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Las diferencias entre River y Boca van más allá del césped

Pasaron exactamente cinco meses. El 21 de abril pasado, Boca no sólo le ganaba a River 3-2 y lo eliminaba de la Copa de la Liga argentina, sino que hasta parecía que llegaba, luego de muchos años, un cambio de ciclo.

Redacción
21/09/2024 23:08
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Por Sergio Levinsky, desde Madrid

 

River, dirigido por Martín Demichelis, no encontraba el rumbo y después de muchos clásicos en los que ganando o no había sido siempre el dominador de las acciones, esta vez había perdido el control de la pelota ante un Boca que, bajo la dirección del joven Diego Martínez, había decidido apostar por el mejor trato del balón, con jugadores más dotados.

Ya en el empate en el Monumental del último Superclásico, Boca había mostrado una actitud distinta y había merodeado el arco de River en demasiadas ocasiones.

Pero cinco meses más tarde, y justo el día del comienzo de la primavera, parece que aparecieron algunos brotes verdes en River, que se reanimó con la llegada de uno de sus máximos ídolos de la modernidad, como el “Muñeco” Marcelo Gallardo como director técnico, y que, tras reforzarse bien, apunta a ganar su quinta Copa Libertadores, más ahora que sabe que definirá de local todas las series y que muy posiblemente la Conmebol le otorgue la sede de la final.

Las realidades de River y Boca, cinco meses exactos después de aquel partido en el estadio mundialista Mario Kempes, de Córdoba, variaron demasiado. River es hoy, otra vez, un equipo sólido con la llegada de Fabricio Bustos como lateral derecho, Germán Pezzella como central y Marcos Acuña como lateral izquierdo, pero en especial, gracias al orden táctico que le dio Gallardo y que, al tener que definir la semana próxima su pase a la semifinal de la Copa Libertadores ante Colo Colo, se dio el lujo de enfrentar a Boca, en la Bombonera, con muchos suplentes. Apenas Paulo Díaz (suspendido para la revancha ante los chilenos por expulsión) y Franco Armani, por su experiencia en el arco, fueron de la partida entre los once habituales con la banda roja.

Para Boca, era una clara ocasión para ganar un clásico y lanzarse por la liga justo cuando cruza su ecuador por la inyección moral que esto le podía brindar, pero hoy este equipo no ofrece ninguna garantía de que podrá estar a la altura de las circunstancias, porque ni siquiera lo respalda su andar institucional, absolutamente a los tumbos, con muy malos mercados en los que desaprovecha el dinero obtenido por ventas que parecen  apuradas y confusas, con un director técnico como Diego Martínez que ya venía caminando por la cornisa por las malas producciones y la eliminación temprana ante Cruzeiro en la Copa Sudamericana, sumada a la derrota pasada ante Racing en el Cilindro por el torneo local.

Finalmente, es claro que Martínez no consiguió revertir estos diecisiete años de Boca de una gran confusión sobre su rol histórico, porque decidió, desde hace muchos años, anteponer la garra, el ímpetu, el choque, el roce, al juego, cuando tradicionalmente estas características fueron un aditamento al juego.

Y si a la carencia de armado de juego (especialmente por el medio del campo, donde ya perdió a Alan Varela y a Equi Fernández y en enero se le irán Cristian Medina y Guillermo Pol Fernández), se le suma los muy malos últimos mercados de pases, en los que, con mucho dinero, no concretó ni una sola operación de valía, cuesta mucho pensar en una salida decorosa para los meses que quedan y todo indica que, si quiere regresar a la Copa Libertadores, deberá apuntar todos sus cañones a la Copa Argentina, o a la tabla general anual, eliminado ya de la Copa Sudamericana y lejos del título en la liga.

Lo cierto es que este Boca con casi todos sus titulares, no sólo cayó derrotado, sino que fue merecido ante un River B, que siempre fue un poco más, aunque en un partido deslucido, trabado, luchado, como casi todos los que tienen a Boca de protagonista. Porque, al menos, River tiene una noción de juego, una lógica, una cantidad de jugadores que intentan, aunque muchas veces no lo consigan, armar jugadas, combinar tocando hasta llegar al arco rival. Boca es puro choque, va a los tumbos, con los ojos cerrados, sin una idea táctica.

Es por eso que era esperable que River se pusiera en ventaja con el gol de Manuel Lanzini, porque fue el único de los dos que, aunque sea, tuvo una leve idea (tampoco es mucho en comparación con otros equipos que tuvo en el pasado) y hasta tuvo la chance, a través del exBoca Facundo Colidio, de establecer una diferencia mayor.

Boca hizo lo que pudo, que fue muy poco. Un remate que terminó con la pelota pegando en la parte superior del travesaño del impetuoso lateral Luis Advíncula, y en la última jugada del partido, el gol de la polémica que, creemos, fue bien anulado por el árbitro Nicolás Ramírez, de buena actuación (aunque debió expulsar a Nicolás Fonseca por una falta alevosa) porque la pelota le dio en la mano al delantero Milton Giménez. Pero muy poco más.

En el segundo tiempo, Martinez no tuvo más remedio que apelar a la realidad y colocar en la cancha al extremo Exequiel Zeballos, al que aún le falta rodaje, pero al menos generó peligro, y debió reemplazar a dos de los veteranos que tienen muchos problemas para completar los noventa minutos, como Edinson Cavani y Marcos Rojo.

Boca tiene demasiadas cosas a corregir, como proyectar un plantel acorde a su historia, lo que hoy queda bastante en duda, acaso se vaya su entrenador y deberá buscar uno que lo vuelva a insertar en el juego para no incurrir en los mismos errores de concepto de la última década y media, pero también debe realizar una introspección acerca del nivel de sus dirigentes y sus capacidades.

River, que en este momento se encuentra claramente por encima de Boca, apunta todo a la Copa Libertadores, y tras ganar con claridad en la Bombonera, más allá de la polémica en el final, se fue de la Bombonera con una sonrisa y con la moral bien alta en la búsqueda del gran objetivo del año.

En cinco meses, las cosas volvieron a cambiar y River se empieza a parecer al que fue en estos años y Boca, a su manera, también. Lo de Córdoba de abril se parece, cada vez más, a una ilusión óptica.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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