La consagración de River como ganador de la Liga Profesional, tres fechas antes de su final, reabre un debate que se genera a partir de un interrogante propio del fútbol argentino: ¿Importa el cómo y de qué manera se accede a un título o solo el hecho de haberlo conseguido exime de cuestionarse el por qué?
En el caso de esta formación, la obtención del campeonato de primera división se asienta en un denominador común: el logro respeta una tradición futbolística que se remonta a una histórica escuela riverplatense que combina el plano estético con la eficacia en el resultado. El metro patrón se reparte simétricamente en ambos planos, tal como si uno fuera consecuencia del otro y viceversa.
Si a esto se le suma que el egreso de Marcelo Gallardo había dejado la vara muy alta para quien fuese su sucesor, lo cierto es que el arribo de Martín Demichelis encajó como la pieza que le faltaba al rompecabezas para garantizar la confianza en un proyecto que no iba a modificar aquello que ya había echado raíces y se iba garantizando tanto en su esencia como en su modo de expanderse.
El ciclo del “Muñeco” obró como una bisagra en la matriz identitaria “millonaria”, la cual se puso a prueba en el período más duro que le había tocado atravesar y que decantó en la pérdida de categoría. Más allá del rápido retorno, el patrón de resiliencia que se implantó terminó obrando como un disparador hacia la recuperación de un orgullo que no se contentaba con regresar al sitial del que nadie podía imaginarse haber salido, sino también a marcar presencia a nivel nacional e internacional como un protagonista permanente de instancias definitorias.
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Por eso, la apuesta tras el cierre de la etapa refundante corría un margen de riesgo que implicaba una línea sucesoria con un índice de posibilidad de devenir en fracaso. Y allí, la apuesta fue a todo o nada porque significaba repatriar a un producto de la casa pero con experiencias adquiridas en el escasamente cercano fútbol alemán.
No fueron pocas las voces que le adjudicaban a “Micho” un porcentaje de éxito menor al esperado y esas mismas interrogaciones recorrieron a un sector de la prensa argentina que no disimulaba tales presunciones.
Demichelis, mientras, se dedicó a construir junto a su cuerpo técnico y sus analistas. Y fue dando pasos concretos a base de hechos verificables en la cancha.
El sistema táctico ameritaba que el plan fuera cumplido a intensidad alta y sin bajas de tensión. Los movimientos de salida desde el fondo a través de los laterales necesitaban compromiso de quienes trabajan en función defensiva como de volantes mixtos que pueden ser tantos internos como externos conforme se desarrolle el partido.
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Precisamente, los mediocampistas y los marcadores de punta debían estar dispuestos a manejarse en triangulaciones cortas como en largas, pero siempre procurando el control del balón como premisa. Así, los avances llegaban a posiciones de definición con un apoyo de quienes no buscaban insertarse en el área sino llegando a ésta para distraer marcas. El problema, en estos casos, era del rival.
La riqueza y jerarquía de nombres como los de Esequiel Barco, Nicolás De la Cruz, Enzo Pérez, Ignacio Fernández, Lucas Beltrán, Rodrigo Aliendro, Milton Casco, Agustín Palavecino, Leandro González Pírez, Franco Armani, Paulo Díaz, Enzo Díaz y Miguel Borja, entre otros, garantizaban que la idea base se fuera cumpliendo tanto en la LPF como en la fase de grupos de la Copa Libertadores y los inicios de la Copa Argentina. Los aportes desde el banco sumaron en vez de restar. Y hasta se dio el gusto de hacer debutar en cancha a esa promesa de 17 años como lo es el ”Diablito” Echeverri.
Con todos estos factores a favor, River fue madurando y auto convenciéndose de que la superioridad sobre sus ocasionales adversarios se manifestaba casi en forma permanente. Inclusive, hasta darse cuenta de que el peor enemigo era sí mismo por las urgencias y presiones que se abalanzaban desde el afuera. Hasta que también lo superó.
Nadie podrás discutirle los méritos a este equipo que fue el mejor en todos los ámbitos y así lo reflejan las estadísticas. El primer paso ya se cumplió, pero los objetivos se mantienen a cualquier competencia en la que participe. De River dependerá