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Los vaivenes de Cambia Mendoza ponen en riesgo su potencial electoral

Si algo quedará en claro cuando pase la intensa disputa interna que atraviesa por estos días el Frente Cambia Mendoza (FCM) y entonces todas sus polémicas sean parte del pasado, es la pérdida de capital simbólico, la fortaleza de concepción contra el populismo con el que nació en 2015

24/02/2023 10:19
Cornejo y De Marchi
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Por Luis Abrego

Si algo quedará en claro cuando pase la intensa disputa interna que atraviesa por estos días el Frente Cambia Mendoza (FCM) y entonces todas sus polémicas sean parte del pasado, es la pérdida de capital simbólico, la fortaleza de concepción contra el populismo con el que nació en 2015. Por entonces, la unidad del arco opositor para enfrentar al kirchnerismo y a los desvaríos de la gestión de Francisco Pérez, dotaron a la construcción de una potencia política que hoy parece estar en entredicho. 

Y si bien cualquier acuerdo en función de gobierno debe soportar el desgaste de ese liderazgo, el presente debate preelectoral está cuestionando, además, los cimientos mismos de aquello que entonces los unió en la diversidad. Y lo hace desde adentro aquellos que se muestran ahora críticos al proceso de allí surgido en los últimos ocho años. 

En esa dirección han ido los principales dardos de la avanzada de Omar De Marchi, y con él, el sector del Pro que conduce el diputado nacional. Algunos cuestionamientos van en línea con lo esbozado dos años atrás por el Partido Demócrata (PD) y la Coalición Cívica (CC), ambos fundadores del Frente, y los primeros en armar las valijas. 

Este conjunto de díscolos le achaca en mayor o menor medida al principal actor del Frente, el radicalismo, una vocación en extremo personalista en la figura de Alfredo Cornejo; una centralización del ejercicio del poder; falta de diálogo en la toma de las decisiones trascendentales y en definitiva, sentirse convidados de piedra en una coalición que -dicen-nunca superó la instancia electoral. 

Alfredo Cornejo junto a Rodolfo Suarez y Tadeo García Zalazar

Pero también, los palos se dirigen a la crítica situación que Mendoza atraviesa en materia de empleo, producción, pobreza y hasta calidad institucional. Claro está, una catarata de cuestiones que afloran ahora, en la disputa por el posicionamiento público, luego de que esos mismos críticos se beneficiaran con espacios en la Legislatura y los Concejos Deliberantes durante estos años. 

Y si bien es cierto que en estos días la decisión de la Mesa Nacional del Pro parece haber marcado a De Marchi que el camino no es la ruptura si no la confrontación en las PASO, lo que pondría a salvo una unidad todavía no sellada -al menos en los tiempos que pretendían los radicales- el estado deliberativo y la sangría tuvo su efecto dominó: los sancarlinos de Unión Popular fueron contundentes y confirmaron -ellos sí- su salida del Frente. 

Tantos vaivenes seguramente no sólo tendrán -como decíamos- un impacto simbólico, sino también ponen en riesgo el peso electoral que durante cinco elecciones ha sostenido a Cambia Mendoza como opción más votada por la mayoría de los mendocinos. Incluso, como en 2019, superando el 51% de los sufragios, cifra que se mantuvo en 2021, apenas por debajo del 50% (49,55%). De hecho, todas las encuestas difundidas antes del clímax de esta severa tormenta de verano auguraban un nuevo y sólido triunfo provincial para el oficialismo en este 2023 electoral.  

Hoy, y cuando aún no se ha terminado de configurar el mapa de partidos, espacios, frentes y candidatos que dirimirán sus aspiraciones, sería aventurado seguir sosteniendo que aquella solidez pre-crisis se mantiene inalterable. El costo de la disputa podrá medirse con el diario del lunes, lo que no significa que tanta fricción no haya hecho mella en este tiempo. 

El tamaño de la herida será un indicador del daño causado, ya sea como aprendizaje o como simple experiencia de lo que cuesta sostener procesos de gobierno que a las dificultades de gestión le sume además las complicaciones de las relaciones humanas. Si así fuera, se comprobaría que en política, las ambiciones y los egos suelen ser más efectivos que la tenacidad de los opositores de turno. 

 

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