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Gallardo, ante una decisión crucial

Se jugaba la última fecha del Torneo Apertura 1990,  River peleaba por el título mano a mano con Newell’s Old Boys y recibía a Vélez, que le terminó ganando 2-1 en el Monumental con una soberbia actuación del arquero Ubaldo Fillol, que además, a los 40 años, le contuvo un penal a Rubén “Polillita” Da Silva y pese a privar de la fiesta a su rival, desde los cuatro costados de un estadio repleto partió una ovación, con los grandes recuerdos que el arquero había dejado de tiempos gloriosos.

27/11/2021 22:48
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Por Sergio Levinsky, desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Fue allí, en ese instante, que el “Pato” se dio cuenta de que era el momento de retirarse. No habría mejor escenario y circunstancia posible.

El mismo estadio Monumental fue actor, y al mismo tiempo testigo, el pasado jueves, por un lado, de la fiesta por la obtención de un merecido título de campeón del torneo por parte de River, con una goleada de 4-0 ante Racing, pero por otro, del momento particular que vive el director técnico Marcelo Gallardo, que a partir de ahora comienza a deshojar la margarita para determinar si se queda para un nuevo ciclo o si termina esta gran etapa para descansar o dar paso a la siguiente, que bien podría iniciarse inmediatamente de aceptar la tentadora oferta de la Asociación uruguaya de Fútbol (AUF) para hacerse cargo de la selección nacional cuando quedan cuatro fechas para finalizar la clasificación sudamericana para el Mundial de Catar 2022.

Gallardo sabe que no es un director técnico más, no sólo por la cantidad de títulos que ganó con River sino que no es nada común que en un país tan exitista como la Argentina, en la que algunos clubes cambian de conductor hasta tres veces en un mismo año, lleve siete años y medio en el cargo y prácticamente la totalidad del mandato presidencial de Rodolfo D’Onofrio (apenas un semestre, el primero desde que asumiera, tuvo a Ramón Díaz sentado en el banco), que, además, también termina su ciclo y no se presentará a la reelección.

 

A punto de cumplir 46 años (el próximo 18 de enero), Gallardo parece presentir, como Fillol hace 31 años, que acaso éste sea el momento ideal para dar el paso hacia un nuevo proyecto, o tal vez necesite descansar y permanecer más tiempo con su familia, pero todo indica que se trata de un ciclo que podría llegar a su fin si, además, River llegara a transferir a dos de sus mayores figuras, el delantero de la selección argentina que resultó el mejor jugador y probable goleador del torneo, Julián Álvarez y el lateral izquierdo Fabrizio Angileri. Y de esta manera, ya sería escaso el remanente del plantel desde los campeonatos anteriores, lo que implicaría rearmar otra vez el equipo, trabajo que ya tuvo durante 2021.

El propio Gallardo admitió, cuando River fue derrotado y eliminado por el Atlético Mineiro en los cuartos de final de la Copa Libertadores, que había sido superado por un equipo que tuvo una inversión muy superior en contrataciones y el mayor símbolo fue el volante Ignacio “Nacho” Fernández, que pasó de las filas millonarias a las de su ocasional rival brasileño.

Con la sideral distancia que hoy existe entre los equipos brasileños y el resto de los sudamericanos (basta con observar los títulos de Copa Libertadores y Sudamericana y sus finalistas de 2021 para entenderlo), y la posibilidad de tener que volver a empezar, sino de cero, al menos desde varios escalones abajo, con una dirigencia renovada y con su contrato finalizando en diciembre, no es casualidad que Gallardo haya manifestado que tiene derecho a replantear su futuro, aunque en cada partido escuche desde la hinchada el grito pidiendo que se quede.

No es una decisión sencilla la que debe tomar y mucho de la decisión dependerá de su energía y de su motivación. Si es por el desgaste físico y anímico de todos estos años, lo más coherente parece apuntar al camino del descanso o unos meses sabáticos. Si en cambio aparece la tentación de dirigir un seleccionado con historia y en un Mundial, entonces las chances de ponerse inmediatamente al frente de la selección uruguaya pueden ir en aumento.

Dirigir a la selección celeste tiene muchas ventajas. La cercanía de Buenos Aires, a menos de media hora de avión, pisar tierra conocida porque Gallardo ya fue campeón como jugador y como director técnico de Nacional de Montevideo, por el respaldo institucional que tendría, sumado a que la oferta económica es muy buena (se habla de hasta treinta millones de dólares por cinco años hasta el Mundial 2026) y por otro lado, hacerse cargo de un equipo que si bien viene de un mal momento, sin puntos en los últimos cuatro partidos de clasificación sudamericana al Mundial 2022, sigue estando a apenas una unidad del cuarto clasificado (Colombia) y del quinto, que hasta ahora juega el repechaje (Perú).

Buena parte del trabajo de Gallardo, entonces, para las cuatro fechas que quedan, y acaso un quinto partido de repechaje, pasaría más, en una primera etapa, por lo psicológico, por el convencimiento de que se puede conseguir el pasaje a Catar y que hay elementos en el plantel para luchar por ese objetivo.

Pero también puede ocurrir que Gallardo crea- y tiene una base real- que es el momento para dar el salto al fútbol europeo. No sólo se trata de alguien conocido en el fútbol francés (luego de haber jugado con éxito en el Mónaco y en el PSG) sino que ya estuvo en la mira del Fútbol Club Barcelona y otras entidades de primer nivel.

De cualquier modo, siempre está la chance de seguir en River por otro ciclo. Pocos directores técnicos lograron esta unanimidad entre los hinchas y es claro que el club es como su casa.

Tome entonces la decisión que tome, la de Gallardo será crucial para su carrera como entrenador en los próximos años, y el mundo del fútbol la espera con ansiedad, más allá de lo que él crea que necesite de tiempo para meditarlo.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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