Cuando en pleno proceso electoral del 2023 Alfredo Cornejo confirmó la fórmula para su retorno a la Gobernación fueron muchas las sorpresas. Como en 2015, volvía a elegir a una mujer (antes había sido Laura Montero), sólo que ahora no venía de las filas del radicalismo, ni tampoco se trataba de una profesional de la política. Por el contrario, estaba afiliada al Pro y era médica de profesión, aunque con un paso previo como legisladora provincial.
La elección de la acompañante no fue inocua puertas adentro de Cambia Mendoza y la misma UCR. Casado, médica inmunóloga, había sido una constante activista contra las restricciones sanitarias impuestas en la pandemia por Alberto Fernández y una insistente demandante de aperturas al entonces gobernador Rodolfo Suárez. Sus reclamos no sólo eran públicos sino también privados, hasta el extremo de ser bloqueada en el WhatsApp del entonces gobernador.
Pero además, Casado quien en su perfil en las redes se define como "liberal antes que estuviera de moda", ya había tenido dichos polémicos sobre la última dictadura militar que le valieron el mote de "negacionista" que logró sortear aunque dejó en claro su concepción ideológica.
Pese a ello, Cornejo consideró entonces que la sanrafaelina era la mejor pieza de una jugada a dos bandas: 1) dar muestras de alineamiento nacional con Patricia Bullrich (entonces precandidata presidencial) y 2) obturar la amenaza rebelde local que Omar De Marchi terminó concretando al crear La Unión Mendocina y romper tanto el Pro como Cambia Mendoza.
Una vez electa vicegobernadora, Casado ratificó que si ese perfil tan disruptivo la había llevado hasta los primeros planos de la política, ¿por qué debería modificarlo?
Incluso, ya con Javier Milei en la presidencia, ante cualquier micrófono o desde su cuenta de X, se expresa sin filtros y en clara sintonía con el libertario. Inspirada en sus formas y en su fondo.
Rebelde con aspiraciones
Envalentonada y empoderada, Casado busca ahora la presidencia del Pro mendocino que deberá renovar sus autoridades tras la intervención nacional en elecciones internas. Sólo que enfrente está el demarchismo (ahora también libertario) y que busca revancha.
En todos los ámbitos la dirigente da pelea, en todos los frentes recibe y contesta los embates como si la tan mentada "batalla cultural" se pusiera en riesgo en cada posteo o declaración pública. Sólo que para goce de sus adversarios, internos y externos, lo que podría considerarse en ella como auténtico y espontáneo se torna un flanco expuesto a la polémica, y con ello al desgaste.
Mientras en el Gobierno todavía hay quienes piensan que Casado no debería haberse arriesgado a jugar tan fuerte en una elección interna que puede perder (y con ello arrastrar a Cornejo), la vicegobernadora no deja controversia por sembrar: desde la autopercepción indígena a la marcha universitaria, pasando por el reciente partido entre Independiente Rivadavia y Godoy Cruz, o la crisis diplomática con España, casi sin entender los alcances de su responsabilidad institucional. Sobre todo asunto parece estar obligada a expresarse partiendo a la opinión pública en dos.
Preocupada en mostrarse como una ciudadana común (con sus pasiones y enojos) la vicegobernadora abre conflictos con asiduidad y genera enojos por doquier que en Casa de Gobierno observan cada vez con más atención.
En su defensa, sólo alega que lo políticamente correcto "no va con ella", pero en el universo de las variables siempre calculadas del cornejismo, Casado aparece dispuesta a jugar su propio juego aunque ello altere, complique o dificulte la estrategia siempre ajedrecista, pero básicamente tiempista, del gobernador. Y eso no deja de inquietar. Tal vez más de la cuenta.
Así es con la particular sintonía que exhibe con Luis Petri, que no claudica en sus aspiraciones de suceder a Cornejo, y con quien dice coincidir en que "la vemos..." en clara alusión al acompañamiento mileista del ministro de Defensa. Ese mismo nivel de exposición la convierte también en blanco de la crítica o el ataque político. En una semana cargada de contrapuntos varios, incluso con el empresario y presidente de la Lepra, Daniel Vila, desde la izquierda la acusaron de nombrar "7 cargos políticos más, con sueldos de 2 millones" de pesos, según denunció el dirigente del FIT Lautaro Giménez, quien no se privó de asegurar que "la Legislatura colapsa de hipocresía". O algo así como criticar a la casta y actuar como tal.
Desmentidas, cruces, chicanas, contraataques permanentes, el impulso público irrefrenable de Casado contrasta con el modo sigiloso y en extremo analítico de Cornejo. Aunque su vice se muestra leal y subordinada, hasta el momento la diferencia tan marcada de estilos aparece demasiado cerca del riesgo inesperado y acaso lejos del necesario equilibrio de la gestión.