Por Sergio Levinsky, desde Madrid
Sólo se habían jugado tres partidos de los ocho totales, pero salvo un trabajoso triunfo ante el Leipzig 2-1 en la primera fecha, en el estadio Metropolitano, la sensación era que, jugando de este modo, quedaba poco por hacer y el Atlético sumaría una decepción más en competencias europeas.
Tampoco su andar era demasiado fuerte en la liga española y cada vez había menos excusas posibles. La dirigencia había reforzado más que bien al plantel, con la llegada del exBarcelona como zaguero central, el francés Clément Lenglet, el volante inglés del Chelsea y de la selección de su país, Conor Galagher, y como delanteros, el gigante noruego Alexander Sorloth (de gran campaña en el Villarreal) y, en especial, el campeón del mundo con Argentina y de excelente temporada anterior con el Manchester City, Julián Álvarez.
Diego Simeone, se decía, no podía tener motivos para la queja. Entre la base anterior y los incorporados, dispondría de un plantel de ensueño, que en realidad obedece al crecimiento institucional y económico que tuvo el club, en gran parte, por los éxitos deportivos y su regularidad en los últimos años.
Pero Simeone no está habituado a dar excusas. Generalmente, las ofrece muy poco. Cuando los partidos terminan, suele irse corriendo al vestuario dejando el protagonismo a los jugadores y esta vez, como en malas rachas anteriores, no quiso hablar. Se refugió en el trabajo, en la exigencia a su grupo, y de a poco comenzaron a llegar los resultados.
Si en la cuarta fecha de la Champions sorprendía ganándole en el último minuto al París Saint Germain como visitante, para volver a posicionarse entre los posibles clasificados a los octavos de final, ya no puede decirse que al vencer anoche al Barcelona en Montjuic con otro gol sobre la hora (en este caso de Sorloth, tras un pase desde la derecha de Nahuel Molina, que a su vez recibió otro pase en profundidad de Rodrigo De Paul - autor del primer gol, el del empate-, se pueda relacionarlo con la casualidad.
En dos meses, el Atlético Madrid encadenó doce triunfos consecutivos sumando los tres de Champions, siete de la liga y dos de la Copa del Rey, para quedar bien parado en todos los frentes.
De a poco, Simeone fue recuperando jugadores. El arquero esloveno Jan Oblak, considerado uno de los mejores de Europa hasta la temporada pasada, no atravesaba un buen momento, pero ahora volvió con todo y fue una de las figuras notables en el triunfo por 1-2 ante el Barcelona, tapándoles claras situaciones de gol a Pedri y a Ferrán.
De Paul, muy cuestionado por los hinchas “colchoneros” por algunas ausencias en los primeros entrenamientos y por muchos errores en los pases “por hacer una de más” ahora comienza a recibir aplausos a partir de sus decisivas intervenciones con pases certeros o definiciones importantes.
Ya pocos se atreven a cuestionar la efectividad de Sorloth y Julián Álvarez en el ataque, sumados a la idea de que hay suficiente recambio por tratarse de un plantel rico en estrellas, a las que hay que sumar al francés Antoine Griezmann, uno de los tres mejores jugadores de toda la liga y máximo goleados histórico del club.
Pero lo más importante del Atlético no pasa por su juego que, incluso, suele ser cuestionado por una parte de la afición y la prensa que reniegan del llamado “cholismo”, la búsqueda de la mayor eficacia sin combinarla muchas veces con ambiciones estéticas, como utilizar una línea de cinco defensores ante rivales accesibles y de local o tener un esquema muy estructurado.
Lo más importante del Atlético, desde que Simeone se hizo cargo del equipo a fines de 2011, cuando se encontraba en una gran crisis en los puestos de abajo, dirigido por Gregorio Manzano, y desde el debut del argentino en el banco de suplentes el 7 de enero de 2012 en La Rosaleda ante el Málaga (0-0) es el enorme carácter que les transmite a sus jugadores.
Desde hace tiempo que se sabe que no hay que dar nunca por perdido al Atlético Madrid, y mucho menos antes de la mitad de una temporada. En octubre, muchos creían que “ahora sí”, era el fin de Simeone en este club y que el desgaste con la dirigencia iba a marcar el rumbo de los próximos meses.
Pero no sólo no fue así, sino que hoy, el Atlético es el líder de la liga española, con tres puntos de ventaja sobre el Barcelona del DT alemán Hans-Dieter Flick, que fue la revelación de la primera parte del torneo, hasta que comenzó a desinflarse por lesiones como la de su excelente y muy joven extremo derecho Lamine Yamal. Incluso, los catalanes tienen un partido más y aunque el Real Madrid pudiera vencer mañana en el Santiago Bernabeu al Sevilla y quedar a un punto (y con un partido menos), el 2024 culminará con los rojiblancos en lo más alto de la tabla.
El 3 de enero, cuando los blancos enfrenten al Valencia en Mestalla, se completará el cuadro para que con los mismos partidos, sepamos la relación matemática entre los tres primeros de la liga, pero sin dudas, el Atlético Madrid ya logró meterse como una cuña entre los dos poderosos que en los últimos años, se cortaban solos en la lucha por los títulos.
¿Que no juega lo que podría por el plantel que tiene? Es muy probable. ¿Qué podría jugar mucho mejor y ganar más títulos? Es posible. Pero no hay duda de que Simeone logró establecer su impronta en el Atlético Madrid con un muy interesante palmarés desde enero de 2012: dos ligas, una Copa del Rey, una Supercopa de España, dos Europas Leagues de la UEFA y dos Supercopas de Europa.
Con esos antecedentes y con la victoria de anoche como visitante ante el Barcelona en Montjuic, las casualidades van disminuyendo y va apareciendo, en cambio, una lógica del contragolpe, de la rigidez defensiva, que puede no gustar a muchos, pero que tiene un éxito indudable.
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