Por Roberto Follari, Especial para Jornada
A nivel nacional, estamos a menos de un mes de las elecciones presidenciales (primera vuelta). Y el mundo no puede presentar caras más problemáticas: en la Asamblea de la ONU Zelenski sigue su tarea de pedigüeño serial, y Biden promete más y más ayuda económica y militar, sin ningún resguardo adicional. Algunos congresistas republicanos se oponen, todavía pocos: aumentarán hacia la campaña presidencial. Mientras, el eje europeo sigue apoyando mayoritariamente a Ucrania, continuando así con los perjuicios presupuestarios que ya llevan año y medio: Alemania padece notoria recesión. Diversos países deciden sanciones que cumplen en lo formal pero burlan negociando con India, con Turquía o Kirguistán, de modo que no se afecta a Rusia, la supuesta sancionada. El acuerdo europeo se va rompiendo: Rumania, Bulgaria, Polonia, se cansan de la insolencia de Zelenski, quien recibe toda clase de ayuda de ellos pero los denuncia ante la OMC porque han tomado medidas proteccionistas contra su grano barato.
Las voces que propugnan la paz -como la de Lula- son ignoradas o silenciadas. El mundo seguirá soportando esta tirantez de la guerra por largo tiempo porque -y no es dato menor- Ucrania no ha podido avanzar con su publicitada contraofensiva.
La tirantez entre Estados Unidos y China, por ej. respecto de Taiwan, se radicaliza. Y no son las únicas calamidades planetarias en ciernes: otras, como el deterioro ambiental, se van agudizando: este año han abundado toda clase de desastres (sequías, incendios, inundaciones) en una especie de venganza de la naturaleza. Las reservas de agua empiezan a crear conflictos, pues la minería las requiere en enormes cantidades, cuanto más comienzan a escasear (esa es la base del actual conflicto fronterizo entre Haití y Rep. Dominicana).
Ni hablar de las cuestiones de migración permanente, como sucede hacia Estados Unidos atravesando selvas en Colombia y Panamá, luego en trenes de carga por todo México, hasta las dificultades en la frontera. Más aún en Europa: singularmente Italia, donde las promesas de Von der Leyen fueron tenues, dejando a la isla de Lampedusa en medio de la tensión entre los africanos que llegan, y los aldeanos que son cantidad menor: Meloni se debate entre presionar al resto de los europeos para que reciban migrantes (ya varios dijeron que no, entre ellos una Francia que es muy responsable por su colonialismo histórico en Africa), y culpar a la izquierda por su previo permisivismo. Lo cierto es que la presidenta habla con autoridades de Etiopía, Senegal y otros países africanos para tratar de evitar el tránsito mediterráneo: pero la cuestión es insoluble, porque depende de la excesiva diferencia de desarrollo socioeconómico entre los países europeos y los del continente negro.
Se viene un mundo difícil, para el cual un sector de los más ricos augura que se produzca el caos planetario, la imposibilidad de la democracia, y luego una situación caótica donde quedarían “los más aptos”, es decir, sólo ellos. En esa dirección parece ir cierta sesgada versión del “largoplacismo radical” que enamora a Elon Musk, de la cual nos empezamos a enterar.
En semejante panorama mundial: ¿estamos preparados? ¿tenemos candidatos presidenciales a la altura de las necesidades históricas, informados, lúcidos, cultos, con capacidad para entender las grandes líneas de la condición planetaria?
Cada lector tendrá su opinión al respecto: pero lo que vemos lleva a pensar. Una candidata presidencial que balbucea respuestas sin sentido sobre economía elemental, y que recita incongruencias sobre el estado “interesante” en que dejaría a los argentinos. Otra candidata a la vicepresidencia -la única mujer para ese cargo- que atrasa 50 años: su principal preocupación es reivindicar la dictadura, con un espíritu antidemocrático y detenido en el tiempo. Su compañero de fórmula se muestra irascible, y produce preocupación entre los empresarios supuestamente amigos: The Economist lo critica, Eurnekian le lanza “que se calme, no queremos más dictadores”.
Massa va segundo según las encuestas, pero en este punto parece llevar ventaja: es fluido hablando, ha mostrado capacidad de trabajo, y una extraña ductilidad para a la vez hacer arreglos con Estados Unidos, China y países árabes. De cualquier modo, algunos se preguntan si él es quien siempre hemos conocido, o mas bien este otro que toma medidas de tiempo final para mejorar la situación de los asalariados: ¿se habrá “peronizado”, o es el de la “ancha avenida”? ¿Cuál sería su carril, por dónde iría su previsibilidad?
Mucho por pensar en este último mes preelectoral. Nos jugamos no sólo la difícil situación económica en lo interno: también la ubicación geoestratégica en un planeta en peligro. Habrá que pensar en serio, porque la improvisación y la inexperiencia de gobierno pueden pagarse muy caras.
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