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Mercedes Sosa está cumpliendo 89 años de su edad. Porque la Negra no se fue / la Negra no se va

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Mercedes Sosa está cumpliendo 89 años de su edad. Porque la Negra no se fue / la Negra no se va

Nuestra Negra mayor, Mercedes Sosa, desde hace unos días tiene 89  años de su edad sobre la espalda de la madre tierra. Porque así lo dicen a coro las tribunas futboleras: La Negra no se fue / la Negra no se va. En estos tiempos arduos porque grotescos, porque desalmados, Mercedes Sosa es una compañía luminosa y sanadora.

13/07/2024 22:59
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

 

   Uno de los últimos tributos colectivos que demuestran la dimensión de la Negra es, por ejemplo, el disco Mercedes florecida. Contiene en vinilo y en CD un racimo de una treintena de cantores de las más diversas edades y de todos los cardinales. Lo publicó  el sello Sony y lo produjeron Gustavo “Popi” Spatocco y  Sebastián Henríquez. Todos entretejidos por canciones inéditas, guardadas, de Mercedes, a las que se añaden las voces familiares de su hijo, Fabián Matus  y  Araceli y Agustín Matus, sus nietos. Esto sí que es un racimo; en el racimo emergen entre otros las voces de Liliana Herrero, León Gieco, Teresa Parodi, Víctor Heredia, Bruja Salguero, José Luis Aguirrre, Peteco Carabajal, Ricardo Mollo, Marta Gómez, Manu Sija, Bruno Arias y Abel Pintos. La celebración de su cumpleaños reanuda esas voces tan actuales.

   Si me permiten la autorreferencia, voy a decir que la vida me regaló el privilegio de la amistad con Mercedes Sosa. Con los años esa amistad se tradujo en la única biografía que fue escrita y publicada con ella presente: Mercedes Sosa, la Negra (editada por Sudamericana, en 2003). Los 9 de Julio compartimos numerosos cumpleaños de la Negra, y justamente esas fechas estaban atravesadas por el entrañable aroma de las empanadas y el locro familiar. A esas empanadas y a ese locro, se refería Mercedes cuando en sus años de exilio comentaba su insoportable extrañadura.

   En está página de su vida surge un personaje de sabiduría no debida a los libros ni a las universidades, la mamá de la eterna Negra. Voy a retomar algunos momentos vividos que extraigo de su vida.

   “Siempre sucede; cuando Mercedes Sosa canta, exhaustos de adjetivos, exclamamos: ‘¡Qué la parió la Negra` Y con eso estamos invocando a quién la parió. La madr e que parió a semejante voz se llamaba Ema del Carmen Sosa. Era la gran protagonista en aquellos 9 de Julio inolvidables.

     Así es: estamos de celebración porque nuestra Negra Mayor nació el 9 de julio de 1935. Para siempre nació. Voy a hablar con la autora de la sangre de Mercedes. Fue una prodigiosa mujer, sin escuela. En la biografía que escribí sobre la Negra, a doña Ema (ella entonces tenía 88 años) le dediqué un capítulo entero. Voy a recuperar párrafos de aquel encuentro. En el aire ya flameaba un lento locro y las empanadas tucumanas inventadas por sus manos. Escuchémosla:

– “Yo sé de cocina, pero hay platos modernos que no sé hacer. Los hacen muy rápido. Claro, las pobres mujeres de hoy trabajando afuera no ven la hora de volver para estar con sus hijos. Antes, yo a los chicos los mandaba al colegio, hacía las cosas de la casa, y mientras tanto iba haciendo el puchero. Empezaba a las nueve y media, a las doce y media estaba listo. ¡Y qué puchero salía! Todo era tan lindo aun en la pobreza. Ya uno se sentía feliz al poner la mesa…

–Dígame, doña Ema: ¿Por qué a Mercedes usted le dice Marta?

–Ella fue anotada Haydé Mercedes, yo quería ponerle Marta. Y en casa así la sigo llamando. Sabe, yo quería ponerle también Julia Argentina, porque nació el 9 de Julio. Pero bueno, no todo sale como uno lo pide. Lo grato es que mi Marta nació bien sanita. Lo recuerdo patente: eran las tres menos cuarto de la mañana. La tuve en el hospital porque me habían dicho que venía muy grande. Gorda y tan linda…

–¿Muy rebelde Mercedes de chica?

–Nooo, por favor. Eso sí, no era muy estudiosa que digamos. Andaba mejor en gimnasia, canto y música. A los seis años se envolvía con el mosquitero y se hacía la bailarina española. Más le digo: la Marta, si no hubiera sido cantora hubiera sido pintora. Hacía dibujos hermosos, mano de artista tenía. Y yo no quería que cante. No, eso no.

–Usted no quería, pero...

–Mire, cuando Mercedes tenía doce años ¿doce o catorce?... se presentó a un concurso en la LV12. Después vino mi marido y me dijo que había un concurso por la radio, y que había una chica con muy buena voz… “ya va a empezar, pongamos la radio”. Y la presentan y canta “Estoy triste”, de Margarita Palacios. Yo hablo para disimular, mi marido me comenta: “Decime, ¿ésa no es la nena?”. Resulta que ganó ella. Y a los tres días viene el director de la radio y me enojo mucho y ella me dice asustada: “Lo hice por jugar… la profesora de música me dijo que me presente.” Lo dicho:  A mí eso de cantar no me gustaba nada nada nada.

–¿Nada?

–Nada. Porque había que hacerlo afuera de la casa.

–Doña Ema, confiese, ¿ni un poco le gustaba?

–No no no. Porque siendo una artista yo la pierdo a mi hija. Si se hace cantora, ¿cada cuánto la voy a ver?

–Un poquito egoísta usted.

–Algo sí, le acepto.

–El caso, doña Ema, es que su Marta, Mercedes Sosa, triunfó mundialmente, y es adorada.

–Lo que usted quiera. Pero sufre.

–Hoy, ¿volvería a no querer que cante Mercedes?

–Sí. Porque es mucho sufrimiento el que ha tenido mi hija.

–¿Usted cambiaría todo lo que es Mercedes en el mundo por una vida de ella en una casa?

–El dinero tiene valor. Pero lo moral tiene más. Le repito: la Marta es buena hija y hermana, pero yo veo que sufre mucho. Dígame usted: ¿Qué son los aplausos? Duran lo que duran... Sé que muchos la quieren, pero yo la quiero más que todos. No me gusta la frivolidad, la fantasía. Los aplausos quedan para el público, pero yo como madre sólo quiero que la Marta no sufra. Y ella sufre cuando se va; cuando está lejos mucho sufre.

–¿Y qué pasa con usted cuando la escucha cantar?

–Lloro. Pero tengo remedio para mi sufrimiento y el de ella: le hago de comer.

–Cuénteme, doña Emma: ¿Cuál es el secreto de ese locro que vamos a comer para celebrar vida?

–Si al locro usted no le regala paciencia, que nadie se ponga a hacer el locro.

–La Negra me contó que cuando volvió a comer sus empanadas le volvieron las ganas de vivir. Se estaba dejando morir.

–¿Vio lo que le dije? La Marta estuvo muy mal. A mí no me dejaron verla por mucho tiempo, hasta que la vi en lo de la señora Mirta Legrand... Ayyy, qué terrible eso, tuvieron que llamar un médico para mí. Fíjese si se me muere la Marta.

–Difícil ser madre.

–Difícil. A una madre verdadera no le importan las vanidades del mundo.

–¿Ser madre es sólo sufrimiento o trae algo de felicidad?

–Todo junto… A mis hijos les enseñé que cuando vean a alguien que cometió robo no digan ése es un ladrón. No. Digan: Pobre hombre que tiene que sufrir tantas cosas. Matar no es necesario para vivir. Robar, a veces sí. Si una madre ve que su hijo necesita un pan, entonces roba para darle a ese hijo. Y lo hace en la ley. La ley de ser madre… Hemos hablado suficiente ya ¿no? Vamos a comer locro y empanadas con la Marta. Ella come poco últimamente, eso me preocupa.

–Pero antes dígame: doña Ema, ¿seguro que aún hoy sigue sin querer que su Marta cante?

–Lo que le dije. Si ella no anduviera cantando por el mundo no sufriría tanto. ¿Qué importa que cante tan lindo y que la gente la aplauda? ¿Qué madre puede querer que su hijo sufra? La Marta sufre. Y he notado que come poco.

Posdata I   Este año, cuando cumplió sus 89, Mercedes Sosa estuvo aquí, respirando de otra manera. Mercedes florecida. Sí, no hay caso, las tribunas tienen tanta razón cuando cantan: La Negra no se fue / la Negra no se va. ¡Qué se va a ir! Si está latiendo en la memoria del aire. Y a sus canciones el viento no las lleva, el viento las retorna. Por eso el viento en este mes de julio mordido por el hambre de millones, tiene sabor a patria.

Posdata II   Reflexión de doña Ema, para no olvidar: los ídolos también tienen madre. Para las madres de los ídolos, ellos no son ídolos, son sus hijos.

Esas madres están mucho más allá del aplauso, porque están mucho más acá. Saben que al aplauso tarde o temprano se lo lleva el viento. Ya se lo llevó.

Pero la madre estaba antes que el viento. Y estará después. Y no hay caso con ella: doña Ema está alerta y muy preocupada: ha notado que su Marta sufre y come poco.

 

* zbraceli@gmail.com    ///   www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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