La pregunta del millón es por qué Martín Demichelis no genera empatía con el promedio del hincha riverplatense que, con él de DT, celebró para River Plate tres conquistas en un año, tales como la Liga Profesional de Fútbol 2023, el Trofeo de Campeones 2023 y ahora la Supercopa Argentina 2024; además, 40 victorias en 67 partidos y una marca positiva en los clásicos: ocho sin perder, incluidos los tres contra Boca (dos victorias y una igualdad).
La causa, quizás, esté fuera de la cancha y tenga que ver con que los códigos comunicacionales que maneja el entrenador no provocan cercanía con el modus vivendi argentino y se asocien más con su experiencia europea de vida -sobre todo la de su feliz etapa en Bayern Munich-.
Aquél nunca aclarado episodio en el que se presume que, delante de un grupo de periodistas cercanos, filtró cuestiones internas del plantel sin antes habérselo comunicado a sus jugadores, tampoco colabora en la construcción de imagen que le cabe a un conductor grupal en el día a día.
El ninguneo a Enzo Pérez cuando este se acercó al banco de suplentes para saludar previo a la final de anoche o el grito de desahogo mirando a la platea del estadio "Mario Alberto Kempes" tras el gol de Rodrigo Aliendro remarcaron que los éxitos deportivos van por un lado y la aceptación masiva, por otro.
En la conferencia de prensa post partido, en cambio, presentó una imagen más diáfana y cercana, aunque todavía con rasgos de sobreactuada.
Técnicos exitosos como Ángel Labruna, Ramón Díaz y Marcelo Gallardo siempre tejieron un vínculo afectivo con el hincha, por lo que quedaron en la memoria riverplatense por generaciones.
"Micho", en cambio, parece seguir ajeno a esa sinergia emocional.
Ámbitos distintos, sin un puente que aún los una.