Por Luis Martínez, Redacción Jornada
Ya el año pasado en este mismo espacio dimos cuenta de los cambios que se vienen en materia laboral en el mundo. Allí repasamos la tendencia europea de llevar la jornada laboral a solo cuatro días en la semana.
El primer país en implementar directamente una jornada laboral reducida fue Islandia, tras una prueba de cuatro años (2015-2019) entre los empleados del sector público de la capital, Reikiavik. Las 2.500 personas que trabajaron menos horas sin que se les reduzca el salario tuvieron menos estrés y agotamiento, mejoraron su salud y su equilibrio de vida y empleo sin disminuir la productividad y la recaudación del Estado. En la actualidad, el 86% de los islandeses trabaja menos horas o puede solicitar el nuevo patrón horario, algo que los sindicatos ya están negociando.
El Gobierno belga llegó a un acuerdo para la reforma del mercado laboral que incluye la posibilidad de concentrar la semana laboral en cuatro días o flexibilizar los horarios para "dar más libertad a los trabajadores", indicó en una rueda de prensa el primer ministro belga, Alexander De Croo.
El objetivo de flexibilizar el mercado de trabajo para que Bélgica llegue a una tasa de empleo del 80% en 2030 desde el 71% en actual, con fuertes disparidades regionales.
"Hay que acabar con la semana de 48 horas", manifestó Héctor Daer en el acto por el día del Trabajo y disparó el debate. Además, el secretario de Prensa, Jorge Sola sostuvo: "Hay que reducir la jornada laboral para estimular el empleo y distribuir el capital". La consigna unificada de la CGT es la reducción de la jornada laboral legal de 48 a 40 horas. El argumento es que así se registrarían miles de empleos que están hoy en la informalidad. Tras esta propuesta, el oficialismo apura en el Congreso el tratamiento en comisiones de al menos tres proyectos, mientras que la oposición rechaza las iniciativas.
En Argentina, donde el tope de horas de trabajo a la semana es de 48 horas, hay en curso tres proyectos para reducir la jornada laboral: uno de la diputada del Frente de Todos y dirigente de la Asociación Bancaria Claudia Ormaechea, que propone una jornada máxima de 6 horas y un tope de 36 horas semanales y, otro, del legislador también del oficialismo y secretario general de la CTA, Hugo Yasky, que propone una semana laboral un máximo de 8 horas diarias y no más de cuarenta horas semanales.
En tanto, en el Senado, Mariano Recalde, la espada laboral de La Cámpora, presentó en las últimas horas un proyecto propio en la Cámara alta para reducir la jornada laboral legal de 48 a 36 horas. Su intención es que la semana laboral sea de cuatro días y no de cinco o seis, como se distribuye en la mayoría de las actividades.
La voz que coincide con lo planteado por la central obrera, pero critica su “oportunismo”, es la de la izquierda. “La CGT está en un descrédito total. No tiene que dar discursos, tiene que dar una pelea para reducir en serio la jornada laboral”, sostuvo ante LA NACION la diputada nacional del Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U), Myriam Bregman.
En ese sentido, Bregman remarcó lo que diferenciaría el proyecto confeccionado por el FIT-U del impulsado por el oficialismo: “Nuestro planteo es de reducción de la jornada, pero también, y lo que es muy importante, de reparto de las horas de trabajo, sin reducción salarial y que nadie gane menos que lo que cuesta la canasta familiar”.
En tanto, acá cerca, un vecino ya avanzó sobre el tema. Es que hace poco el parlamente chileno aprobó reducir de 45 a 40 horas semanales la jornada laboral. La norma, que cuenta también con el beneplácito tanto de los sindicatos como de las patronales empresariales, convierte a Chile en el segundo país de la región, tras Ecuador, en fijar la jornada en 40 horas semanales.
Llegó la hora en nuestro país de plantearse este tema, quizás no solo quedarse en la extensión sino avanzar en la calidad bajando índices de informalidad, regulando actividades en la que legalmente hay agujeros negros y actualizando una legislación muy afectada por el paso del tiempo.