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La noche que Montiel caminó con 45 millones de corazones

Se cumplen doce meses de la finalisima en Qatar y aún las emociones persisten como en aquel 18 de diciembre pasado

18/12/2023 07:34
La pelota hacia un lado y la mirada hacia el otro.
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Hace 12 meses, exactamente un 18 de diciembre de 2022, hubo un instante – uno, entre tantos - en el cual se unificaron las palpitaciones de multitudes desperdigadas no solamente en el cono sur americano sino también en diferentes latitudes. Sea el punto de contacto con la realidad que fuere, nunca mejor denominación que la de planeta fútbol sirvió para ejemplificar el momento. La tensión derivó en una multiplicidad de vectores y en no más de diez segundos una delgada cuerda floja separó al cielo del infierno.

Y de repente, el estallido interno.

Porque esa caja de resonancia en la que se transformó el Lusail Stadium se convirtió en el epicentro de un sismo interior que derribó estructuras y se manifestó, llamativamente, en una sucesión de segundos cercana a un minuto donde el silencio ganó el centro de la escena sin que nadie se lo imaginase.

Silencio, sí…pero expresado a través del llanto y no del grito liberador. Lágrimas que brotaron a borbotones y sin contención. Un desfile de imágenes producidas por la ola de emociones que se retroalimentaba de la energía desatada en el campo de juego. Llorar a lágrima viva como modo de desahogo. Llorar para descargar. Llorar para hacer fugar a la adrenalina interior. Llorar hasta el límite con estallar.

 

El instante previo, con Lloris sin chance.

Y cuando fue cediendo esa intensidad del lagrimear, la prueba siguiente fue de qué manera dejar atrás ese estado de estancamiento para emprender el regreso hacia la estabilidad emocional. No fue poco.

Aún persistía ese eterno retorno a la imagen de Montiel yendo desde el centro del campo hacia recibir la pelota para ubicarla en el punto penal. Caminaba con naturalidad, como si estuviese abstraído del entorno y del contenido de su misión. Ni un guion cinematográfico lo hubiera hecho mejor. Las palpitaciones a mil…pero no las de él, que parecía impertérrito frente a su cometido.

A lágrima viva, tras la consagración.

El lado esotérico que nutre a la pasión futbolística se hallaba en el pico más alto de funcionamiento. Las cábalas personales le sumaban a la escena. La misma ropa, el mismo lugar frente al televisor, la idéntica frase ingeniosa, las invocaciones, los cuernitos al arquero rival, hubo quien optó por cerrar los ojos y hubo quien eligió pararse o arrodillarse. Y esa cuenta regresiva, sin mirar al arquero y al compás de los seis o siete pasos previos que dio el ejecutante hasta que su pie derecho impactó en el balón mientras Lloris iba hacia el otro lado.

Cuarenta y cinco millones de corazones tuvo Montiel durante esos diez segundos en la noche qatarí.

Igual que ahora.

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