mucho más que estadístico. Defendió a capa y espada el buen fútbol y no entendía cómo podía tomarse como un trabajo o una obligación. Para él, era un disfrute. Ojalá muchos quieran imitarlo.