Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires
Sin embargo, cuando se trataba de cuestiones sentimentales era Bioy Casares quien aconsejaba al veterano Borges. Voy a compartir algunos ratitos de diálogo con Bioy sobre el asunto de las mujeres y los enamoramientos; estos retazos pertenecen a mi libro Borges-Bioy / Confesiones, confesiones, publicado por editorial Sudamericana, 1997
–Bioy, se dice que usted lo aconsejaba a Borges en las cosas del querer. ¿Eso es cierto o pura habladuría?
–Lo aconsejaba, pero en vano.
–¿Rechazaba sus consejos?
–No. Pero aprendió poquísimo.
–Seré curioso: ¿cuál era el punto en el que Borges demandaba asesoramiento sentimental?
–Se entregaba obsecuentemente a las mujeres; atado de pies y manos dejaba que hicieran lo que quisieran con él. Creo que a las mujeres hasta les producía cierto rechazo una persona tan entregada. Tenía una actitud adolescente. Curioso en un hombre tan evolucionado. Parece mentira, Borges era tan pueril...
–Y usted, concretamente, ¿qué le aconsejaba?
–Creo habérselo contado en otra ocasión: yo trataba de convencerlo, le decía que esa mujer que él amaba no agotaba el mundo, y que para estar mejor con ella le hubiera convenido tener paralelamente un romance liviano… con otra.
–¿Y?
–No había caso...
(Mira el piso Bioy cuando dice “no había caso”. Lo mira con cierto desconsuelo…)
–Usted tiene fama mundial por sus libros, Bioy, pero déjeme decirle que también la tiene por sus performances de mujeriego, de seductor. ¿Sabe lo primero que me dijo García Márquez cuando le comenté que yo lo conocía a usted?
–Me interesa, Dígame qué le dijo el Gabo?
–Me dijo: “Ah, Bioy… gran escritor… Ese se quedó con todas.”
–Bueno, en los dos terrenos creo que me he desempeñado decorosamente, aunque en los dos tuve un comienzo torpe, patético, poco afortunado... ya se lo he contado a usted antes. Pero fui aprendiendo hasta, digamos, hacer las cosas razonablemente bien. Al menos eso creo... Ahora quiero decirle que yo no he sido exactamente un mujeriego. Fui además muy amigo de mis amantes; cuando he estado con cada una, he estado con cada una.
–Digámoslo en verso, Bioy: una por vez, muchas por mes.
–Usted, Rodolfo, es un sinvergüenza, je... Qué más puedo decirle… así como me gustan las mujeres me gusta la vida. Confundo tal vez ambas cosas.
–Usted hizo de la confusión un flor de festival, una celebración ejemplar.
–Hice lo que pude.
–¿Podría intentar una definición del mentado amor? O del acto puramente sexual si prefiere.
–A veces enamorado, a veces sin amor, el sexo es siempre agradabilísimo. No tengo quejas en ningún sentido.
–Pero le había preguntado sobre el amor, Bioy.
–Antes lo hacía y no pensaba en él. Ahora que soy un ex hombre me queda recordarlo muy agradecido... Pero, seamos francos, ¿qué puedo yo decir si ya por los ochenta años de mi edad hace un buen rato que me he vuelto transparente para las mujeres, si soy un jubilado del amor?