Por Sergio Levinsky, desde Barcelona
Días atrás, con el estreno de uno de los tantos documentales sobre la selección argentina campeona del mundo hace un año en Qatar, el propio Messi apareció afirmando que no descarta “cien por ciento” estar en su sexto Mundial consecutivo, pero reconoce que, a los 39 años, no es una edad en la que de manera corriente los jugadores se encuentren en una condición top para poder formar parte de la gran fiesta y rendir a pleno.
No es novedad. Messi viene diciendo, las veces que en estos meses se le preguntó por el Mundial 2026, que ni él mismo puede saber lo que va a ocurrir, y tiene razón. Parece de sentido común decir algo así cuando a estas edades y con tanto recorrido, debe saber interpretar lo que le dicta su cuerpo y eso puede variar semana a semana, si bien es cierto que con el paso de los años y los grandes adelantos tecnológicos y una buena nutrición, los jugadores pueden alargar sus carreras hasta edades que hace pocos años ni siquiera se preveía.
No hay una ciencia que pueda determinar si Messi llegará en perfecto estado al Mundial 2026 y como él mismo dijo hace varios meses, acaso un día se despierte, y le comente a su esposa Antonella, en un desayuno, que no siente ganas de ir al entrenamiento, o que siente el cuerpo cansado, o que los dolores corporales han aumentado. Todo eso es posible.
Sí, en cambio, hay determinadas conductas de Messi a lo largo de sus dos décadas de carrera que indican su enorme motivación cuando se acerca un torneo importante y cuando el objetivo es de máxima, como sucede en este caso. Se suma a esto que se trata, además de un genio como futbolista, de un gran atleta, que siempre se cuidó y que en los últimos tiempos adquirió una notable sabiduría para manejar los tiempos de los partidos y no correr cuando no hace falta sino en los momentos estrictamente necesarios.
Lo que va apareciendo con claridad es que, a los 36 años y medio, Messi (como ninguno de sus colegas) puede darse el gusto de estar parado, sin jugar torneos oficiales, por algo importante, y durante tanto tiempo como sucede ahora, que tendrá unas larguísimas vacaciones en el Inter de Miami. Si ese tiempo sin jugar coincide con compromisos formales de la selección argentina, mal asunto.
El Messi que jugó ante Uruguay y Brasil, preocupa. No por su calidad innata, no por su talento, no por su sabiduría para manejar los hilos del equipo, porque eso jamás lo perderá, pero se notó mucho que cuando no se encuentra en el ritmo físico necesario, comienza a no poder hacer pesar su presencia y estuvo prácticamente parado, y hasta enfrascado en discusiones que no son lo habitual pero que significan un alerta roja a futuro.
Es muy claro que Messi necesita ser exigido, necesita jugar seguido, estar a un cierto ritmo que no necesariamente tiene que ser el de otros jugadores de edades distintas, pero sí necesita estar a tope dentro de lo que un Messi de 36 años y medio puede dar. Al menos en el partido del Maracaná, ante Brasil, su presencia fue prácticamente testimonial y todo termina dependiendo de si en noventa minutos, puede generar un remate de media distancia, un tiro libre, o un pase genial para que alguien lo aproveche. Eso es demasiado poco para pretender repetir un título mundial, y acaso, Lionel Scaloni lo va descubriendo.
El otro punto es el resto del equipo. Si uno de los secretos del título de Qatar fue que Messi lideró un grupo que se la jugó por él y que se sacrificó recorriendo con mucha dinámica cada uno de los terrenos, de seguir por esta línea se necesitará que en Norteamérica, en 2026, el esfuerzo se redoble, que sea mucho mayor, pero para eso se necesitará de jugadores de enorme talento que luego del desgaste físico se permitan los espacios y los tiempos para crear fútbol, y cuanto más se corre, menos se crea, y lo que se llama “precisión en velocidad”, baja. Algo así como cuando usted acelera con el coche, tiene menos tiempo para pensar en una maniobra.
Siguiendo con el equipo, pasado el primer año tras ganar el Mundial de Qatar, parece llegar el momento crucial en el que Scaloni -esperemos que sea él y no otro- deberá tomar la fuerte decisión de rumbear hacia un camino en el que inexorablemente algunos campeones deberán desviarse de ruta por más afecto que exista, y ser reemplazados por otros que van llegando. Es ley de la vida y del deporte, y más cuando hay tanto material para el recambio.
Scaloni había afirmado en febrero pasado a este cronista, en París, que no se casaría con nadie (error que cometieron César Menotti y Carlos Bilardo al ganar los mundiales de 1978 y 1986, respectivamente) y que habrá aprendido la lección de ciclos anteriores. Tras lo visto en estos meses, es claro que además de los que terminarán el ciclo por su propia voluntad (como Ángel Di María), están los que deberán ser llamados a la realidad y también los que acaso pierdan una titularidad que no pensaban, pero que si conservan el carácter ganador, les podrá servir como motivación para recuperar los puestos que los llevaron a la gloria.
En este punto, ante Uruguay y Brasil comenzó a aparecer cierta sensación de que algunos creen que ya “llegaron”, cuando para salir campeones otra vez se necesita creer que lo ganado ya pasó y lo que viene, no se sabe y hay que luchar para alcanzarlo.
Por suerte para la selección argentina, hay material de sobra y demasiados jugadores pidiendo pista para llegar a lo máximo que puede existir en una carrera: ser convocado para integrar el equipo nacional y en un torneo importante como la Copa América o el Mundial.
Scaloni ya convocó a muchos juveniles, más allá de que también volvieron algunos históricos que no estuvieron en Qatar, como Nicolás González, Giovani Lo Celso o Lucas Ocampos, y a jóvenes con un futuro promisorio. Acaso 2024 sea el año del despegue de este nuevo ciclo, que debería incluir rivales top, de primer nivel.
¿Messi? Sólo él sabe qué será de su participación en la selección argentina, y acaso tampoco él lo sepa a estas alturas. En sus declaraciones recientes, también dijo que de ganar la Copa América sería un lindo envión para tratar de llegar al Mundial 2026. Ya antes de Qatar 2022 había afirmado que, de quedarse con la Copa del Mundo, estaría motivado para seguir y disfrutar del éxito. ¿Por qué no pensar que ahora tenga una idea parecida?
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