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Lo han conseguido las parteras de la memoria, las Abuelas de las Plazas: 133 es igual a 40

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Lo han conseguido las parteras de la memoria, las Abuelas de las Plazas: 133 es igual a 40

Vamos a contradecir a la bendita matemática. De pronto resulta que 133 es igual a 40. O, si preferimos, de pronto 40 es igual a 133. No estamos jodiendo ni apelando al siempre dudoso ingenio. Las Abuelas vivas anunciaron la recuperación del Nieto número 133. Nada menos. 133 seres que han recuperado su identidad en estos casi 40años de democracia.

30/07/2023 20:00
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

133 ¡bello número! conseguido a pulso, por ellas, las infinitas ellas. Reanudo conceptos que habitan los 20 años de esta columna. Nada las puede detener. Nada, nadie, nunca. Ni la muerte. Cuando celebramos los 45 años de la fundación de las Madres Abuelas de Plaza de Mayo, lo dijimos:

Se trata del hijo de Cristina Navajas y de JulioSantucho, que viene a ser el nieto de Nélida Navajas, una de las madres más activas. En la conferencia de prensa Miguel “Tano” Santucho, uno de sus hermanos declaró que “lo esperó tanto es te momento que no lo puedo creer”. Tenía una remera blanca y en la mirada estaba la hondísima alegría de una búsqueda que se prolongó durante 47 años muy lentos.. En el camino de la búsqueda quedó, entre otros y otras, la abuela Náida Navajas, que falleció en el 2012. Cristina Navajas –la madre del 133– nació en 1949 en la ciudad de Buenos Aires. Transitaba sus 26 años cuando fue secuestrada. Era maestra, cursaba sociología en la (UCA), Universidad Católica Argentina.

Fue en esa universidad que “se conoció con Julio Santucho, séptimo hijo de una familia de diez hermanos y cuyo miembro más reconocido fue Mario Roberto Santucho, un dirigente clave del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Julio se encontraba en Italia y allí se enteró del secuestro de Cristina pero aún no de su embarazo. Se supo que ella esperaba un nuevo hijo poco tiempo después, cuando su madre Nélida encontró una carta que ella había preparado para Julio comentándole de un retraso y sus sospechas de estar embarazada. Cristina fue secuestrada y trasladada a Coordinación Federal; poco después  fue al centro de detención Automotores Orletti. Allí fue torturada junto con sus compañeras. Acto seguido fue llevada a Protobanco y estuvo allí hasta diciembre de 1976. En pleno cautiverio Cristina se identificó y manifestó su voluntad de alumbrar a su hijo: “Soy Cristina Navajas, militante del PRT y estoy embarazada” –les señaló.

   Al tiempo fue llevada al Pozo de Banfield. Mientras tanto, su madre, Nélida ya había comenzado su búsqueda, que prosiguió hasta el día de su muerte. El comienzo de la restitución de identidad del nieto 133 empezó hace cinco años cuando, como tantos, puso en duda sus orígenes y fue hasta la sede de Abuelas. La conferencia de prensa estuvo encabezada por el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla y por5 Estela de Carlotto. Entre otras floreció esta frase del Tano, erl hermano del aparecido: “El es bostero, como yo… No tengo dudas de que vamos a estar juntos el resto de nuestras vidas. Nos buscamos, nos quisimos encontrar y el abrazo que nos dimos es para siempre".

 Ellas son las parteras de la memoria. Ya han renacido 133 seres, la mayoría afanados desde la cálida placenta. Tengámoslo siempre presente: todo lo consiguieron sin exhibir guillotinas, ni bolsas fúnebres, ni cadalsos; sin intentar balazos fallidos, sin arrojar una sola piedra…  Al reiterarlo nos brota luz solar: así es, ellas, las viejas señaladas, las Viejas Locas todo lo consiguieron apelando sólo a la violencia de la ternura y de la infinita paciencia. En fin, sin apelar al contraproducente odio que encarna la horrorosa “justicia por mano propia”. 

    Hay que subrayarlo: esta metodología es admirada en el mundo entero. Podremos o no conquistar la próxima copa del Mundial de fútbol, pero del podio de los Derechos Humanos conquistados por la incesante siembra de las Madres Abuelas, nada, nadie nos baja.

    La noticia del viernes 28 de julio del 2023 emergió como siempre sin escándalo, desnudita, sencilla: las madres abuelas han recuperado otro nieto más, el número 133.

Después del 132, el 133

Se trata del hijo de Cristina Navajas y de Julio Santucho, que viene a ser el nieto de Nélida Navajas, una de las madres más activas. En la conferencia de prensa Miguel “Tano” Santucho, uno de sus hermanos declaró que “lo esperó tanto a  este momento que no lo puedo creer”. Tenía una remera blanca y en la mirada estaba la hondísima alegría de una búsqueda que se prolongó durante 47 años, muy lentos. En el camino de la búsqueda quedó, entre otros y otras, la abuela Náida Navajas, que falleció en el 2012. Cristina Navajas –la madre del 133– nació en 1949 en la ciudad de Buenos Aires. Transitaba sus 26 años cuando fue secuestrada. Era maestra, cursaba sociología en la (UCA), Universidad Católica Argentina.

Fue en esa universidad que “se conoció con Julio Santucho, séptimo hijo de una familia de diez hermanos y cuyo miembro más reconocido fue Mario Roberto Santucho, un dirigente clave del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Julio se encontraba en Italia y allí se enteró del secuestro de Cristina pero aún no de su embarazo. Se supo que ella esperaba un nuevo hijo poco tiempo después, cuando su madre Nélida encontró una carta que ella había preparado para Julio comentándole de un retraso y sus sospechas de estar embarazada. Cristina fue secuestrada y trasladada a Coordinación Federal; poco después, al centro de detención Automotores Orletti. Allí fue torturada junto con sus compañeras. Acto seguido fue llevada a Protobanco y estuvo allí hasta diciembre de 1976. En pleno cautiverio Cristina se identificó y manifestó su voluntad de alumbrar a su hijo: “Soy Cristina Navajas, militante del PRT y estoy embarazada” –les señaló.

   Al tiempo fue llevada al Pozo de Banfield. Mientras tanto, su madre,    Nélida ya había comenzado su búsqueda, que prosiguió hasta el día de su muerte. El comienzo de la restitución de identidad del nieto133 empezó hace cinco años cuando, como tantos, puso en duda sus orígenes y fue hasta la sede de Abuelas. La conferencia de prensa estuvo encabezada por el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla y por Estela de Carlotto. Entre otras floreció esta frase del Tano, el hermano del aparecido: “El es bostero, como yo… No tengo dudas de que vamos a estar juntos el resto de nuestras vidas. Nos buscamos, nos quisimos encontrar y el abrazo que nos dimos es para siempre”.

   Todo esto que está pasando hoy en la Argentina y tenemos que celebrarlo. Es el triunfo de la democracia. 40 años, de una lucha sin piedras ni balas. El triunfo del insomnio diurno y nocturno. Las abuelas de los pañuelos blancos, tan reiteradamente propuestas para el premio Nobel de la Paz, merecen el sol que cada día nos alumbra. Nuestras porfiadas Madres Abuelas no le aflojaron, no le aflojarán en la búsqueda de sus nietos y nietas robados de identidad por aquella dictadura que desnucó la condición humana: primero, tortura mediante, violaban las vidas. No les era suficiente. Después violaban las muertes, negando hasta la identidad en la sepultura. Tampoco les era suficiente. Finalmente, además, como yapa atroz, afanaban criaturas de cuajo, arrancadas en el mismo umbral del vientre.

    Quedan por encontrarse más de 300 secuestrados y secuestradas en su identidad. Todos, seres que todavía no saben cómo se llaman. Ellas lo han expresado con insuperable síntesis: “Pero seguiremos buscando”. Seguirán siendo parteras. Ellas no se rinden, tejen los días y tejen las noches con la ciencia de la paciencia. Cada identidad recobrada es un parto, es un nacimiento.

    Estas prodigiosas parteras (tan calumniadas hoy con fines electorales),  nos vienen enseñando –con hechos, sin palabrerío de ocasión– que la paciencia es lo contrario de la resignación. Que la tan basureada memoria no es retroceso, es semilla de futuro. Tienen, ellas, el mejor, el más arduo optimismo: el optimismo de la memoria.

    No nos demoremos, ¡y pronto descorchemos las botellas! Es tiempo de brindar por estas luminosas ancianas que tienen por costumbre arrimarse a los cien años de su edad. ¡Salud! ¡Y que vivan las prodigiosas parteras!

    Sí, momento de brindar por esas Madres Abuelas que fueron la última cornisa de la dignidad en una sociedad, en su promedio, cómplice por su indiferencia. Indiferencia activa, conciencia digestiva.

   Para acompañar el brindis comparto una plegaria al revés –plegaria de intemperie–, que me nació como posdata del libro Madre Argentina hay una sola. Más de una vez la leímos sobre escenarios, con las voces de María Rosa Gallo, Alicia Berdaxagar, Liliana López Foresi, Juan Leyrado, Titina Morales, Rafael Rodríguez, Miguel Ángel Solá, Luisa Kuliok. Aquellas voces, estas voces ahora mismo nos alientan para alzar esta plegaria que propone interrogantes reflexivos:

 

– Permiso, Memoria. Permiso, Conciencia.

¿Qué sería de nosotros si ellas, las Madres Abuelas, no existieran?

¿Qué quedaría de nosotros si ellas no hubieran salido

a alumbrar la más eterna de las noches?

¿Qué sería de nosotros? ¿Qué?

¿Estaríamos de pie? ¿Estaríamos en cuatro patas?¿Estaríamos?

 

–Ellas nacieron para semillar semillas.

Ellas nacieron para resucitar lo desaparecido.

Ellas gritan con el alarido y gritan con el silencio.

Pueden desentenderse del hambre y del frío y del dolor.

Supieron, ellas, convertir a la intemperie en abrigo y a la desgracia en

linterna.

  –Fueron la única luz que atravesó aquella demasiada noche

impuesta por los dueños de la vida y de la muerte.

Ellas se tutean con el milagro, pero no esperando a que nos caiga del cielo.

Una de dos: lo hacen o lo hacen, al milagro.

– Si el diablo mete la cola, no importa: ellas siguen a donde iban.

Si Dios no baja, no importa: ellas llegarán donde querían.

Ellas van, siempre avanzan:

van cuando van y van cuando regresan.

– Ellas, al miedo, lo dejaron sin uñas sin dientes sin aliento.

Pueden, ellas, mirar la oscuridad sin un temblor,

y pueden mirarlo al sol sin bajarle la mirada.

Tenaces, porfiadas, tercas, ellas son el templo andante

del último resto de locura que le queda al mundo.

– Salen, ellas, a cachetear a los que se esconden

en la abstinencia, en la distracción,

en el borrón y cuenta nueva.

– Salen, ellas, a darle vuelta los bolsillos a la muerte.

– No necesitan brújula, ¡para eso sus corazones!

– No necesitan sol, ¡para eso sus corazones!

– No necesitan luz ni luna, ¡para eso sus corazones!

– No necesitan escudos, ¡para eso sus corazones!

– No necesitan pensar, ¡para eso sus corazones!

– No necesitan armas, ¡para eso sus corazones!

– Salen, ellas, a cara descubierta, a buscar la gota de una arenita

en el vasto océano del desierto.

Y la lluvia les baja por pómulos hombros pechos vientres piernas.

Y el sol les seca pómulos hombros pechos vientres piernas.

Y tienen, ellas, olor a sí mismas.

– Así fue. Así es. Así será. Pero, ¿por qué?

¿Por qué ni de noche a ellas se les apaga el sol?

– Porque saben, ellas, pensar con el instinto.

Porque tienen, ellas, el optimismo de la memoria.

Porque ¡ya basta de acusar a la piedra, de la pedrada!

 

– Porque cuando llegue el momento de rajarle el vientre al Apocalipsis

(ese momento llegará, llegará…),  ellas, justamente ellas,

serán las que hagan, hondísimo, el tajo.

No les temblará el pulso.

Y después del tajo, ellas, desde muy adentro,

le arrancarán una aurora, al Apocalipsis.

– Entonces, acunarán al nuevo día,

le arrimarán el pezón y le darán de mamar.

Y la Vida no tendrá más remedio que continuar,

por ellas, ¡las del vientre!

por ellas, ¡esposas de la Vida!

por ellas, ¡mujeres de la Vida!

 

– Permiso, Memoria.  Permiso, Conciencia.

¿Qué quedaría de nosotros si Ellas,

las Madres Abuelas, no hubieran  existido?

¿Qué quedaría de nosotros si Ellas

no hubieran salido a alumbrar la más eterna de las noches?

¿Qué hubiera sido de nosotros? ¿Qué?

¿Estaríamos de pie?

¿Estaríamos en cuatro patas?

¿Estaríamos?

 

– Sin ellas, los puntos cardinales

no serían cuatro ni tres ni dos ni uno, ni nada.

Sin ellas, esta olvidadiza patria idolatrada,

sería un definitivo agujero con forma de mapa.

Sin ellas, de tanto tocar y tocar y tocar fondo,

¡hubiéramos desfondado el abismo!!!

 

–Pero ellas, porfiadas, tercas, pertinaces, ¡aquí están!

Siempre codo a codo con el sol.

Buscando buscando buscando.

Desde el insomnio/  dando luz.

Deletreando las tinieblas.

Redimiendo la placenta.

Y sembrando sembrando

sobre la sorda tierra, encima del espantoso abismo.

 

* zbraceli@gmail.com    ///   www.rodolfobraceli.com.ar

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