Por Roberto Follari, Especial para Jornada
No sólo es la Corte que permitió escuchas ilegales y extrañas operaciones de espionaje durante el gobierno de Macri, sino la que quiso perdonar a los criminales de la dictadura, dándoles un insólito 2 años por 1: operación que les salió muy mal.
Tamaña Corte Suprema es la que Juntos por el Cambio quiere sostener, según un comunicado reciente. Total, con la TV a favor puede decirse cualquier cosa. Porque no debe haber muchos casos en el mundo donde los asuntos del Poder Judicial acaben en una cúspide tan pequeña, y encima tan deslegitimada.
Urge que la Corte tenga más miembros: en un proyecto legislativo se propone nueve, en otro quince. Algunos creerán que este último es número alto, pero hay sitios donde la cúpula judicial está por encima de los veinte miembros.
Es que la mayoría de los casos que llegan a la Corte duermen el sueño de los justos. Son tal cantidad, que nunca se los trata, o se los trata con una demora enorme. Son miles y miles los expedientes, que una Corte tan corta en componentes –y aunque estos fueran muy trabajadores y probos, lo cual no siempre sucede- igualmente no podría cubrir la demanda.
Como muchos saben, hay países en que además de la Corte Suprema, existe aparte la Corte Constitucional (Colombia y España son dos ejemplos). De tal manera, se resuelven varias cosas de una vez: 1.Las decisiones están menos concentradas en pocas manos; 2.Existe control mutuo: la Corte Constitucional decide si lo que la Corte Suprema ha dictaminado se atiene o no a la Constitución nacional; 3.Hay más capacidad instalada para resolver los casos y las causas que lleguen al máximo nivel, pues todo lo que tiene que ver con constitucionalidad no llega a la Suprema.
Pero para incorporar una Corte constitucional se requiere un cambio constitucional, y todos sabemos que no hay actualmente condiciones para plantearlo. De modo que habrá que ser menos ambiciosos en las pretensiones: se trataría de aumentar el número de miembros de la Corte ya existente, lo cual puede ser aprobado normalmente por vía del Congreso.
Sería bueno que exista una condición más dispersa de poder en la Corte, y aumentando el número, así sucedería. Ahora vivimos esa curiosa situación donde muy pocas personas deciden sobre cuestiones estratégicas para el país, pues muchos saben que el llamado lawfare (golpe judicial) ha reemplazado a las viejas formas de injerencia política que tenían las Fuerzas Armadas, y se interviene judicialmente contra gobiernos o movimientos que contraríen los designios estratégicos de los Estados Unidos. Ejemplos, los ha habido a montón en Brasil con la prisión de Lula, en Ecuador con la persecución a Correa, en Bolivia con las acciones de los tiempos de Añez. Aquí, han sobrado los ataques contra el gobierno que finalizó su mandato en 2015.
Y además, es a-lógico que exista un poder que regula –siendo a la vez juez y parte- todo lo que concierne a sí mismo. Cada vez que va a decidirse algo sobre lo judicial (como el intento de reforma en tiempos de Cristina Kirchner) el mismo poder judicial puede revocarlo o declararlo inconstitucional, sin que nadie pueda luego intervenir o revisar su fallo. Esto debiera corregirse, porque hoy la única herramienta en esos casos es el juicio político a los supremos, mecanismo engorroso y extremo que suele empantanarse en la disputa legislativa.
Agrandar la Corte no afectaría a los actuales miembros, que seguirían formando parte de la misma. Agilizaría los trámites, daría lugar a paridad de género en su composición, dejaría de ser un grupo mínimo que decide asuntos trascendentales para los argentinos.
Están las condiciones para que se realice, ante el desprestigio creciente de un poder del Estado que antaño ha solido gozar de amplio respeto social. Y sería una manera genuina de empezar a recuperarlo.-
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