Por Roberto Suárez, Especial para Jornada
Muchos sabemos en el mundo que los escándalos deportivos no son nada nuevo. De hecho existen desde que se conoce el deporte. Los antiguos atletas olímpicos griegos se dopaban con brandy o carne de lagarto y el soborno era algo común, como en el caso de Eufolio, un boxeador que en los juegos del 388 AC pagó a tres oponentes para que se dejaran caer y asegurar así su victoria. Y eso que antes habían efectuado el Juramento Olímpico sobre la carne de un animal sacrificado ante una aterradora estatua de Zeus con relámpagos.
Pero la gloria es tentadora y por eso la historia del deporte está jalonada de tramposos.
El tongo es un engaño urdido bajo mano que falsea cualquier competición deportiva, pero la palabra no se utilizó tanto como en la primera mitad del siglo XX, cuando se afirmaba que la profesionalización del deporte favorecía la estafa de dejarse ganar por dinero. Se encuentran muchos ejemplos de tongo desde los años 20, referidos principalmente al boxeo, un deporte que arrastraba grandes multitudes y a menudo era el primer titular de las páginas deportivas. Como el boxeo movía cantidades enormes de personas y de dinero, el tongo era una sospecha habitual si parecía que los dos púgiles no habían luchado con bastante arrojo, aunque acabaran con la mandíbula rota y las costillas maltrechas.
La palabra tongo viene de Argentina, concretamente del lunfardo, el habla argótica de Buenos Aires, que está tan íntimamente unida a la edad de oro del tango. Significaba trampa, engaño que se hace en el juego. Pero el tongo deportivo es anterior. En 1925, el diccionario de la Real Academia Española lo definía así: "Trampa que hace el deportista”.
El “circo”, en el significado peyorativo de esta palabra, se apoderó poco a poco del boxeo de primer nivel, por el negocio de la televisión y los grandes shows que se fueron montando y que con los años se va renovando, dejando de la lado al noble deporte de los puños.
Las distintas entidades, algunas prestigiosas como la AMB y la OMB, se convirtieron en empresas en desmedro de ser instituciones. Fueron inventando distintas escalas, desvirtuando la nobleza e historia del pugilismo. Como dice Ernesto Cherquis Bialo: fueron creando los “campeones interinos", "campeones regulares" y al "supercampeón", para ir moviéndolos en función de la multiplicación de peleas "por el título mundial", que ya nadie entiende –a excepción de quienes realizan el negocio de la televisión.
Y ese viejo tongo y el circo renovado, se vivió como nunca el martes 21, en el histórico estadio Luna Park.
El gran show del nuevo “circo” convocaba a una velada atípica: la avant-premiere mundial de “Ringo. Gloria y muerte”, el nuevo thriller del sello Star Original Productions basado en hechos reales e inspirado en la vida del campeón argentino de boxeo Oscar “Ringo” Bonavena, que llegará en exclusiva a Star+ en Latinoamérica y a los servicios de streaming de Disney globalmente con todos sus episodios el 24 de marzo. Una gran idea de reflotar la vida trágica de uno de los más grandes pugilistas que dio nuestro país. Asistieron al estreno las principales figuras del espectáculo nacional que, luego, se retiraron la mayoría, cuando empezaba la cartelera de combates programados y que tenía como figura a Sergio “Maravilla” Martínez, que aún insiste en contra de su salud en seguir subiendo al ring, amparado por los inescrupulosos que lo alientan, a los 48 años, a recibir golpes innecesarios.
Esa presentación terminó en una gran desilusión para el público que fue a reencontrarse con una noche de boxeo en el escenario de Corrientes y Bouchard. Apenas 90 segundos duró el combate del excampeón mundial de los medianos ante el colombiano Jhon Teherán, en una reunión organizada por Chino Maidana Promotions. La pelea de Martínez, de 48 años, era el puntapié inicial en sus intenciones imprudentes, de tener una posibilidad en el plano internacional para reconquistar el cinturón.
La definición del combate fue sugestiva, ya que la combinación con la que Martínez derribó a Teherán no pareció ser lo suficientemente certera como para provocar el KO con el que finalizó el choque. Sin embargo, el colombiano se negó a seguir combatiendo y el árbitro levantó el brazo del boxeador argentino, que celebró ante la impavidez de los espectadores, que esperaban mucho más del espectáculo. Fue un evidente “tongo”.
Un poco más tarde, se viralizó un video grabado por el propio Jhon Teherán, en el que hace sorprendentes y graves acusaciones con respecto a este compromiso. De acuerdo con lo dicho por el boxeador, la bolsa pactada por la pelea era de 3 mil dólares, pero luego le habrían ofrecido 2 mil más para dejarse ganar. En las imágenes, levantadas por el sitio “boxeodecolombia.com”, el pugilista colombiano afirma: “Yo venía por 3 mil dólares libres, pero cuando estaba acá me ofrecieron 5 mil dólares para que perdiera. Ahora me quieren descontar una plata que supuestamente le debo a Andy”. Se refería a sus conductores.
No entró a describir quién le ofreció el dinero para perder. El gran enojo del pugilista no es porque le ofrecieron el dinero para tirarse, sino porque alguien le quería descontar plata de lo pactado.
Luego mantuvieron con él una conversación donde lo convencieron de que rectificara con otro video que no le habían pagado para quedarse en la lona.
La realidad de las imágenes de la pelea testimonia la realidad.
Una noche triste y desagradable para el boxeo: la convocatoria al circo era interesante, se presentaba una serie sobre una figura querida y que seguramente será un éxito televisivo, que se vio empañada por el viejo “tongo”.