Siempre que me toca enfrentar la página en blanco tengo algunas ideas previas sobre el tema a tratar. A veces escribo sobre algo que me ha pasado. Otras veces sobre lo que le pasó a personas cercanas. Otra opción es escribir sobre algún personaje destacado. Podría ser alguien muy conocido o destacado por su anonimato. Por lo que hizo o porque tuve la posibilidad de conocerlo o saber algunos detalles de su vida. O de su muerte.
Por Emilio Vera Da Souza, Redacción Jornada
Otras veces escribo sobre asuntos cotidianos, sobre mi barrio, sobre la ciudad, sobre artistas y sus producciones. Me gusta escribir sobre asuntos que me han conmovido. Sobre noticias que entiendo mejor que otras. Sobre detalles de lo que puedo observar. También sobre personas que admiro y respeto. Los temas que me generan sensaciones y sentimientos contradictorios son buen motivo. Lo que me gusta, lo que me apasiona, lo que tiene misterio, lo que me sorprende, lo que me indigna, lo que permanece oculto y sería digno de mostrar, lo que me da curiosidad. Eso es más o menos de lo que trata este espacio. ¿Es objetivo? No.
Definitivamente, no. ¿Es interesante? Para mí, sí. Algunos lectores me hacen saber que para ellos, algunas veces, también. Otros lectores no se comunican conmigo de ninguna manera. El resto de las personas que podrían leer estas páginas, no tengo idea qué podrían pensar. No sé si esto es importante para otros.
Cuando escribo noticias, cotidianamente, intento cuidar las palabras de tal manera que la información sea entendible, respetando el castellano, con palabras precisas pero sencillas. Que el texto tenga toda la información necesaria y que los datos estén completos. Intento también dejar de lado detalles que son algo formales pero que no agregan información importante. Eliminar adjetivos, o datos que sólo sirven para llenar espacio. Eso con respecto a las noticias.
Desde hace un tiempo, el periodismo escrito maneja nuevos conceptos para atraer a los lectores.
Se trata de manejar los datos y detalles con un carácter más vinculado a la narrativa y al uso del lenguaje con una vuelta de tuerca más orientada a los giros y recursos que utiliza la literatura, pero respetando el carácter primigenio del periodismo: la información y la veracidad de los datos.
Esta conjunción logra interesantes resultados, sobre todo porque el que describe el tema, para hacerlo interesante, debe permanecer como observador de lo que quiere contar, todo el tiempo necesario a fin de obtener no sólo detalles, sino para que la escena sea lo más completa posible.
De qué se trata entonces: dar una noticia, pero da tal manera que sea un buen relato. Contar una historia en lugar de transcribir datos duros.
Una historia de ficción, para ser creíble, tiene que tener algún dato fantasioso. Y una nota periodística, para que sea atractiva, tiene que ser contada como una novela, decía más o menos, el maestro García Márquez.
Con la plata del premio Nobel, García Márquez fundó la escuela para El Nuevo Periodismo Latinoamericano. Allí formaban a una nueva camada de jóvenes periodistas. El reconocido Tomás Eloy Martínez dijo en una de sus clases: “Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de nueve a doce de la noche y el reportero indolente que deja caer las palabras sobre las mesas de redacción como si fueran granos de maíz”.
Leila Guerrero, argentina, referente del periodismo narrativo en castellano, dice contundente: “Si la pregunta es cuál es el límite entre el periodismo y la ficción, la respuesta es simple: no inventar. Claro que poner un adjetivo bien puesto no es hacer ficción; hacer una descripción eficaz no es hacer ficción; utilizar el lenguaje para lograr climas y suspenso no es hacer ficción. Eso se llama, desde siempre, escribir bien.
Si se confunde escribir bien con hacer ficción, estamos perdidos. Si se confunde ejercer una mirada con hacer ficción, estamos perdidos.
Los periodistas, en épocas de “fake news” (noticias falsas en redes sociales) para ser creíbles deben ser rigurosos y exactos en los datos. Pero también su texto debe ser atractivo, interesante, entendible, creativo y de buen gusto.
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