Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
Si los dirigentes y militantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) quieren aprovechar este fin de semana para arropar a Sánchez mostrándole su apoyo para que no se vaya del Gobierno, harto ya de estar harto -como diría el cantautor Joan Manuel Serrat-de los embates ultraderechistas, y con la izquierda cerrando filas para que no termine todo en que termine asumiendo el Partido Popular (PP) en una alianza con Vox -los derrotados en la última formación de gobierno-, en Cataluña, por fin, se respira tranquilidad con la decisión final de Xavi de continuar otra temporada al frente del equipo azulgrana, aunque el entrenador todavía no explicó los motivos de tan rotundo cambio de parecer, algo que se espera para este domingo, en la conferencia de prensa previa al partido de liga del lunes ante el Valencia, en Montjuic.
El Barcelona venía a los tumbos en la temporada, cuando perdió 3-5 ante el Villarreal como local, en el partido que se considera bisagra porque la producción colectiva tocó fondo, y fue entonces que Xavi, conocedor profundo del barcelonismo luego de haber hecho su carrera casi completa de jugador allí, decidió dar a conocer que, inexorablemente, se marcharía el 1 de julio próximo, una vez que finalizara la actual temporada, lo que descomprimió tanto la presión mediática y del barcelonismo en general, que el equipo comenzó a funcionar y a obtener mucho mejores resultados.
Mientras el director deportivo y exjugador y excompañero de Xavi, el brasileño-portugués Deco, se disponía a buscar entrenadores para la temporada siguiente -se habló del alemán exBayern Munich Hansi Flick, del exjugador del Barcelona Thiago Motta y del mexicano Rafa Márquez, que dirige al Barcelona Athletic, más conocido como “Barça B”-, el equipo fue levantando su producción hasta trepar al segundo lugar en la liga, superando al Girona, y llegar a la semifinal de la Champions League, donde el PSG terminó con la ilusión al ganarle en Montjuic 4-1.
Cuando parecía que todo se volvería a desmoronar en el final de la temporada, que se va acercando, apareció lo que desde hace un tiempo ya era una posibilidad: que Xavi reculara en su decisión de irse un año antes de terminar su contrato, y finalmente se quedara, aunque las condiciones no se saben todavía y se especula con que entre Deco y el presidente, Joan Laporta, le impusieron condiciones como que debe haber cambios en el cuerpo técnico, si bien el entrenador también quiso un compromiso de que el club llegará a la regla del 1-1 en el próximo mercado de pases (es decir que por cada euro que entre, se pueda gastar un euro en fichajes y no como ahora, que está en el 1-4 por su mala economía -por cada cuatro euros que entran, puede gastar uno- y que entonces se pueda traer jugadores top de la talla de Bernardo Silva (Manchester City) o Joshua Kimmich (Bayern Munich) o Martín Zubimendi (Real Sociedad), y que se seguirá dando prioridad a las divisiones inferiores, acaso el mayor legado de Xavi en los casi tres años que lleva en el puesto.
¿Por qué se repite cada vez más esto de anunciar una salida que luego no se cumple y hasta se festeja la permanencia con bombos y platillos como si fuera una contratación o el inicio de algo nuevo, sea en política como en deportes? Pareciera, cada vez más, que el “me voy” es una jugada de marketing que obedece a propósitos puntuales mucho más que a un sentimiento real. En el “Renuncio” no parece haber una intención real de marcharse sino que se apunta a un llamado de atención hacia la tropa propia para conseguir un apoyo mayor a la gestión y terminar fortalecido o para descomprimir un ambiente irrespirable.
¿Habrá copiado Xavi, con su anuncio, el modelo de Lionel Scaloni, que sorprendió a propios y extraños cuando inmediatamente después de que la selección argentina venciera a la brasileña -una vez más- en el Maracaná por la clasificación al Mundial 2026, anunció que necesitaba un respiro y “tomarse el tiempo para pensar” porque el equipo nacional necesitaba “un técnico que dedique el cien por ciento de sus energías” y que él no lo podía garantizar?
Las interpretaciones sobre esta frase que generó un gran impacto -mucho mayor al posterior anuncio light de su continuidad aunque sin fecha de caducidad- pasaron por una necesidad de apelar a jugadores juveniles para el recambio previo al próximo Mundial, sabiendo que habría resistencias internas, pero también, en otros casos, por una posible queja -luego desmentida y hasta justificando al presidente de la AFA, Claudio Tapia- por la organización de los amistosos preparatorios ante rivales sin jerarquía y en medio de un caos, con cambios de fechas y de oponentes.
Si para muchos, aquella frase de Scaloni en Río de Janeiro tuvo un propósito y generó un impacto en el mundo futbolístico, por qué no pensar que Xavi intentó hacer lo mismo en el barcelonismo para levantar a un equipo que se caía a pedazos y que se descomprimió desde ese anuncio. Y por qué no extender esta presunción a Sánchez tomando en cuenta de que si quien como político es casi un adalid del manual de la resistencia en el poder, suena muy extraño que lo vaya a dejar todo por un ataque sin asidero de una ultraderecha que no pudo con él por el lado de la legalidad. Más bien suena a otro capítulo del “me voy…pero me quedo” de estos tiempos en los que la palabra puede adquirir distintos significados de acuerdo con lo que ocurra en el futuro (si me apoyan, si el equipo mejora, si aceptan los cambios que propongo).
Y en el medio, la gente, los medios de comunicación, las especulaciones, la ansiedad, el vilo. Pero el protagonista ya habrá conseguido que el foco se haya posado tal como se lo planteaba como objetivo.
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