Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Ganó la derecha en Brasil y en Chile, dentro de las limitadas elecciones que se hicieron en ambos países. Regionales las del país trasandino, segunda vuelta de municipales en el coloso amazónico. No fue el caso de la derecha más extrema: ya había perdido por pocos votos Marzal en la primera vuelta en Sao Paulo, un candidato más a la derecha que el de Bolsonaro (??), pero ahora volvió a imponerse el cuasi/bolsonarista Nunes por sobre el lulista Boulos, con una diferencia apreciable.
El gobierno de Lula ha debido hacer una gran serie de acuerdos con sectores moderados y del “Centrao” para poder gobernar. Lo cierto es que si bien el hambre ha bajado, no hay una direccionalidad fuerte desde el punto de vista ideológico, ésa que la derecha sí puede exhibir. Por el contrario, el ímpetu inicial del presidente en política exterior ha aminorado bruscamente. Ahora Brasil -que resistió la ofensiva atlántica que en su momento le exigía reconocer el supuesto triunfo electoral de la oposición en Venezuela- ha vetado la entrada del país caribeño a los BRICS. Es claro que el gobierno de Maduro está lejos de ser irreprochable, pero el gesto suena equívoco y excesivo, y ha merecido una fuerte respuesta desde Caracas.
Lo cierto es que la derecha bolsonarista obtuvo casi el doble de alcaldías que el PT: pero quienes más obtuvieron fueron el MDB y el PSD, partidos de centro/derecha que empiezan a ganar terreno. El conservadorismo sacó importante ventaja sobre la extrema derecha, pero la gran derrota fue para el gobierno de Lula.
El segundo lugar obtenido por Boric en las municipales chilenas no fue una caída estruendosa. La diferencia en número de municipios con la derecha tradicional no fue grande, aunque el gobierno perdió la decisiva municipalidad de Santiago. La ultraderecha de Katz está lejos de desaparecer, pero quedó por detrás de lo esperado. Si bien el escenario queda abierto para las presidenciales que se avecinan, el gobierno de izquierda -moderada, sin dudas- no muestra definición suficiente como para llevar tras de sí a la mayoría de la población. Como algún reciente libro sobre la Argentina sugiere, la moderación no garpa.
En Uruguay, el Frente Amplio ganó por sobrada diferencia, con casi el 44% de los votos. Se va a una segunda vuelta que está lejos de quedar definida, pero donde la derecha tiene mejores chances, desde la simple suma de los históricos Partido Nacional y Partido Colorado.
La segunda vuelta permite que gane no el más votado, sino el que tiene menos adversarios. Esta singular forma de llegar al gobierno viene perjudicando enormemente a las izquierdas y el progresismo en Latinoamérica: en Argentina en 2015 y ahora en 2023, en Ecuador ya por dos veces, en Bolivia se llevó al golpe de Estado por esa vía, ahora puede ser en Uruguay. La segunda vuelta le quita la victoria a los que ganan en la primera.
Lo cierto es que las izquierdas gobernantes se debilitan en Brasil y Chile, a diferencia de lo sucedido en México. Allí la presidenta acaba de nacionalizar los recursos energéticos, así como las empresas del caso. Por aquí, aún no definido lo de Uruguay, sin dudas que lleva a repensar el rol conservador de las segundas vueltas. A su vez, las extremas derechas han retrocedido parcialmente, tanto en Chile como en Brasil. Quizás un beneficio secundario de la moderación de los gobiernos.
Esto, mientras se viene la elección en EE.UU., con un pronóstico reservado y un Trump que de nuevo amenaza con no aceptar el resultado si pierde. Todo tras una histórica reunión de los BRICS en Rusia, que no sólo mostraron a un Putin lejos del aislamiento, sino que -al margen de las diferencias mostradas, por ej., entre China y la India- van llevando el eje económico del mundo desde el Norte histórico hacia el Este, con fuerte peso poblacional y económico del Asia.
Parlotear sobre Alfonsín, un modo de manejar agenda
El gobierno no tiene gestión. Mientras expulsan funcionarios a granel, cuando no es por una razón por otra, lo cierto es que poco importa: todos dan lo mismo. Es decir, nada. Lo único que se juega es el progresivo manejo de todas las riendas por Santiago Caputo y por Karina, ambos impopulares pero dueños de las tuercas decisionales.
Es que fuera de echar trabajadores, cerrar oficinas, acabar con programas y desfinanciar sistemáticamente el Estado (excepto espías, FF.AA. y de seguridad), la gestión de gobierno es inexistente. Se limita al área económica. Lo demás, es lo de menos.
¿Cómo hace Milei para mantener tanta presencia mediática, entonces? Muy simple: inventa peleas artificiosas. Ataca, agrede, insulta. Parece que sin ton ni son, pero le da resultado. Logra sostener una iniciativa que es sólo por lo verbal.
En esa tesitura fue el insólito ataque a Alfonsín, por “golpista”. Quizás fue para alertar contra el “golpe” que él mismo podría recibir en algún levantamiento civil ante el desastre social (el hambre crece, a pesar de la absurda declaración de que se ha bajado fuertemente la pobreza). Es la interpretación que alguien sugiriera. Quizás fue que busca esmerilar la identidad de la UCR. Lo cierto es que hablar es una forma del hacer, en política. Y a falta de otro hacer, el único de Milei -además de cerrar oficinas y echar trabajadores- es hablar.
Cabe subrayar la estrategia de LLA para dividir entre ellos y “los otros”, definidos como “el kirchnerismo”. La idea es, a falta de organización y poder propios, desarmar a los demás partidos e incorporar sus despojos. Está claro con la UCR: ya tienen infiltrados como Campero y su grupo de los 4, y casi lo mismo puede decirse de De Loredo con un séquito mayor. Varios de ellos irán en las listas de LLA, o serán candidatos encubiertos de LLA que se presenten con otras listas.
Hasta pretenden arañar algo del peronismo, como se vio en la aparición vergonzante de “la Carlos Menem”. Agrupación libertaria de ultraderecha, pero que busca vestirse de peronismo liberal. Los hoy jóvenes no conocieron a Menem, y los que lo conocieron saben que sabía hacer política bastante mejor que lo que hasta hoy muestra LLA: pero la idea está clara. No sólo al PRO, pretende el gobierno sacarle representantes y votos.
Mientras, la caída del riesgo país se une a la baja de la inflación para dar una buena imagen macroeconómica. La cuenta inflacionaria, notoriamente, no registra en lo suficiente los aumentos de tarifas. En ese sentido, es parcialmente falsa. Pero no importa: la impresión de ausencia inflacionaria se ha logrado. La baja del riesgo país hasta menos de 1000 puntos, prepara la nueva entrada de Argentina a la posibilidad de recibir créditos. En manos de Caputo, que tomó el del FMI con Macri, eso es un mal vaticinio. Más si se advierte que este gobierno ha subido ya la deuda externa en casi 90.000 millones de dólares -enorme asunto del cual nadie habla- por vía de la permanente emisión de bonos que algún día habrá que pagar.
El paro de transportes del día miércoles golpeó al gobierno, tanto que tuvo que negociar a la rápida para evitar el de la UTA que estaba programado para el jueves. La negociación fructificó, pero el gobierno -si bien no se lo ha dicho con claridad- debió ceder, y ello implica que habrá de mantener subsidios a las empresas. Una Déborah de aire desolado reconocía esa contrariedad ante las cámaras de La Nación+.
La baja del consumo continúa, la mentada reactivación no llega, la situación social no es explosiva pero sí deprimente. El gobierno ha logrado naturalizarla un tanto, y hay un sector social que soporta por apoyo ideológico y por una esperanza cada vez más débil hacia el futuro. Milei tiene aún algunos meses de moratoria por parte de ese sector.
Caídas: de la tragedia en Villa Gesell al adiós de Mondino
La caída del edificio en Villa Gesell fue un drama con un número aún no definido de muertos -se habla en derredor de diez- que nos sorprendió a todos por la falta de cuidado de los involucrados, desde los que realizaban las refacciones a la construcción a los controladores desde el municipio. Algo parecido se implicó en la trágica muerte de la preadolescente mendocina fallecida por ahogamiento en Córdoba, en un espacio institucional de turismo. Ella fue en viaje estudiantil, y no se ha informado sobre la investigación del caso. Sí se supo que los directivos del complejo donde sucedió la muerte habían quitado a los compañeros de la niña los celulares, supuestamente para evitar el pánico.
Tanto en un caso como en el otro, ambos luctuosos y tristes, parece haber existido cierto error humano, de un modo que es inesperado para el comportamiento habitual. No cuesta advertir que existe hoy en el país un “suelo cultural” desgarrado, una palabra pública desacreditada desde la más alta magistratura, una ruptura del horizonte normativo que las figuras de autoridad debieran implicar: comenzando por una presidencia que ha hecho del lenguaje una máquina de agredir de manera descomedida y caótica.
Intertanto, en el gobierno era echada Mondino por haber votado junto con casi todos los países del mundo. Dicen que “le hicieron una cama”, que Karina sabía que votarían así y lo dejó hacer. Hace rato que querían echarla, y el voto contra el bloqueo a Cuba dio la ocasión. Aparentemente la idea es ir siempre con Israel y EE.UU., aunque sea contra el completo resto de la humanidad.
Mondino agradeció su paso por el gobierno, sin un dejo de orgullo en su renuncia. Y la Oficina del Presidente mostró, en el comunicado por el que se la eyectaba del cargo, qué significan las auditorías que el gobierno aplica, como las que ha iniciado a las universidades.
Estas continúan -y van a agudizar- sus luchas, tomas y marchas. Pero el comunicado dejó claro la actitud persecutoria del gobierno para con el personal de Cancillería, pero no sólo para con él. Allí se habla de auditar para comprobar si el personal responde a las políticas “de defensa de la libertad” del presidente. Es decir: una purga ideológica, una abierta caza de brujas.
Eso significa -en el lenguaje del gobierno- hacer una auditoría. Se perfila como un modo de perseguir, de hostigar: no tiene ningún fundamento económico ni de mejora de gestión. Deviene en una forma de control y de castigo, como ya algunas universidades venían advirtiendo.
Interna peronista: ¿final del juego?
Servini de Cubría cerró el capítulo que iniciara Quintela al cuestionar la decisión de la Junta Electoral del PJ, por la cual no se aceptó su lista. Cristina ha quedado como candidata única a la presidencia, y será proclamada en el cargo.
Hay en su lista una gama amplia de representación, muy diferente del núcleo casi íntimo que suele acompañarla en el Instituto Patria. Y se dice que llamará a Quintela para intentar cerrar heridas y aportar a la necesaria unidad del peronismo en momento social tan extremo.
De la unidad se trata, pero bajo esa consigna pueden aparecer muy diferentes prácticas. ¿Es unidad que implica aceptar mandatos, o es unidad que sostiene la pluralidad interna? Es eso lo que habrá de verse. Porque también la ex presidenta requiere del mayor apoyo ante el próximo y esperable veredicto judicial en su contra -una muestra más de que el lawfare funciona-, y porque todos se preguntan qué pasará con Axel Kicillof, atacado sistemáticamente por Máximo y tildado de Poncio Pilatos por quien liderará el partido.
Nadie podría discutir que Cristina es quien debe presidir el peronismo: es, por lejos, su máxima figura. Lo que ha quedado en discusión es cómo conducirlo: y en ello, la rebeldía de Quintela ha abierto una huella. Lo cierto es que Kicillof resistió las intensas presiones para que se pronunciara a favor de Cristina, y que Wado de Pedro -un todoterreno cada vez menos sutil- sigue hostigándolo en cada ocasión que le dan un micrófono.
El trato hacia Kicillof es el máximo test para la próxima presidencia partidaria de Cristina. Allí se jugará -en la apertura para darle un lugar o la cerrazón para no darlo- la unidad y la potencia futura del peronismo.
Porque las rupturas, en estos casos, pueden acabar en situaciones desastrosas. La pelea entre Arce y Evo -culminada en un confuso atentado contra Morales, tras duras marchas de sus partidarios contra el actual presidente- es un espejo deformante donde vale la pena mirarse para los líderes populares de la región. Con una derecha sin líderes y dispersa, puede ser que ella igual gane las próximas elecciones bolivianas, dadas las mezquindades de liderazgo en el MAS.
¿Lawfare de género?
Es tema que apenas puede esbozarse aquí, por largo y complejo. Ya se viene definiendo hace tiempo una crítica de izquierda contra la “cultura woke”, contra las posturas que han reemplazado las luchas económico-sociales por las identitarias. Un destacado intelectual italiano, Fussaro, ha sido un adelantado al respecto.
El caso de la ruidosa caída del diputado Errejón en España, por acusaciones de violencia de género y supuesto abuso, ha llevado a una catarata de reflexiones. Es la debacle de un político joven y brillante, un ejercitado polemista.
Es obvio que si es culpable y así se demuestra, corresponde que pague por ello. No es esa la discusión que quiero hacer. El asunto es por qué la derecha está apelando con tanta frecuencia y éxito a las políticas de género contra el sector ideológico que sostiene esas políticas.
No es difícil de adivinar: la sensibilidad de género es propia de las izquierdas. Ellas son las que más denuncian, y -como es lógico- sus contactos mayoritarios también son de izquierda. Por ello, las acusaciones mayoritarias recaen en contra de sus propios miembros.
La derecha ya aprendió el libreto. No sólo con el -a esta altura- confuso caso de Alberto Fernández, sino también con el de Espinosa, donde la denunciante parece haber sido una espía plantada en el municipio.
Lo de Errejón semeja ir en parecida dirección. La acusación más sonada es de una mujer mediática que fue quien invitó al político a una fiesta, no se separó de él a pesar de lo que ahora ella denuncia como abuso, y fue luego con Errejón a su departamento a pesar de que su padre la llamó porque estaba enfermo su hijo. Sabemos que, en compensación por condiciones históricas, se ha dicho que “hay que creer a la víctima”. Pero eso es igual a creerle siempre a la denunciante, pues sólo de la posterior investigación surgirá si ella es víctima.
Sean inocentes o culpables los hombres de los diferentes casos, poco importa a la máquina de la post-verdad que instala el lawfare, abrumadoramente en favor de la derecha ideológica. Algo hay allí para pensar, porque los resultados políticos son desastrosos para las organizaciones del bloque popular, mientras son auspiciosos y fáciles de obtener para los partidos proempresariales. Las sutiles declaraciones de Feierstein en su artículo “La crisis de los progresismos” -un pensador argentino de gran calidad para los temas extremos- o el pronunciamiento del colectivo español de mujeres Cantoneras, empiezan a mostrar el camino de reflexión necesario ante consecuencias no queridas de políticas que han sido fuertemente reparadoras.
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