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La insoportable levedad de Lourdes Arrieta

Tras los serios cuestionamientos a su conducta, que incluyó la visita a represores en la cárcel, la diputada rompió el silencio y sus razones sonaron a inadmisibles falencias para el lugar que ocupa.

01/08/2024 23:10
Lourdes Arrieta
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Casi como una triste parodia de la política, el derrotero de la diputada nacional por La Libertad Avanza (LLA), Lourdes Arrieta ha significado -en apenas un puñado de meses- una sucesión de equívocos, escándalos e infortunios pocas veces vistos desde el retorno de la democracia.

En menos de un año, la joven que apenas aspiraba a ser concejal de Las Heras y terminó como representante del pueblo de Mendoza en el Congreso de la Nación parece estar convencida que las vueltas del destino que la convirtieron en una figura pública, más que un golpe de suerte fue un reconocimiento a unos méritos y una trayectoria que -evidentemente- no tiene.

Peor aún, lejos de asumir su cargo con humildad, prudencia y disposición al necesario aprendizaje que cualquier mortal necesita en toda tarea nueva que emprende, se mostró deslumbrada y exultante en las redes sociales, como una celebrity empoderada desde la nueva casta libertaria y hasta casi impune en su vocación de nepotismo. Así sumó a sus decisiones a su hermano Martín, pero también a sus padres a quienes nadie votó. Algo así como una oportunidad política para la construcción de una pyme familiar de influencia y sueldos públicos.

Apelaciones a la fe evangélica en sus intervenciones en el recinto, designaciones y pedidos de renuncia arbitrarios a funcionarios como sucedió en el PAMI, inclusión de personas fallecidas en los avales ante la Justicia para la constitución del partido La Libertad Avanza en Mendoza, frivolización de su figura, son algunos de los registros que la irrupción de Arrieta han dejado hasta el momento. 

Lourdes Arrieta

Nada desconocido ni que llame a situaciones antes no protagonizadas por otros. Ella dice que, al no provenir de la política, ha debido en este tiempo hacer un "curso express" que para su desgracia y desprestigio parece haber aprobado con éxito, como lo más rancio de la casta. Incluso, y particularmente el grave incidente que supuso su visita el 16 de julio, junto a un grupo de diputados libertarios a represores condenados por delitos de lesa humanidad en la cárcel de Ezeiza.

Trascendida la noticia, generada la conmoción, Arrieta guardó silencio durante dos semanas sobre las razones o los motivos, sin explicación alguna de ese cónclave con genocidas. Hasta que rompió el silencio en estos días.

Mezclando argumentos, esgrimiendo razones vacuas, eludiendo su rol, la diputada accedió a hablar con los medios luego de reiteradas negativas y el intento de sus asesores de intermediar el necesario vínculo entre periodistas y funcionarios. El resultado fue en verdad lamentable y en todo caso explican las razones de su negativa a defender públicamente decisiones políticas, al menos polémicas.

Sus argumentos lejos de ayudar, parecen exponer seriamente sus limitaciones, su inadmisible desconocimiento o, lo que es peor, su escasa preparación para el cargo. Arrieta no sólo admitió que no sabía (aunque le dijeron que se trataba de una inspección humanitaria), ni a qué iba (supuestamente luego dijo a verificar infraestructura y condiciones carcelarias), ni quiénes eran los nefastos personajes con los que reunió, sino que además adujo ahora haber sido "engañada" y "estafada" por el colega libertario que organizó el tour de la discordia: Beltrán Benedit.

 

Beltrán Benedit

Más grave todavía, sin sentir ni siquiera vergüenza dijo que "tuvo que googlear" para saber de qué se trataba tanto revuelo, pues ella había nacido en el '93 y por lo tanto no tenía "ni idea" de lo que todo el arco político y gran parte de la sociedad se sentía escandalizada. Jamás registró el terrorismo de Estado, ni la represión ilegal, mucho menos la desaparición y el asesinato de personas o el robo de bebés. Más que pecado de juventud lo suyo parece un severo desentendimiento o complicidad negacionista.

Escudándose en su condición de joven, de mujer, de origen humilde, hija de un veterano de Malvinas, Arrieta parece ahora querer exculpar o diluir su responsabilidad política como dirigente y también pública, legítimamente elegida, para honrar las instituciones republicanas de la democracia. Pide perdón y hasta admite que se allanará a la investigación que surja de Diputados que podría sancionarla. 

Es como si además de padecer desilusiones, frustraciones y enojos, en estos 40 años de democracia, también debiéramos ahora conformarnos con dirigentes lábiles, sin formación, ideológicamente desideologizados, millennials que entienden el servicio público como un posteo en las redes, y la política como el seguidismo acrítico de sus líderes. 

La política no es un juego, ni una vidriera de vanidades, aunque muchos así lo consideren. Necesita de quienes estén dispuestos, preparación, estudio, rigor, empatía. No sólo poses y corazones con patitos en la cabeza.

Lourdes Arrieta

Quienes vivimos la transición de la dictadura a la democracia soñamos con que la sucesión de gobiernos elegidos por la voluntad popular fueran consolidando el sistema y nos dieran una dirigencia cada vez más competente y afinada en la defensa de sus valores, creencias o doctrinas partidarias. Debates que enriquecieran la oferta cívica. Así, nosotros, como ciudadanos podríamos elegir un menú cada vez más cuidado.

Lejos de eso, la política también parece haber abierto la puerta a quienes tal vez bienintencionados (no se pone en duda) no terminan de comprender los pasos trascendentes de la historia argentina reciente, los hitos capaces de generar consensos democráticos inalterables, el dolor que forzó un Nunca Más que ni siquiera parece ser comprendido por quienes hoy todo confunden y minimizan, con la liviandad insoportable de no hacerse cargo del sufrimiento que nos trajo hasta acá, ni de la claridad necesaria para seguir adelante. 

Sin eslóganes ni frases hechas, con la necesaria comprensión del momento y el desafío de los que siguen esperando que esto mejore en serio. Demasiada carga para espaldas tan frágiles.

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