Por Sergio Levinsky, desde Madrid
Costas es un racinguista puro, de esos que no dejan ninguna duda en sus hinchas o en los rivales. Con apenas tres años de edad llegó a ser la mascota de los jugadores de aquel “Equipo de José” que, dirigido por Juan José Pizzuti (otra gloria académica), llegó a ser campeón argentino, de la Copa Libertadores e Intercontinental entre 1966 y 1967, y luego fue jugador del conjunto que ganó la Supercopa, también ante el Cruzeiro, en 1988.
Costas sabía lo que era jugar una final continental con Racing luego de treinta y seis años, porque, además, confiaba mucho en lo que tenía en su plantel, que era bastante como para pensar en las posibilidades de dar la vuelta olímpica. Un equipo que garantiza dos o tres goles por partido, en el fútbol de hoy, ya parte con una enorme ventaja sobre sus adversarios, especialmente si éstos son del nivel sudamericano.
Y así es que apenas habían pasado tres minutos de una final que los hinchas de Racing vivieron como pocas veces en los últimos años, reventando el estadio y con miles fuera de él por no conseguir entrada, cuando llegó el gol del uruguayo Gastón Martirena en una jugada que comenzó en un pelotazo largo del marcador central Agustín García Basso para Maxi Salas por la punta derecha, éste envió un centro hacia atrás para Adrián “Maravilla” Martínez, quien alcanzó a abrir hacia la derecha al lateral, para el derechazo a la red que insólitamente fue anulado por el VAR cuando en tres repeticiones nunca vimos un fuera de juego y tampoco la TV mostró la línea tirada.
Pero Racing en ningún momento bajó los brazos. Todo lo contrario. Leyó bien que su rival no era ningún cuco, apenas algunos buenos jugadores, con una apreciable técnica, dirigidos por un muy buen entrenador como el ex campeón de la Copa Libertadores del año pasado con el Fluminense y a su vez, exentrenador, en un breve lapso, de la selección brasileña, Fernando Diniz. Y La Academia siguió con el libreto que mejor entiende, el de atacar, porque tiene con qué.
Y entonces, trece minutos más tarde volvió a repetir Martirena, con un golazo por el remate sacado desde la banda derecha hacia el segundo palo, al que no pudo llegar el veterano arquero Cassio. Cuatro minutos después, Maxi Salas recibió por la derecha un muy buen pase de Santiago Sosa, envió un centro por abajo y “Maravilla” Martínez, amagando para un lado y yendo para el otro, como muy buen definidor, pudo anticiparse a su marcador para el 2-0, que debió ser, en realidad, 3-0 para los argentinos.
El partido parecía definido, algo con muy poca lógica tomando en cuenta las diferencias económicas y de presupuesto que existen hoy entre los clubes brasileños y los argentinos. Racing, era claro, entre el calor y el demasiado favorable resultado, tenía que comenzar a parar la pelota, enfriarla, y manejar el partido en los pies del que más sabe, el colombiano Juanfer Quintero, o bien a través de Agustín Almendra, pero no lo consiguió porque siguió envuelto en aquella vorágine inicial, mientras Diniz hacía ingresar, siempre en el primer tiempo, al volante Lucas Silva por un inexpresivo Walace.
Parecía que, lentamente, Cruzeiro podía despertarse, pero no fue así. El partido se hizo cortado por algunas faltas y porque el calor obligó a parar para que los jugadores se hidrataran y si el argentino Lucas “Perro” Romero no genera una falta táctica a Sosa, a los 42 minutos, llegaba otro contragolpe con muchísimas posibilidades de gol para Racing, porque Salas -al cabo, la figura de la cancha- se iba solo.
Racing no se podía ir mejor al descanso. Tenía el partido controlado y le quedaba un tiempo en el que podía apelar al contragolpe, con espacios suficientes. Pero cometió el pecado de la mayoría de los equipos sudamericanos. Cedió campo y pelota y así, legó el rápido descuento de Kaio Jorge a los siete minutos, y la sensación de estar en peligro por primera vez.
Costas hizo ingresar a Bruno Zuculini para tener más control en la zona de gestación, aunque quitó a Almendra (creemos que debió salir Quintero, muy inactivo) y más tarde, a Roger Martínez por “Maravilla”, y el colombiano acabó marcando, sobre la hora y de contragolpe, el 3-1 final, que pudo haber sido 5-1 de no haber anulado (mal) el primero y de no haberse perdido otro, un minuto antes del de Roger, Maxi Salas, cuyo remate lamió el poste izquierdo de Cassio.
El muy festejado título de Racing llega en un gran momento para el club, que desde el inicio del siglo XXI cambió el paradigma de derrotas para pasar a ganar títulos de distinto tipo, como el local en aquel recordado 2001 con Reinaldo “Mostaza” Merlo luego de 35 años sin conseguirlo, otro en 2014 y otro en 2019, además de dos definiciones ante Boca, con Fernando Gago de entrenador. Le quedaba el desafío del plano internacional y lo pudo concretar ante el mismo rival con el que había definido las dos copas anteriores, el Cruzeiro, al que venció en la Supercopa de 1988 y perdió en la de 1992.
Ahora, a Racing se le abren las puertas de otras competencias internacionales, como la Recopa Sudamericana ante el equipo brasileño que gane la Copa Libertadores el próximo sábado en el Monumental, y jugará la Copa Libertadores de 2025. Pero eso no es todo, porque es uno de los equipos que todavía puede pelear la actual liga argentina, a cuatro puntos del líder, Vélez.
Racing pudo ser el Real Madrid argentino porque fue, de hecho, el primer equipo criollo que extendió su dominio con siete campeonatos seguidos entre 1913 y 1919, y nueve en total en la etapa amateur y llegó a ser un club muy poderoso, pero que no pudo refirmarlo de la misma forma en el profesionalismo, ganando su primeros tres títulos consecutivos entre 1949 y 1951, aunque luego fue el primer campeón intercontinental argentino al vencer en 1967 al Celtic escocés, cuando John Lennon y Sean Connery manifestaron su afecto por La Academia.
Con una riquísima aportación a las selecciones nacionales, Racing es uno de los clubes más grandes de la Argentina y este título sudamericano completa la serie con los ya obtenidos en el continente como la Copa Libertadores (1967) y la Supercopa (1988).
Por otra parte, este título reivindica al fútbol argentino en un difícil momento económico de muchos clubes en cuanto a la comparación con los brasileños por la debilidad del peso y en muchos casos, las malas administraciones. Racing se impuso en la semifinal al Corinthians de Ramón Díaz y en la final, al Cruzeiro.
Y también queda reivindicado Costas, un hombre de la casa, que no había tenido oportunidades de dirigir en el fútbol argentino, cuando sí tuvo suficiente éxito en el exterior. Sin formar parte del marketing y el tachín tachín de los grandes medios, sin ser un DT de moda, demostró que el abanico de los candidatos a sentarse en los bancos puede ser mucho mayor y que muchas veces el apego y la querencia a un club es mucho más efectivo que los lobbies mediáticos.
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