Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Parece que no mucho. Permanece el repudio público a gobiernos de facto. Es algo. Pero si estos se disfrazan un poco, como ocurrió con el golpe en Bolivia hace dos años, ya no se los deplora. E incluso se hace constante defensa de la política económica ultraliberal de la dictadura, bajo formato que no habla de autoritarismo. Y con eso no parece haber problema.
Se fue desvaneciendo el entusiasmo por la democracia. Porque esta de a poco se transformó en lejanía de los intereses populares, con políticas que golpearon a la población. Tras Menem y De la Rúa, vinieron el desencanto total y el grito de “que se vayan todos”. Y tras los tiempos del naufragio, las elecciones de 2003 trajeron una presidencia que pudo –por entonces- recuperar la credibilidad de la política.
Ahora asistimos a una situación paradojal. Empieza a ser negocio, desde ciertas políticas, hablar mal de la política. Despreciar a “los políticos”, dicho esto –a veces- desde el discurso de quienes son políticos y buscan ocupar puestos de representación.
Hay que calibrar que la población está cansada por la difícil situación económica que fue promovida por la pandemia, la cual produjo la peor crisis en el capitalismo global posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero aunque la llamaron mundial, esta fue sobre todo europea y a nosotros no nos tocó, por fortuna y buena decisión de las autoridades. De tal manera se está mal, mientras en todo el mundo también se ha ido para abajo en porcentajes parecidos a los de Argentina, en algunos casos mayores que los de nuestro país. Y es un golpe sin precedentes a la economía argentina como no encontramos parangón en muchísimas décadas, quizás en un siglo, precisamente porque a nosotros no nos afectó la crisis de la Segunda Guerra.
Mayoritariamente, la población no quiere advertir este momento amargo. Sostiene sus demandas de una vida mejor, razonablemente. Pero no siempre advierte las imposibilidades monumentales que la peste planetaria ha producido.
De tal modo, la culpa se le echa a “la política” No es raro escuchar ahora que “son todos lo mismo” acerca de los partidos políticos, ello a pesar de la evidencia de que esos partidos y alianzas se enfrentan fuertemente entre sí, según la vigencia de la tan mentada “grieta” que nadie podría negar.
Y aparecen los apóstoles del desencanto, aquellos que quieren aprovechar para echar leña contra el sistema democrático. Ahora tenemos la novedad de que algunos lo hacen hablando furiosamente de “libertad”: libertad de contagiarse y contagiar, libertad de hacer lo que se me ocurra aunque perjudique a terceros, libertad de transitar afectando la salud de los demás. Se ha desmerecido decisiones sanitarias imprescindibles, en nombre de hacer lo que queramos. Y se ha dicho que la cuarentena nacional fue la más larga del mundo, mientras los que la dicen no tienen ni idea de cuánto duró acá al lado en Uruguay, y no les preguntemos por Tailandia, Noruega o Japón.
Libertad, venerable palabra. Que va no sola, sino junto a “igualdad” y “fraternidad”, desde la Revolución Francesa. Que exige siempre la contraparte de la responsabilidad: libertad responsable. Y que requiere siempre de regulación estatal, porque si no el pez grande se comerá al pez chico siempre y en todo momento.
Se ataca a la política y al Estado en nombre de la libertad. Pero sin política, no hay libertad posible: el mercado no se regula solo, la sociedad tampoco. Y en verdad no es tan raro ese ataque hecho supuestamente en nombre de la libertad, cuando sus mentores aplauden las políticas económicas de las dictaduras, o han trabajado al servicio de un represor dictatorial como fue Domingo Bussi.
Hablando de la libertad, se va contra la democracia: curiosidades del presente. Ahora que se vota, protejamos el sistema, repensemos cuánto costó aquella recuperación de la democracia tras el desastre que fue la persecución ilegal realizada desde 1976 a 1983.
Existe una Argentina del voto y de los derechos: cuidémosla. Y que quienes son políticos y piden nuestro voto, se pongan a la altura de no ser quienes luego renieguen del sistema democrático y del respeto a sus reglas de convivencia y cuidado de la vida en común.-
__________________________________________________________________________________________________________________________________________
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.