Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
Sin embargo, el Real Madrid ha logrado construir, en base a tantos éxitos resonantes y a revertir resultados que parecían imposibles, una leyenda que nos hace creer, con el paso del tiempo, que hasta en el fútbol existe algo previamente escrito y que, pese a que muchas veces se encuentra en desventaja y el tiempo que resta para el final es exiguo, algo sacará de la galera y acabará como siempre, triunfando.
Es muy difícil, casi imposible, llegar a dieciocho finales de Champions League de sesenta y nueve ediciones totales, y haber ganado catorce de diecisiete, sacando una distancia histórica de siete copas al segundo en el continente europeo, y estar en camino de aumentar esa ventaja en tres semanas, cuando el 1 de junio enfrente al Borussia Dortmund en otra decisión, nada menos que con Wembley como escenario, en Londres.
No importa quiénes integren el equipo. Cuando se fue Cristiano Ronaldo -el Alfredo Di Stéfano del Siglo XXI por lo que generó dentro y fuera de la cancha- se dijo que un ciclo se había terminado. Luego se repitió lo mismo cuando Karim Benzema abandonó sus filas para irse al fútbol árabe. También cuando el galés Gareth Bale prefirió emigrar hacia otros destinos hasta retirarse. Y probablemente, se vuelva a repetir el latiguillo cuando se alejen otros cracks del presente.
El Real Madrid puede salir a jugar partidos decisivos de Champions con su gran arquero, el belga Thibaut Courtois, lesionado y casi marginado para toda la temporada, igual que la dupla central compuesta por el austríaco David Alaba y el brasileño Eder Militao, y el lateral izquierdo francés Ferland Mendy, casi ausentes en todo el torneo, también con problemas físicos. Siempre habrá quién los reemplace, y jugando a buen nivel.
Tampoco sentirá que un gran campeón como Luka Modric, con sus cerca de 39 años, haya quedado bastante relegado en esta temporada con la llegada de Jules Bellingham, llamado a marcar una etapa con su talento joven y su enorme capacidad para conectar con los hinchas y el club, aunque en los últimos partidos no haya sido el mismo, más sacrificado para el juego colectivo.
Si algunos faltan, los otros rendirán el doble si es necesario. El incombustible Toni Kroos seguirá poniendo sus pases milimétricos, casi sin perder una pelota, Rodrygo aprovechará al máximo cada centímetro del campo, y Vinicius Junior se encamina hacia su primer Balón de Oro, dejando de lado los debates sobre racismo, luego de haber sido víctima de cantos hostiles en muchos estadios de La Liga, pero también de haber reaccionado o provocado situaciones tensas como varios rivales.
El Real Madrid es capaz de darle vuelta un al propio Bayern Munich en un minuto con dos goles de Joselu, un centrodelantero alto y cuyos fuertes son el oportunismo y el optimismo, que hace meses estaba jugando en el Espanyol y que llegó a préstamo al club blanco, con una opción de apenas un millón y medio de euros. En uno de los dos goles de la clasificación a la final, este goleador tuvo como partícipes de la jugada a Nacho Fernández- un eterno defensor que hasta es capitán en determinados momentos, pero que cada vez que se acerca el final de la temporada amaga con irse ante las escasas posibilidades de ser titular.- y Antonio Rüdiger, un potente central alemán pero que no es precisamente un definidor.
Todo vale, porque el Real Madrid es capaz de todo. De levantar en un minuto, y al final, un partido que ya parecía perdido y que lo sería, seguramente, con otra camiseta, como ya lo hizo ante el Chelsea, el PSG y el Manchester City en 2022, en tres noches legendarias en el Santiago Bernabeu.
Claro que esta historia del Real Madrid, estas victorias épicas, también contienen la contracara, los eternos errores arbitrales de los que sale favorecido tantas veces, que casi terminan desafiando las leyes de probabilidad. Si su veterano entrenador italiano Carlo Ancelotti ya lo sufrió cuando dirigía al Bayern Munich en la temporada 2016/17, ahora pudo disfrutarlo del otro lado, con una postal que se repite, la de los rivales protestando airadamente ante el árbitro.
Esta vez, los alemanes pagaron en la última jugada del partido, en el descuento, cuando perdiendo 2-1, el avance terminó en el gol de su defensor Matthijs De Ligt, pero cuando el defensor holandés iba a rematar, ya todo estaba invalidado por un error insólito de un árbitro de la categoría del polaco Szymon Marciniak, quien tuvo a su cargo nada menos que la pasada final del Mundial de Qatar entre las selecciones de Argentina y Francia.
Marciniak “compró”, segundos antes del remate de De Ligt, un supuesto fuera de juego del Bayern debido a que el juez de línea levantó el banderín, y pitó la interrupción de la jugada antes de su remate, cuando en una situación tan delicada como la definición de una semifinal de Champions, y cuando el pedido de la FIFA ex taxativo acerca de que ante la duda, la jugada debe seguir hasta el final y luego consultar al VAR si es necesario.
El hecho de interrumpir la jugada y dejarla sin efecto, provocó que no pudiera ser consultada en el VAR, y lo que es peor, luego se comprobó que no hubo fuera de juego alguno, y que, por lo tanto, el juez de línea se equivocó en señalarlo. Un doble error muy grave, que de todos modos ya no tiene remedio y el Real Madrid estará en otra final, esta vez, ante un gran Borussia Dortmund que eliminó al PSG de Kylian Mbappe (por cierto, según parece, con futuro próximo en el club blanco español).
Con tanto para ganar, con la enorme calidad de sus jugadores y con el tremendo espíritu que siempre ha tenido, este tipo de definiciones y de arbitrajes favorables no ayudan a una imagen que no necesita un club con tantos títulos y que fue considerado por la FIFA como el mejor del Siglo XX y acaso vaya siendo ya el mejor de lo que va del actual.
Por eso, aquel “Así, así, así gana el Madrid”, que repite con orgullo su hinchada, es desde hace tiempo replicado por los rivales exactamente con el mismo cántico, permitiendo una polémica innecesaria cuando cuenta con todas las herramientas para imponerse desde sus propias fortalezas.
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