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En tres meses se define el nuevo orden del fútbol mundial

De una manera o de la otra, pero desde marzo, el fútbol ya no será igual a lo que vivimos. Se prepara un nuevo orden. El fútbol sudamericano aparece como el tercero en discordia entre dos potencias, y aunque por el momento es apenas testigo de lo que ocurre, estará en manos de sus dirigentes saber ir en la dirección correcta.

25/12/2021 22:43
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Por Sergio Levinsky, desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Lo cierto es que desde hace años que, de una u otra forma, la Unión Europea de Fútbol (La UEFA) y la FIFA están peleando por el poder mundial y cada una tira para donde más le conviene. La UEFA representa la fuerza del dinero, de ser hoy la Meca del fútbol mundial por el dominio que viene ejerciendo a través de las enormes diferencias económicas con el resto del planeta sumado a la tradición de sus clubes poderosos, que atraen a los mejores jugadores de todos los continentes.

Hoy, sin pasar por el fútbol europeo, una estrella no se consolida como tal. Atrás quedaron los tiempos en los que los futbolistas surgidos de equipos pequeños soñaban jugar en un grande, en ser la tapa de la revista más importante. Hoy, los más grandes clubes sudamericanos son apenas un trampolín para llegar a Europa, incluso sin importar si eso implica pasar de un grande sudamericano a uno pequeño del Viejo Continente, que puede pagar mucho más dinero y que puede representar un salto definitivo hacia la élite.

Hoy incluso ya casi no vale destacarse en una liga sudamericana para llegar a tener constancia en una selección nacional y son excepciones los que lo consiguen y por lo general acaban, con esa vidriera, en el fútbol europeo.

Es en este contexto, el de los poderosos, los que pagan salarios extraordinarios, el de los clubes que administran fortunas pero que quieren a sus jugadores cada vez menos enfocados en otras cuestiones, que las selecciones nacionales molestan porque alteran sus calendarios, porque hacen viajar a sus jugadores muchas veces muy lejos en el mapa y ni hablar si se llegan a lesionar, lo que la prensa europea llama “Virus FIFA”, que hace que regresen cansados o lesionados y entonces no están posibilitados de ser incluidos en sus equipos tal vez en partidos importantes. No sólo ocurre con los sudamericanos. Ahora en enero, las competencias de liga y copa en Europa se verán en problemas porque muchos de sus jugadores emigrarán a la Copa África.

Ni siquiera alcanza el calendario que en su momento elaboró el ex talentoso jugador y más tarde dirigente de FIFA y UEFA, Michel Platini, para que no se superpusieran partidos de selecciones con clubes, porque éstos se enojan porque sus jugadores vuelven en malas condiciones y eso dio lugar a planteles cada vez más numerosos.

Entonces ahora la UEFA dio la estocada final. Se fue acercando cada vez más a la Conmebol hasta generar una oficina de trabajo común, que será presentada a mediados de año en Londres en ocasión del partido por la nueva Copa Euroamericana de selecciones entre Italia (campeona de Europa) y Argentina (Campeona de América) en Wembley.

La idea de la UEFA fue invitar a las diez selecciones de la Conmebol a participar en la Liga de las Naciones, un torneo joven con ascensos y descensos, que colocaría a algunos de los representativos de este lado del océano en los grupos de élite y a los otros, en la segunda categoría, por lo que cada año podríamos tener partidos de Argentina ante Italia, Inglaterra, Francia, Alemania y España, aunque todo indica que siempre en territorio europeo.

¿Es tan altruista, entonces la UEFA? Por supuesto que no. Lo que consigue de esta manera es que los clubes poderosos tengan controlados a sus principales jugadores de los dos continentes con más historia y que más aportan a sus ligas, que viajarían lo menos posible fuera de los límites y sólo para eliminatorias (que buscarían reducir) y se acabaría en gran medida el “Virus FIFA”, además de los cada vez más grandes negocios de venta de publicidad o derechos de transmisión, algo así como el sueño de “una Eurocopa con Brasil y Argentina”, casi equivalente a un mini-Mundial.

La FIFA, enterada de este proyecto, acaba de contraatacar con la idea de su presidente, el ítalo-suizo Gianni Infantino, de un Mundial cada dos años, que, según revela, cuenta con el apoyo de casi un setenta por ciento de los entrevistados entre los que, pícaramente, aparecen muy pocos sudamericanos y europeos y sí, en cambio, más asiáticos o africanos, pertenecientes a países con menos chances de clasificarse o ganar un Mundial y que de jugarse con más frecuencia, aumentarían sus chances.

Claro que un Mundial cada dos años reduciría la expectativa, probablemente genere en poco tiempo saturación y la FIFA deberá explicar bien cómo coordinará un calendario en el que se incluyan las eliminatorias con tantos partidos para menos de dos años, qué rol tendrá un campeón del mundo que en pocos meses dejaría de serlo para ser reemplazado por otro, tan efímero como el anterior, y cómo compatibilizar todo eso con el nuevo torneo anual europeo-sudamericano.

Y por si esto fuera poco, la FIFA debería encontrar un sistema por el que los jugadores no fueran súper explotados, cada vez con menos descanso, y qué pasará cada cuatro años, cuando el Mundial coincida con la Copa América, la Eurocopa o aún peor, con un mega evento como los Juegos Olímpicos.

No parece posible que puedan convivir los proyectos de la UEFA o de la FIFA, que amenaza votar en marzo, en la próxima reunión, el Mundial cada dos años y cuenta con amplia mayoría, aunque podría tratarse de una victoria pírrica si se tiene en cuenta que Sudamérica y Europa, los dos continentes más pesados, levantarán la mano en contra. ¿Y si se llegan a retirar ante un resultado adverso?

Antes de esta votación, el escenario ofrece una muy posible reunión entre Infantino y el esloveno Aleksánder Ceferin, titular de la UEFA, donde el primero pretende convencer al segundo de las bondades de su idea, pergeñada a través del entrenador francés Arsene Wemger. ¡Podrá?

La Conmebol se juega mucho en estos meses, aunque sea un actor de reparto, porque no es cualquier actor sino el más importante de los menos importantes. Su función parece ser la del tercero en discordia de un parlamento pero cuando las dos primeras fuerzas son tan equilibradas que no parecen poder sacarse ventaja.

Cuando eso ocurre, la tercera fuerza pasa a ser decisiva porque sus votos son los que determinan para qué lado va la decisión. Si los dirigentes de la Conmebol fueran inteligentes y supieran leer esto, buen partido, acaso, podrían sacar de este conflicto que alterará el orden del fútbol.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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