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Actuar el destino

Participar de la Gran Obra

02/08/2023 18:19
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Por Alé Julián Sosa, Especial para Jornada

Hace ya algunas semanas apunté en esta misma columna que, por momentos, tengo yo la sensación de que nuestros semejantes «representan un libreto» y que por eso me es dado llamarlos en singular, pero no creo haber sido del todo claro y de eso va este escrito que les entrego: de los roles vitales.

Con lo mentado me refería a que existen tipos sociales que se replican con exactitud era tras era y pueblo tras pueblo. El ejemplo más fácil del que soy capaz me habla de los «locos»; así secamente, sin eufemismos: locos. Mismo mote al que recurre el buen Blades en esa preciosa canción que tanto embelesaba a papá: «En cada barrio hay por lo menos un loco». ¡Y lleva razón el panameño! (Acaso en cada calle).

Ocurre que así como los locos se parecen por la imagen que en nosotros despiertan, no es cosa diferente a la que propicia el contador, el abogado, el panadero o el taxista. Si bien todo esto que digo —que nuestro rol en el mundo lleva aparejado un juicio— se encuentra cómodamente asilado en el retocado y endeble sentido común, no deja de ser cierto; no deja de ser verdad que los tipos sociales existen.




 

Sin embargo, es cosa que me exige aplacar la marcha y volcarme a la cavilación. Al punto, caigo en la cuenta de que siempre he tenido una especial inclinación hacia la idea de tragedia; a la idea griega de tragedia, digo. Nunca me ha sido posible sustraerme de una poderosa intuición de fatalidad. El razonamiento tuvo inicio a una edad bien temprana, cuando llegué a decirme: «Si hoy he llegado hasta aquí es que aquí fue siempre mi destino. Nada hubiera podido marchar de otra manera. Fui lo que soy». Y es tal que luego, entrando en la vida, iría a conocer en una lectura accidental el aserto de mi querido Marías —y que ya les tengo citado—: «Lo que es depende de lo que será».

No digo, empero, que por ventura el tránsito de la vida sea un siempre estrecho camino hacia un destino inconmovible; algo así como viajar en un minúsculo vagón de un tren inevitable; algo así como una prisión metafísica, ¡para nada! Y es que recuerdo, a propósito, las palabras de Pablo de Tarso: «Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos». No angustiados porque nuestra proporción abreva de la eternidad, pero estamos siempre comprometidos. Y bien puede decir ya aquel que ve desde el culmen de la vida si el que ha sido le corresponde, pero jamás a la inversa. Nadie puede darse por sabido aunque el destino esté ya puesto.

 

 

De algún modo estoy diciendo… estoy diciendo como puedo que nos acercamos a lo inevitable a la vez que lo forjamos, y es por eso que también recuerdo otras palabras a este respecto, ahora del mítico Eckehart: «Si Dios quisiera, incluso, que yo peque, no querré yo no pecar». Palabras nada comprendidas en su tiempo y que casi le valieron la hoguera, palabras que hubo de remozar. Pero dice verdad: hacemos lo que queremos y, si acaso lo hacemos a ojos abiertos, lo que resulte de ello será lo inevitable, pero la inevitable resignación. ¡El «salto de trampolín hacia la vida» de Kierkegaard! Como en una carrera de postas, llevamos el testigo hacia la meta segura, lo que es menester es llevarlo con claridad y decisión.

Todos actuamos un libreto, ¡y lo que es más!, no parecen ser demasiados los papeles a representar. Aquí lo maravilloso indecible: No hay tantos sitios que ocupar y sin embargo hay lugar de sobra para cada uno. Por alguna sentencia inescrutable se ha querido que seamos como espejos a nuestros convecinos y ese mismo propósito ha querido que no existan reflejos tipológicos muy distintos. En cada barrio, en cada pueblo, en cada ciudad encontraremos a un pobre o a un mendigo, a un trabajador empeñoso o a un astuto mercachifle, a un reflejo de la dignidad o a uno de la vileza. ¡Y por todo sitio reverbera una y otra imagen!

Así, detrás del velo del tipo casi parece que no cabe lugar más que para dos caminos, dos horizontes de posibilidad. Y tanto, ¡casi tanto!, que elegir reflejar el guion correcto de la vida no parece tan difícil.

 

 


Instagram: @alejuliansosaTwitter: @alejuliansosa

 

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