Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
Esto tiene una explicación: desde hace tiempo que la FIFA viene negociando con países ricos, de los que saca mucha tajada, y no parece importarle en absoluto el tema de los Derechos Humanos. Arabia Saudita no sólo organizará el Mundial de Clubes de diciembre, sino que, tras negociaciones con “Kosmos”, la empresa de Gerard Piqué, también lleva a cabo la Supercopa de España. ¿Por qué ahora, siendo que su continente tiene prioridad, no se va a lanzar al Mundial 2034? ¿Y por qué no China, que se fijó como objetivo para los próximos años organizar un Mundial y hasta ganarlo décadas más tarde, si tendrá a su cargo el Mundial de Clubes de veinticuatro equipos en 2025? ¿Y Australia, que se quedó muy enojada por la extraña votación de 2010 en la que quedó postergada ante Qatar?
¿Qué relación tiene la retirada de la candidatura del “tripartito” para 2030 con el impactante anuncio de la FIFA de otorgarle el Mundial a otro trío, en este caso de España, Portugal y Marruecos, dejando afuera a la Conmebol, a la que le dio un huesito sin carne y hasta le excluyó su cuarto socio, Chile? Mucho más de lo que parece.
No es verdad que la Conmebol no se haya planteado organizar un Mundial completo para 2030. Hubo varias reuniones, comisiones conformadas, subsedes presentadas (de hecho, San Lorenzo lo hizo en las últimas horas) y desde el léxico, se compitió hasta el último segundo, con frases como “el Mundial nació aquí y aquí debe volver un siglo después”.
La táctica de la Conmebol se basaba en conseguir los votos suficientes en el Congreso de 2024 que iba a decidir la sede de 2030, partiendo de la base de que una candidatura europea (en primer término eran España y Portugal, que luego agregaron a Ucrania, la dejaron en el aire y la reemplazaron finalmente por Marruecos) ya partía con ventaja de 55 a 10, por lo que la idea fue negociar con África y con Asia votos para los mundiales siguientes a cambio de conseguir los suyos. Sin esos votos, todos eran conscientes de que el sueño de tener un Mundial iba a ser imposible.
Por eso, cuando España y Portugal sumaron a Marruecos -en sintonía con la cercanía política de sus mandatarios-, en una decisión muy inteligente, la candidatura sudamericana comenzó a resquebrajarse. Los votos africanos irían seguramente allí y ya quedarían los asiáticos, pero al saber que la FIFA daría prioridad a Asia y Oceanía en 2034, ya no había casi nada más que negociar y los porotos no alcanzaban.
Al tomar conocimiento de esto (algunos dicen que fue a partir de la reunión de Infantino con Pedro Sánchez, el presidente de Gobierno en funciones -el rey Felipe VI acaba de darle la posibilidad de organizar su investidura a partir del esperado fracaso de Alberto Núñez Feijóo, de la oposición de derecha- y otros, cuando el titular del organismo del fútbol mundial acudió al casamiento de Ronaldo Nazario, estaba algo alegre y soltó la noticia, que luego propagaron amigos a Alejandro Domínguez), es que la Conmebol decidió entregar las armas y aceptar cualquier dádiva, que vendió como si fuera un éxito rotundo y lo buscado (luego Sergio Massa se sumó al decir que esto era “el resultado del trabajo en equipo”).
Para maquillar aún más la derrota, la Conmebol se inventó la frase, lanzada en redes sociales, acerca de que Uruguay, Argentina y Paraguay, tendrán “tres partidos inaugurales”, cuando, por un lado, eso es imposible (partido inaugural hay uno solo), y por otro, o es así y tal como inmediatamente después dio a conocer la FIFA, se trata, apenas, de tres primeros partidos (uno por grupo) que se jugarán varios días antes que el resto del torneo, para dar tiempo a esos seis equipos a que se adapten al cruce del Océano Atlántico y al cambio de clima. Un auténtico disparate.
También se intentó minimizar la situación de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) chilena, marginada completamente por la FIFA, que buscó un Mundial organizado por un trío, y que tuviera una patita (por no decir un dedo) en otro trío de países. Si bien la Conmebol trató por todos los medios de endilgarle la responsabilidad de la borratina de los trasandinos a la FIFA, lo que es cierto es que por ahora fueron los dirigentes sudamericanos los que le explicaron a Pablo Milad, el titular de la ANFP, a través de un zoom, que la entidad madre del fútbol mundial sólo quería un trío y que éste estaría compuesto por Uruguay (por ser sede del Mundial de 1930), Argentina (por ser campeón del mundo) y Paraguay (por ser país sede de la Conmebol).
Esto lo contó directamente Milad, y hasta dijo que en estos días llamaría a Infantino para conocer mejor las explicaciones. La que se dio a conocer entra en un ridículo importante: que Uruguay lo merezca porque organizó el Mundial de hace cien años, va de suyo. Que Argentina es campeón mundial, es algo actual pero no se sabe si lo será para 2030 porque resta jugarse el Mundial 2026, y que Paraguay merezca ser una de las sedes porque allí se encuentra la Conmebol, significaría que Suiza debería jugar todos los mundiales porque allí está la casa de la FIFA. El argumento no se sostiene y todo indica que es una devolución de favores silencioso por aquella pretensión chilena de desplazar a la selección ecuatoriana y asistir al Mundial de Qatar 2022 por el caso Byron Castillo, el jugador por el que reclamaba, al citar que no había nacido en Ecuador sino en Colombia y que jugaba con pasaporte falso, lo cual fue denegado, pero al acudir a los tribunales deportivos, generó un cimbronazo a poco de comenzar el torneo.
Más allá de los pasos de baile de Domínguez minutos antes de anunciar una fake news, también la FIFA falló con sus intentos grandilocuentes y sus ideas locas, como la de organizar un Mundial cada dos años, por cierto, torpedeada por la Conmebol (junto con la UEFA), o la de permitir que tres selecciones se clasifiquen directamente al Mundial 2030 por un solo partido que organizarán como locales, desequilibrando el torneo clasificatorio con 3,5 plazas para siete equipos (entre ellos, Brasil).
¿No hubiera sido más coherente, por ejemplo, que los tres grupos, en los que participarán Argentina, Uruguay y Paraguay, se jugaran íntegramente en Sudamérica, al menos, asegurándose cada país tres partidos, más otros tres de los restantes equipos? ¿Cuánto cambiaba eso? ¿Qué sentido tiene hacer venir a Sudamérica, por un solo partido, a seis equipos, para seguir luego todo el resto del torneo entre Europa y África?
Pero no termina todo allí. El presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, se muestra ahora confiado en que puede administrar los tiempos e ir logrado, con asados y otro tipo de reuniones, convencer a Infantino para ir cambiando ciertas cosas en base al rosqueo criollo.
Y no es para desdeñar. Tras la carta incendiaria que le hizo escribir a su mano derecha en la AFA, Pablo Toviggino, cuando la selección argentina fue injustamente eliminada de la Copa América 2019 en semifinales ante Brasil, cuando dos claros penales ni siquiera fueron al VAR. Esa misiva iba contra Domínguez, el presidente de la Conmebol, y generó que los titulares de las federaciones del continente le quitaran el apoyo como representante ante la FIFA. Pocos meses más tarde todo se había compuesto.
Lo cierto es que Domínguez, el presidente de la Conmebol que fue capaz de llevar la final de la Copa Libertadores de América a España, desoyendo la historia y la simbología del torneo, ahora bailó y festejó por esta dádiva que “consiguió” para Sudamérica, así como permitió que se disputaran partidos de torneos continentales en plena pandemia (los jugadores de Independiente estuvieron varados en un aeropuerto brasileño, donde durmieron tirados en el piso, o los de Flamengo estuvieron horas esperando para viajar a Ecuador para jugar apenas horas más tarde), ahora “factura” por este “éxito”, mientras espera que el tiempo, y colegas vecinos, ayude a negociar alguna cosita más y luego venderla como un logro sin igual.
La Conmebol utiliza el lema “Pensar en grande”, pero se conformó vendiendo un logro muy pequeño.
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