La Conmebol, apurada, decidió, con el voto de federaciones nacionales amigas y alguna que otra temerosa, que la Copa Libertadores de América regresara este martes luego de meses de suspensión por la pandemia, sin importarle demasiado el caos en el que está inmerso no sólo el fútbol, sino el continente sudamericano todo a partir del colapso sanitario que está viviendo.
De hecho, la votación para la vuelta de la Copa Libertadores terminó 7-1. Hubo dos federaciones que no votaron, la boliviana (su presidente, César Salinas, falleció de coronavirus el 19 de julio) y la venezolana, en un conflicto político-institucional que terminó en la salida del cargo del titular, Jesús Berardinelli, y su muerte el 6 de agosto. De las ocho restantes, la única que votó en contra de la fecha establecida fue la AFA, que de este modo quedó como el único obstáculo en la rueda del negocio de la TV, cuando otras asociaciones del continente coincidían con la entidad que preside Claudio “Chiqui” Tapia, pero no se animan a bajar el brazo a la hora de emitir su parecer, por razones diplomáticas (el presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, sabe bien de quiénes se trata, más allá de la formalidad).
Pero no se crean que la causa del voto negativo de la AFA obedece exclusivamente a cuestiones éticas, sino que por distintos motivos, hubo una convergencia con los intereses del gobierno nacional de Alberto Fernández, y es que al suspenderse en marzo la Copa de la Superliga al terminar la primera fecha, más rápido que nunca se decidieron los clasificados para la Copa Libertadores 2021, facilitado porque Boca fue campeón de la Superliga, y River y Racing se encontraban entre los tres primeros, y el cuarto fue Argentinos Juniors, el club del Presidente.
En otras palabras, todo estaba a pedir del establishment, desde la política hasta que los poderosos entraban a las competencias internacionales, y sumado a todo ello, Vélez y San Lorenzo (por ahora en la Copa Sudamericana 2021) quedaban a la espera de que no se vuelva a jugar en 2020 ni la Copa de la Superliga -ahora con otro nombre al disolverse la Superliga, cambiada a Liga de Fútbol profesional- ni la Copa Argentina, porque en ese caso también irían a la Copa Libertadores 2021, completando el excelente cuadro al que sólo le faltaría Independiente para que fuera perfecto.
Además, en el caso de que Vélez y San Lorenzo fueran a la Copa Libertadores, más equipos se incorporarían a la Copa Sudamericana y por si eso fuera poco, se suspendieron los descensos hasta 2022, por lo que no sólo respiraron una decena de equipos sino que esto permitió que el 30 de junio pasado, al cerrar la temporada, los clubes se desprendieran entonces de casi mil jugadores, dejándolos libres (y ahorrándose importantes fondos) al no tener sobre ellos la espada de Damocles.
Con todo este panorama, y cobrando de la TV durante medio año de pandemia sin que se jugara, a nadie le interesaba regresar a la actividad hasta 2021 y sin embargo, esta votación en la Conmebol a favor de la vuelta de la Copa Libertadores sólo le trajo problemas a la AFA y a los clubes, que se vieron obligados a regresar a los entrenamientos contra natura y con crecientes casos de coronavirus y lejos de que el problema en el país se haya terminado. Tapia tuvo que reunirse con el presidente Fernández y con el ministro de Salud, Ginés González García, para ver cómo solucionaban este entuerto, los primeros por su poco interés en volver al tener todo acomodado, y los segundos por oponerse desde una lógica ética sanitaria.
La AFA y el gobierno argentino retacearon hasta donde pudieron (al igual que la Asociación Uruguaya) a una Conmebol desquiciada que quería que se jugara de cualquier manera y pese al desastre de la región y países con fronteras cerradas y máximas exigencias para ingresar, pero la entidad sudamericana, dispuesta a jugarse el todo por el todo por la presión de las empresas que tienen los derechos de TV, fue buscando acuerdos con los funcionarios de los diez países para que aceptaran una especie de corredor sanitario de 72 horas alrededor de los partidos, para que facilitaran ingresos especiales con protocolos determinados, pero había que jugar.
La decisión de la Conmebol no logra entenderse bajo ningún punto de vista. Si es por la TV, la postergación del torneo no significa suspensión definitiva, sino apenas un lapso en el que se espera que cambien las condiciones sanitarias y al menos baje la tasa de contagiosidad a menos de uno, como aconsejan los epidemiólogos. Las empresas no pierden los derechos sino que los conservan y esos mismos partidos que iban a transmitir los mantendrán de la misma forma más adelante. ¿Por qué, entonces, el apuro en el regreso?
Mucho peor es la situación de obligar a viajar a todos los equipos por los diez países con clubes participantes. Al momento de escribirse este artículo, Sudamérica totalizaba 7.010.312 contagiados, un cuarto del total del planeta (28.584.459), y 220.032 fallecidos (un 24 por ciento del mundo, con 917.183), y en algunos casos, con situaciones muy graves (Brasil cuenta con 4.282.164 infectados y 130.396 fallecidos; Perú, 716.670 y 30.470; Colombia, 702.088 y 22.518; Argentina, 535.705 y 11.206; y Chile, 432.666 y 11.895, entre ellos).
Además, equipos de seis de los diez países participantes han tenido, al menos, casos de coronavirus. Hubo 3 casos en el Flamengo entre el 30 de abril y el 3 de mayo, 5 casos en el Inter de Porto Alegre el pasado 22 de julio, 7 en el Bolívar el 31 de julio, 2 en Liga de Quito, 6 en el Binacional de Perú, 18 en Boca en agosto, 2 en River entre agosto y septiembre, y ahora 1 en Libertad de Paraguay. Nadie garantiza que no haya más casos y que haya impedimentos burocráticos a la hora de que alguna delegación no pueda llegar a destino por los controles y los protocolos. De hecho, el argentino Martín Brignani, director técnico de Estudiantes de Mérida, no sabe si podrá llegar a estar presente ante Racing porque se encontraba varado en Mar del Plata y ya sopesaba la chance de manejar a su equipo vía teléfono o internet…
Si no se comprende la prisa de la Conmebol por el retorno del fútbol en este contexto, menos aún, que haga viajar a las delegaciones. Si la entidad sudamericana expuso siempre el caso de cómo la UEFA resolvió las pasadas Champions League y Europa League, hay que recordar que por un lado estos torneos regresaron a jugarse cuando ya la pandemia se encontraba en Europa con la curva de casos en descenso, y además, quedaban por dilucidarse cuatro de los ocho partidos de revancha de los octavos de final en adelante, y se resolvió que a partir de ese momento, todo se jugara a partido eliminatorio y en sede única (Lisboa para la Champions y Colonia para la E-League) y de esta manera, todos permanecían en el mismo lugar y se volvían a casa cuando se terminaba la competencia.
Tal vez una solución para la Copa Libertadores pudo haber sido jugar todo en ciudades paraguayas y uruguayas, de los países sudamericanos con menos casos y en los que la situación parece más controlada, pero de ninguna manera viajando de un país a otro y en medio del desastre, y sólo para compensar ya mismo a los intereses de la TV.
Sorprende mucho que en este absurdo recorrido por la Conmebol para la vuelta al fútbol de la manera que fuese, no encontrara resistencias finales de ningún gobierno, pero también que ningún sindicato de futbolistas alzara la voz en contra de tener que jugar en estas condiciones y arriesgar la vida de los futbolistas. Apenas se oyó la voz de Fernando Signorini, el ex preparador físico de Diego Maradona y de la selección argentina en el Mundial de Italia 1990, cuando sostuvo que “Yo no jugaría la Copa Libertadores. Jugar es no respetar la historia. Los jugadores tienen que decir “basta” de una vez por todas. No pueden permanecer como ovejas en un rebaño.
El poder no los puede llevar a donde quiere. Si dicen “basta” se acaba toda esta irrespetuosidad con ellos y con el fútbol”. ¿Habrá lugar para alguna otra respuesta digna en estas pocas horas que quedan?
Sería interesante saber si los dirigentes de la Conmebol estarían dispuestos a firmar un documento en el que aceptan que se hacen cargo de cualquier situación grave que ocurra con algún jugador durante estas competencias internacionales, ya que están tan impacientes por volver a jugar con todas las condiciones en contra. Tal vez, como nos dice el presidente de un importante club rioplatense, se terminen estrellando contra la propia realidad de la región.