Por Gustavo Douglas Nazareno (MP 1317), médico, excoordinador de la Sección Neumonología Clínica y Medicina Crítica de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) y Jefe de Neumonología del hospital Enrique Vera Barros (La Rioja)
Si bien los virus respiratorios circulan fundamentalmente en la época fría del año, también lo hacen en verano. Tal es el caso del Coronavirus pandémico SARS-COV 2 que, además, ha mostrado algunas características particulares en su comportamiento, por lo que continuará produciendo infecciones durante los meses venideros, aunque las temperaturas sean elevadas.
En general los virus respiratorios pueden transmitirse cuando una persona enferma tose, estornuda o habla emitiendo pequeñas gotitas que alcanzan a otra persona situada a una distancia corta (en general a no más de 2 metros). El contagio también puede darse, aunque en menor medida, al tocar superficies u objetos contaminados (picaportes, teclados, etc).
Se ha determinado, además, que el Coronavirus pandémico puede permanecer suspendido en el aire, sobre todo en ambientes interiores, un tiempo variable dependiendo de la ventilación del lugar, del tamaño del recinto y la cantidad de personas. Esto se conoce como transmisión por “partículas aerosolizadas”. Esta vía de contagio puede afectar a personas que estén alejadas del enfermo o inclusive producirse luego de que la persona infectada abandone el lugar.
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Si bien el verano se asocia con condiciones en las que la transmisión de procesos virales respiratorios es menos frecuente, hay ciertas circunstancias que pueden favorecerlas:
* Permanecer mucho tiempo en ambientes públicos con aire acondicionado: algunos sistemas ayudan a la recirculación de aire, lo que sumado a la falta de ventilación natural puede favorecer el contagio. Esta vía de transmisión podría minimizarse mediante la colocación de filtros especiales en los equipos de refrigeración (filtros HEPA), o ventilando en forma periódica o permanente el lugar. También es importante mantener el aire a una temperatura adecuada, porque exponerse a una diferencia mayor a 10°C entre exterior e interior puede afectar los mecanismos de defensa de las vías aéreas.
* Situaciones de estrés excesivo: diferentes circunstancias propias de la finalización del año pueden generar una carga adicional de estrés que afecta el sistema inmunológico, lo que hace que la persona esté más propensa a contraer una infección respiratoria o a que ésta tenga una evolución más grave.
* Hacer repentinamente actividad física demasiado exigente: motivados por las condiciones climáticas muchos eligen esta opción en verano. Si bien el ejercicio físico es beneficioso, iniciar actividad física exigente en forma abrupta (sobre todo luego del confinamiento) también puede debilitar el sistema inmune.
* Viajar: En el transporte público de larga distancia, donde se comparte un espacio cerrado y reducido durante varias horas con muchas personas, es posible contagiarse de otros pasajeros que podrían estar enfermos. El sistema de circulación de aire en los aviones hace que sea bastante menos probable el contagio que en los transportes terrestres. El traslado entre provincias con situaciones epidemiológicas diferentes también puede implicar un mayor riesgo de enfermarse.
* Ambientes super contagiadores: algunos recintos como bares, restaurantes o discotecas, que generalmente tienen mucha actividad en época de verano, pueden ser potencialmente ambientes “super contagiadores” ya que pueden reunir las condiciones necesarias para los contagios a través de partículas aerosolizadas.
Las fiestas de fin de año y las vacaciones, junto a la natural relajación de las medidas de cuidado personal en estas circunstancias, pueden adelantar la ocurrencia de una “segunda ola”, por lo que será clave la responsabilidad individual para mitigar sus consecuencias.