En estos dìas de reflexión en medio de la conmemoración de Semana Santa, recibimos la noticia de la muerte de Víctor Legrotaglie, un emblema de los mendocinos, uno de los más grandes jugadores de la historia del futbol nacional que deja un vacìo inmenso en el corazón de los habitantes de esta tierra.
Había nacido el 29 de mayo de 1937 en la Ciudad de Mendoza, en la calle Federico Moreno, entre Entre Rios y San Luis. Muy niño ya demostró que había llegado al mundo para triunfar en la irregular geografía del potrero y después en los grandes escenarios del fútbol.
Esta nota está signada entre lágrimas y el corazón partido, por recuerdos personales. Cosas que habitan la memoria del final de la niñez, el inicio de la adolescencia y la juventud y la madurez de este cronista.
Pasa que los ídolos siempre fueron una necesidad del hincha, pero también debieron contar con impulso personal. Y si bien la chapa de ídolo se les pegó a muchos, la diferencia radica en que cuando todavía no eran los tiempos de cambio rápido de figuritas, cuando se podía recitar de memoria todas las formaciones de los equipos, quien llegaba al pedestal de ídolo lo hacía para anidar en el alma del hincha. Y por más que no se pretenda enarbolar aquí la melancolía, está claro que hoy es todo más fugaz. Habrá sido porque les tocó una época todavía alejada del mercantilismo actual.
Con el Víctor me unió la misma relación que con Nicolino… De chico mi viejo me llevaba a la tribuna a ver los partidos de la liga Mendocina de futbol, del campeonato local, donde èl deslumbraba en el equipo de Gimnasia y Esgrima, el que luego sería considerado uno de los más grandes jugadores de fútbol de la Argentina en su historia.
Luego en la adolescencia y juventud me tocó como periodista cubrir gran parte y el final de su brillante carrera, para pasar en los últimos 30 años a ser grandes amigos. El ídolo, el personaje a tratar en la profesión y luego la amistad.
En 1970 tenía 17 años. Tuve la enorme posibilidad de debutar en una transmisión del campeonato nacional de fútbol, en LV10 Radio de Cuyo, como vestuarista. Jugaban el glorioso equipo de Gimnasia de Mendoza ante Newell’s en Rosario, y mi primer reportaje fue a Víctor Legrotaglie. Los nervios me carcomían; el hecho de debutar con uno de los más grandes relatores que conoció Mendoza, Jorge Germán Ruiz, era todo un desafío. Pero había que largarse. Fue una enorme oportunidad que no desaproveché. Me acuerdo que cuando Germán me dio paso le dije que debutaba cantando con Gardel al hacerle el reportaje al Víctor.
Al conocerlo tanto entendí profundamente por qué era un ídolo verdadero. Porque tenía ese ángel, ese fuego sagrado, que lo llevó a ser querido y reconocido por tanta gente.
El Víctor en la cancha transmitía el equilibrio entre el arte de engañar del atacante, y el arte de destruir el engaño del defensor, como una alegoría de la vida misma.
Desplegaba como resultado el arte espontáneo, imprevisible, mágico, desequilibrante, contundente a la hora de definir. Siempre lograba la jugada soñada, con alegría, con pasión.
En tantas reuniones y asados en que hemos hablado sobre esto me quiso explicar lo que lograba en la cancha refiriéndose a colegas que sostenían que los jugadores profesionales no se tenían que divertir. “Cómo que no, yo no sé si alguna vez habrán tocado una pelota. Yo me divertía apenas pisaba la cancha. El jugador se divierte en las prácticas, en los partidos, siempre. No hay nada más lindo que correr, saltar, jugar. Se divierte el que crea fútbol, porque participar del juego es hermoso. Y si encima tenes la posibilidad de tirar una buena pared, hacer una buena jugada, una buena gambeta, un buen tiro libre, un golazo, y que la gente te ovacione, ¿qué más queres? No importa si perdes o ganas, lo lindo es pensar que el domingo que viene tenes tu revancha¨.
Una de sus grande anécdotas era como motivaba a sus compañeros, cuando los históricos campeonatos nacionales en que Gimnasia jugaba contra los grandes del futbol argentino en el estadio de Godoy Cruz. Se enfretaba el Lobo al poderoso conjunto de Estudiantes de la Plata de Osvaldo Zuveldìa, que ganaba todo. En el vestuario sus compañeros se vestían nerviosos y preocupados por lo que se venìa, el Victor llegò tarde. Un Rastrojero cargado arribo al estadio. Bajan una guitarra, un bandoneón, un contrabajo. La orquesta de los hermanos Rosales tocará hoy. No será en el campo de juego. Tampoco en las tribunas. El concierto será en el vestuario local, Victor entro con sus músicos amigos diciendoles a los compañeros ¨vamos muchachos a bailar¨. Los hermanos Rosales empiezan con su función. Suena una canción que ya era un himno: “Hoooy, el Lobo está de fiestaaaa, lleeeegó el Víctor y su orquestaaaa.” Todos cantan. Legrotaglie baila, todos se suman. Aplauden. Así, Gimnasia y Esgrima de Mendoza salió a disputar un partido trascendental, donde el maestro, una vez más, la rompìó volviendo locos a Bilardo Y Pachamé.
También no podemos olvidar el partido más recordado de aquellos torneos es una goleada a San Lorenzo, en el Viejo Gasómetro, 5-2, en el Nacional del ’71. En un momento, el árbitro Roberto Goicoechea se acercó a Legrotaglie, cuando eso ya se parecía más a un baile que a un partido.
“O paran con esto o yo no me hago cargo de lo que pueda pasar —le ordenó el referí“.
Legrotaglie le dijo que se quedara tranquilo. Ese lunes Clarin titulò bajo la firma del recordado colega Diego Lucero: “Los gauchos bailaron al compás del Viìctor“
Sin ninguna duda el Víctor ha sido uno de los mejores jugadores que ha dado Argentina. Un talento enorme, un hombre que tenía el fútbol en la cabeza y luego en los pies, un zurdo magistral que construía el juego con la naturalidad y con facilidad con la que solo pueden hacerlo los genios. Un grande de verdad, de los que ya no salen. Por más que haya jugado casi siempre en Mendoza. Su juego siempre estuvo muy por encima de títulos y reconocimientos, que siempre fueron menos de los que merecía. El fútbol del Víctor era talento, imaginación y sentido colectivo. El grupo por encima del individuo. Su juego era puro sentimiento. Amor a la camiseta y entrega al público.
Los números del Victor dentro de un cancha
Empezó a jugar en la Sociedad Italiana 5 de Octubre del departamento de Las Heras y que habían fundado su abuelo y su tío. Antes fue goleador y elegido el mejor jugador de los torneos de baby fútbol. Luego vino el dato estadístico que marca uno de sus récords: debutó directamente en la primera de Gimnasia y Esgrima sin haber pasado por las divisiones inferiores.
Llegó a Gimnasia llevándole el bolso a un amigo que jugaba en el “Lobo”. El técnico de Gimnasia era el “Mona” Alfredo García. Este visionario ya lo había visto jugar en Las Heras, y cuando se lo encontró en la cancha del Parque le dijo: “ Bien pibe, por fin te decidiste a venir”… Y de inmediato le ofreció integrar el banco de suplentes.
Era un torneo Vendimia y a los pocos minutos de empezado el partido, García lo hizo entrar para marcar en la historia el primer partido en primera del Víctor.
Fue en 1956 y viene otro de los datos resonantes: jugó 22 años consecutivos en primera división. Casi siempre en Gimnasia. Ganó los campeonatos con el conjunto del Parque de 1958, 60, 62, 64, 68, 1970, 71, 72 y 1974.
Jugó en otros equipos como Chacarita Juniors (campeón de la B en 1959), Atlético Juventud Alianza, San Martín en un torneo interprovincial. En Atlético Argentino. Y fue refuerzo de Independiente Rivadavia. Pasó por River, donde no quiso quedarse. Tampoco aceptó ir al Real Madrid, que lo buscó insistentemente. Prefirió ser grande en su tierra, en su Mendoza amada. Fue titular 15 años consecutivos en la Selección Mendocina.
Marcó cientos de goles pero se destacan sus 11 goles olímpicos, sus 66 de tiros libres y uno de escorpión (la famosa jugada que inmortalizó René Higuita). En esa ocasión el Víctor se echó hacia delante en la puerta del área, puso las manos sobre el césped y al mismo tiempo elevó los pies en el aire, y remató con los talones para convertir ese gol.
La prensa internacional nos refresco la gran noticia de que el Vìctor estaba en la estadística del futbol mundial entre los más grandes. Es por aquellos 66 goles de tiro libre (cuatro más que Maradona y tres más que Messi), superando por uno a la estrella inglesa David Beckham e igualando al astro brasileño, Ronaldinho; lo que lo deja en el cuarto puesto del ranking histórico mundial, justo por debajo de Juninho (77) y Pelé, con 70. Pero no es el único rubro donde supera al actual mejor jugador del Mundo. Pese a que Messi está sólo a tres goles de distancia y puede alcanzarlo esta misma temporada, hay un ítem donde nunca podrá hacerlo: el mágico Legrotaglie tiene 12 goles olímpicos.
Legrotaglie ya era considerado el más grande jugador que dio Mendoza, y reconocido en el país por ser uno de los más destacados de la historia nacional. Para muchos expertos integra el gran equipo de todos los tiempos.
Es uno de los personajes más emblemáticos de la provincia. Como fueron el Negro Contreras y Nicolino Loche los tres grandes ídolos del siglo XX. A veces cuando me juntaba con Nico y el Víctor qué parecidos los encontraba. En su creatividad, en su magia, en su bohemia… Podría decir que verlo jugar a Legrotaglie era verlo pelear a Locche. O al revés, verlo a Nicolino arriba del ring desplegando su magia era como verlo al Víctor encantando con su zurda. Nico la pinta de Chaplin y el Víctor con su físico de jockey, como alguien se lo decía en sus comienzos al verle las piernas flacas y las medias caídas.
La vida de Legrotaglie estuvo signada por la gloria y la desgracia
Vivió muy joven lo peor de un hombre, la muerte de un hijo. Su querido Cocó falleció trágicamente en la plenitud de su carrera. En ese momento tomó la decisión de suicidarse, se le había acabado el mundo. Llegó con su auto hasta la cima del Cerro de la Gloria, dispuesto a arrojarse. Pero según él mismo me contó no lo pudo hacer y se dijo: “Tengo que poner la cara y estar con el Cocó, aquí en este mundo”. Y se abrazó a ese mística que lo acompañó hasta el final de su carrera. Entraba al campo de juego cumpliendo un rito sagrado: llevaba el pantaloncito del Cocó y en el centro del campo de juego todos sus compañeros tocaban la tela que era sagrada para el maestro, para el director de la orquesta, que lo unía a todo su equipo para luego dar una clase de fútbol.
Pudo afrontar esta situación también por el gran amor que lo unió a su compañera de toda la vida, su esposa Olga, más conocida como la “Lucha”, que unida a sus dos hijas, lo sostuvieron siempre en las buenas y en las malas. Sobre todo dándole esa libertad de pájaro que le permitió anidar siempre con amigos.
El Víctor no solo es un nombre, es también un sustantivo que sirve de sinónimo para la calidad volcada a un campo de juego, un adjetivo que califica situaciones mágicas y/o geniales que sintetizan acciones de destreza casi artísticas.
Un jugador fantástico e irrepetible en su estilo que con su zurda inventó historias para la historia. El fenómeno del fútbol al fin de cuentas. El que hace llorar de emoción a los unos y los otros, a propios y extraños, en una comunión que unió a todos sin importar la camiseta. Eso fue el Víctor.
Como decía otro Víctor, mi gran maestro de periodismo y uno de los más grandes comentaristas de fútbol que tuvo el país, Víctor Brizuela, cuando le pregunté hace muchos años qué opinaba de Legrotaglie me respondió “ Dichosos los ojos que lo vieron jugar”.
O como lo definieron dos grandes jugadores y técnicos de la selección Argentina:
“Esa maravillosa Mendoza, la del vino, la cueca, la que parió grandes músicos y poetas, le puso al Víctor en sus pies lo que le puso a Tito Francia en su guitarra y a Tejada Gómez en su poesía.” César Luis Menotti,
“Cuando jugaba para Argentinos Juniors tuve el privilegio de enfrentarlo en aquellos viejos Nacionales y recuerdo que no había manera de poder quitarle la pelota, la tenía atada a su zurda y era un verdadero espectáculo ver las fantasías que hacía adentro de un campo de juego.”, José Pekerman.
Asi era de grande Legrotaglie, como ahora cuando se siente que el Víctor no se fue, que seguirá estando porque queda una comunión entre la provincia y el Víctor.
Su apellido o apenas su nombre son sinónimos de Mendoza.