Por Luis Abrego
El domingo quedarán develadas finalmente todas las incógnitas y será tiempo también de saber si las estrategias de campaña fueron las correctas.
Luego de la confrontación, el sucesor de Rodolfo Suarez asumirá el 10 de diciembre en lo que será un desafío mayúsculo para quien sea electo, en pos de generar crecimiento para Mendoza, que hoy parece en stand by, y que marcó el debate entre los aspirantes.
Alfredo Cornejo intentará convertirse en el primer gobernador, desde el regreso de la democracia, en lograr dos períodos al frente de la Provincia (no consecutivos, como habilita la Constitución Provincial).
El exmandatario y ahora nuevamente candidato del Frente Cambia Mendoza (FCM) ha sido el protagonista central de la contienda, el blanco elegido por los opositores que advierten la posibilidad de cerrar el ciclo político que el mismo Cornejo inició en 2015 cuando le arrebató la Provincia al peronismo.
La mayoría de las encuestas parecen favorecerlo, pero para ello deberá primero consolidar en las urnas el sorpresivo desafío que en las PASO significó la apuesta de Luis Petri, retener esos votos y luego superar el gran cisma producido en el oficialismo tras la ruptura impulsada por su ahora rival, Omar De Marchi, quien con la creación de La Unión Mendocina (LUM) le ha disputado un electorado común.
Cornejo apuesta a que los mendocinos vean en él un administrador confiable en lo que aventura será un período más benévolo para la economía provincial, producto de un cambio de orientación de las políticas nacionales, pero también por la disponibilidad de abundantes recursos como los 1.023 millones de dólares de Portezuelo del Viento que estarán operativos en 2024. Cree que su experiencia y habilidad le permitirán dar ese salto que muchos reclaman.
De Marchi logró en pocos meses armar, desde cero, una estructura competitiva que se asienta en una variopinta construcción política donde conviven desde macristas hasta kirchneristas, pasando por libertarios y radicales, sin obviar a peronistas clásicos.
Desde ese conglomerado de desencantados pretende dar el golpe y refundar el estilo del partido provincial que alguna vez supo representar el Partido Demócrata (PD), que también integra la coalición. Si así lo hiciera, marcaría un quiebre en el devenir institucional de los últimos 40 años. Por lo pronto, parece encaminado a consolidar un bloque legislativo numeroso, pero no homogéneo.
Por su parte, el Partido Justicialista (PJ), ahora encolumnado en el Frente Elegí (FE) tiene en Omar Parisi una candidatura que responde a los abundantes debates internos, no exentos de cuestionamientos y en busca de una identidad que parece perdida. De hecho, la fuga de algunos de sus dirigentes hacia las huestes de De Marchi da cuenta de las dificultades que enfrenta, incluso bajo la sospecha que más allá de quienes han blanqueado su juego por fuera, pueda haber otros que, en silencio, terminen limando un poco más las chances peronistas.
Al margen del resultado, seguramente se abrirán en el PJ nuevas instancias de discusión y reconfiguración, que también estarán atadas al destino de Sergio Massa en la Nación. Sin embargo, el desafío será elaborar una opción capaz de representar el modo mendocino, del que el peronismo parece distante en la última década.
El Partido Verde (PV) con Mario Vadillo intentará captar la demanda ambientalista que las manifestaciones contra la derogación de la ley 7.722 aparecieron como masivas en 2019, pero que no han tenido el mismo reflejo electoral. Vadillo ha sido, en este tiempo, protagonista de polémicas, en especial sus contrapuntos con el mismo De Marchi, tanto en la Fiesta de la Ganadería en General Alvear, como otra más reciente tras la salida de su espacio de uno de sus referentes, Marcelo Romano, quien ahora acompaña al lujanino. Su rol de tercera fuerza, o árbitro de la grieta parece haber sido desplazado en este proceso.
Finalmente, el Frente de Izquierda (FIT) va con Lautaro Jiménez, en una apuesta conceptual, programática e ideológica repetida y sin adecuación ni innovación, que resume en la consigna de la defensa de los derechos de "mujeres, jóvenes y trabajadores" y que se asienta en la profesión de maestro del propio candidato. Sin mayores aspiraciones, sus chances parecen lejos de aquella elección del 2013 que consagró a Nicolás Del Caño como diputado nacional, tras obtener el 14% de los votos en Mendoza.
Así las cosas, la clásica diatriba entre la continuidad y el cambio volverá a marcar la opción de los electores, pero especialmente, la renovación de la confianza para actores conocidos o la necesidad de explorar otras alternativas capaces de reconfigurar el tablero provincial.
Las cartas están echadas, y seguramente, no será cuestión de suerte lo que suceda.