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Sesenta años de "Rayuela": el universo cortazareano nunca te deja de a píe

El 28 de junio de 1963 fue publicada la novela que provocó un revulsivo tanto en la forma como en el fondo. Su vigencia aumenta año tras año. Oliveira y La Maga, personajes del ayer, hoy y mañana

 

28/06/2023 09:23
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A inicios de los 60s, las obras de Julio Cortázar habían encontrado un punto de inflexión entre "Historias de cronopios y famas" (1962) y, sobre todo, con la consagración definitiva a escala planetaria de "Rayuela" (1963), que fue publicada el 28 de junio de aquel año y que hoy cumple sus seis décadas de asombro, misterio y ensoñación. Entre tanta esencia creativa para la inmensa legión cronopiadora, el generador de tamaño fenómeno a escala planetaria dejó – como al pasar - frases que de tanto en tanto nos visitan con la intención de alojarse en nuestro inconsciente: "Creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo". Y sí, ese touch cortazareano solía mixturar como nadie el vínculo fantasía/realidad y viceversa, tal como si el movimiento de uno a otro estado estuviese naturalizado a cada momento. "Descubrimos que el paraíso estaba ahí, a la vuelta de todas las esquinas", es la frase que se instala imantada por la magia cronopiana.

Por motivos variados, en la celebración del 60 aniversario de la novela que marcó un antes y después, tanto en su forma de absorberla como de la multiplicidad de interpretaciones que fue y sigue generando, conviene – a modo de consejo – sumergirse en una relectura siguiendo sus capítulos por un orden cronológico a saltos y tal como lo sugería su hacedor. De hecho, se provocó una ruptura lineal en el universo literario de entonces y que aún perdura.

Revulsiva y desestructurante, la segunda novela de Cortázar provocó análisis múltiples desde el abordaje de la tan compleja como serpenteante relación entre Horacio Oliveira y Lucía, "La Maga". Sus encuentros/desencuentros en París llevaron a su infinidad de lectores a recorrer las mismas calles y los mismos puentes que cruzan el Sena -sobre todo en la zona del Quartier Latin- además de frecuentar los cafés que circundan esta zona tan emblemática de la otrora más Ciudad Luz que nunca.

Cortázar sigue cronopiando aún habiéndose despedido de este mundo en 1984. El punto de contacto directo con “Rayuela” es que esta marcó una bisagra entre el academicismo literario y el realismo mágico latinoamericano, del cual fue un precursor quizá sin habérselo propuesto.

 

El capítulo 7 de su novela más emblemática fue un golpe duro para quienes ejercían el arte literario de acuerdo al molde convencional. La magia de esa pluma expresaba: "Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua entre los dientes". Estremece y moviliza el mensaje de Oliveira a La Maga seis décadas atrás, en esa rayuela permanente que transforma lo lúdico en una razón de ser que activa, impulsa y se regenera positivamente.

Casi como si fuera un ritual que se prolonga en el tiempo, la legión cronopia suele, de tanto en tanto, reiniciar un año con la lectura de un párrafo elegido al azar. El ritual se respeta y repite por enésima vez: tener el libro en las manos, cerrar los ojos, concentrarse y abrirlo en una página cualquiera de las 598 que posee.

El efecto revulsivo de esta obre en la literatura aún mantiene su huella identitaria. Ese vínculo turbulento, zigzagueante y confuso entre Oliveira y La Maga ha dado lugar a interpretaciones múltiples. Nada lineal, romantizada ni previsible, la relación creada por Cortázar entre sendos protagonistas sigue despertando conjeturas de las más disímiles. La descripción de las caminatas por París a la búsqueda del cielo o el infierno retratan con maestría a las callecitas parisinas como un faro de la multiculturalidad sesentista.

 

 

 Cortázar estuvo predestinado a marcar una época y lo hizo, quizá sin proponérselo. De brillante cuentista que era tomó la opción del compromiso social y cultural en vez de auto refugiarse en el éxito académico. Creo un mundo imaginario habitado por cronopios/as y famas; de hecho, el Cronopio mayor fue él. En su exilio parisino colaboró con quienes lograron escaparse de las persecuciones y amenazas. "Aquí habrá pocas palabras, pero yo sé que los silencios cuentan" fue una de sus frases, adaptables a todo...igual que él.

Hoy en día se reactualiza la vigencia del legado que dejó no solo en el microcosmos literario sino también en su mirada abarcativa desde su sensibilidad artística y social a la vez. A pocos meses de su publicación, el recorrido por su obra arroja otra perlita: también en 1963 se filmó "Circe", inspirada en el cuento "Cartas de mamá" de su libro "Bestiario" y que fuera llevado al cine por el director Manuel Antín.

Ya en su recorrido final, la ausencia de su compañera Carol Dunlop - fallecida en 1982- le inspiró la necesidad de planear su último atisbo de "cronopio" y le encargó a su amigo y artista plástico Julio Silva que se ocupara de su tumba, la cual debía hallarse al lado de quien fuera su más estrecho vínculo afectivo. Así, en 1984, partió hacia la eternidad sabiendo que en el cementerio parisino de Montparnasse iba a estar acompañado para siempre y así fue. Y es.

El universo cortazareano expande sus dominios. Siempre.

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