Por Sergio Levinsky, desde Madrid
Tanto, que los sucesos que rodean a la confusa re-reelección de Claudio “Chiqui” Tapia en la presidencia de la AFA podría, incluso, derivar en una suspensión para seguir participando en los torneos oficiales para el equipo nacional debido a la irresponsabilidad con la que se está tomando el tema cada una de las partes involucradas en un conflicto absurdo.
La base del problema que enfrenta a dos sectores muy concretos son los intereses de cada uno, que son muy distintos. Por parte del Gobierno nacional de Javier Milei, indudablemente asesorado por su circunstancial aliado Mauricio Macri, se intenta, de cualquier modo, introducir las llamadas sociedades anónimas deportivas (SAD) en los clubes, que es una idea que viene persiguiendo el expresidente argentino y de Boca Juniors desde que se encontraba en el llano político, en los años Noventa.
Aún se recuerda aquella votación en la que quiso implementar en soledad la posibilidad de las SAD, y apenas él mismo levantó la mano. “Perdimos, Mauricio”, le dijo, irónicamente, el entonces presidente de la AFA, Julio Grondona. Esa misma soledad política, casi exacta, se encuentra ahora Talleres de Córdoba, cuyo presidente, Andrés Fassi (ligado al grupo mexicano Pachuca), fue suspendido justamente en estos días como dirigente por dos años, por supuestas acciones violentas contra el árbitro Andrés Merlos en el partido de su equipo ante Boca, cuando fue perjudicado por un gol en el que la pelota se le había ido por la línea de fondo a Brian Aguirre, pero era por Copa Argentina y no funcionaba el VAR.
A pocos días de que Milei ganara las elecciones, la AFA había cerrado filas contra las SAD en una asamblea en la que Tapia y sus amigos le marcaron la cancha al futuro mandatario jugando, además, todas sus fichas a Sergio Massa a través de la mano derecha del presidente de la AFA y su vocero en redes sociales, el poderoso Pablo Toviggino, pero el gobierno de ultraderecha insistió en incluir la medida de introducir las sociedades anónimas en un decreto de necesidad y urgencia, algo que no parece tener un criterio de realidad en este momento de la economía de los clubes.
Pero si desde el poder se intentó meter con fórceps a las sociedades anónimas, consiguiendo la adhesión incondicional de Talleres de Córdoba y algún flirteo de Estudiantes de La Plata a través de su presidente y exjugador, Juan Sebastián Verón, no es menos cierto que desde la AFA, Tapia y compañía pareciera que mueven las piezas de tal modo que pareciera que se dispararan en el pie cada día del año.
Ante el permanente avance del gobierno de Milei en el fútbol, Tapia y sus muchachos amigos decidieron resistir con un plan de acción que consiste en blindarse de todos los modos posibles hasta que pase el vendaval (llámese así a la pérdida de poder político del primer mandatario y que éste se vaya debilitando en el cargo).
Estos movimientos consisten en mostrar músculo con mayor poder, lo cual significa, por ejemplo, llamar a elecciones para una re-relección para un tercer mandato en la AFA un año antes de que acabe el actual, y agregar otros dos períodos en el cargo, apelar a algún juez amigo para desconocer a la Inspección General de Justicia (IGJ), que durante los gobiernos peronistas siempre miró para otro lado ante cualquier desaguisado pero ahora, con Milei, juega en contra, trasladar la sede de la casa madre del fútbol desde el tradicional edificio de Viamonte 1366 en el centro de Buenos Aires al predio “Lionel Andrés Messi” de Ezeiza, y sacarse todas las fotos y selfies posibles al lado de Messi y el resto del plantel de la selección argentina.
Talleres de Córdoba, como era de esperar, y en consonancia con el Gobierno de Milei, objetó la Asamblea Ordinaria para la re-reelección de Tapia, trasladar la sede de la AFA a Ezeiza y suprimir los descensos, entre otras tantas medidas de apuro, y por primera vez en años, la IGJ convalidó el reclamo aunque aceptó el derecho de reunión dirigencial, que de todos modos se llevó a cabo abordando todos los temas, amparado en un juez y desafiando al Poder Ejecutivo, lo que podría llevar a una medida judicial que anule lo decidido, algo que se sabrá en los próximos días. En otras palabras, el destino del fútbol argentino pasará por los escritorios de un juez.
Más allá de los embates de los intereses desde el poder político nacional por traer capitales de dudoso origen para meterse a administrar los clubes que subsistieron por más de un siglo siendo de los socios, aún con serios problemas y los vaivenes de la economía argentina, yendo a lo tratado en la Asamblea de la AFA del pasado jueves, hay mucho para señalar y de qué preocuparse.
El deseo de Tapia de ser re-reelecto y eternizarse en el poder del fútbol no es nuevo y ya lo hizo Grondona en su momento, entre 1979 y 2014 y si no pudo seguir más de 35 años fue solamente porque falleció. Pero hacerse votar un año antes de finalizar su mandato actual y que ahora pueda llegar a cinco, significa, otra vez, borrar con el codo lo que se escribió con la mano al igual que con los descensos.
La desprolijidad de que a mediados de octubre se supriman los dos descensos de la máxima categoría cuando la temporada finaliza a principios de diciembre, es absoluta y no significa otra cosa que cambiar de caballo en la desembocadura del río, además de propender a un torneo de treinta equipos para la temporada que viene, y otra vez con formato distinto al del año anterior, pero que, además, incluye menos partidos como local para cada equipo, una burla a los que apuestan por abonarse todo el año y un nuevo cambio de timón.
El traslado de la sede del centro de la capital argentina hacia el predio de Ezeiza no es otra cosa que buscar una jurisdicción que proteja a la AFA de los embates del Gobierno de Milei y hoy el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, genera más tranquilidad en este punto, que también es objetado por la IGJ.
Sorprendió también, en ese lodo de cuestiones espurias superpuestas, cómo se dio a conocer el estado contable de la AFA durante el último período, más cerca de un almacén que de una institución que alberga a tantas entidades (como a cada rato hacía hincapié Tapia en su discurso). No alcanza con mostrar que se gastó un poco menos de lo que ingresó, sino en dar detalle de esos gastos, para mayor transparencia.
Fue muy interesante, entrando más en el terreno político interno, la alusión de Tapia a aquella increíble votación para presidente de la AFA de diciembre de 2015, cuando Luis Segura y Marcelo Tinelli empataron 38-38 con 75 sufragantes, circunstancia que dio la vuelta al mundo. El actual mandamás de la -por ahora- Silla de Viamonte recordó que en aquella oportunidad “ganamos nosotros 38-37 pero alguien tenía mermelada en los dedos”, por el doble voto que apareció en el recuento.
De esta forma, Tapia reconoció públicamente su alineamiento con el entonces candidato Luis Segura -vicepresidente de Grondona en el momento del fallecimiento de éste, y estrecho aliado del expresidente Alberto Fernández- y que significaba una mayor continuidad que Tinelli.
No es poco: Tapia reconoce, así, la preeminencia de este formato unitario de la AFA, en el que los clubes del ascenso del conurbano bonaerense tienen el mismo o mayor peso que entidades de cientos de miles de hinchas de todo el país, algunas centenarias, que apenas están afiliadas a las Ligas del Interior y que no tienen chance de codearse con los grandes de Buenos Aires sin detallar lo que son los arbitrajes en muchos de esos torneos cuando participan clubes amigos del poder. Al fin y al cabo, accedió a la presidencia en una extraña alianza entre sus amigos del “Ascenso Unido”, Boca, Racing, Independiente (que manejaba su exsuegro Hugo Moyano) y Huracán.
Tapia, en su discurso, enfatizó que se marchaba hacia adelante en un proyecto mayor, pero todo sigue igual que siempre: sin un torneo federal como el Brasileirao (con estaduales que clasifican al torneo mayor en el país vecino, la máxima potencia regional), con votación a mano alzada en la que sólo participan dirigentes de clubes (y no los árbitros, los directores técnicos, los exjugadores, el sindicato de futbolistas, el fútbol femenino, el fútbol sala) y no contempla un desarrollo fuerte del fútbol femenino, sino apenas mantener su statu quo.
Con todo este desbarajuste de un lado y del otro de la batalla por el poder en el fútbol argentino, que la Selección haya conseguido tantos éxitos, y pueda conseguir más aún, más que un oasis es un milagro. Y aún queda la chance de que si la puja continua, el Gobierno de Milei se plantee en intervenir la AFA, que Tapia recurra a la FIFA y que ésta suspenda a la Selección y a los clubes para participar en torneos internacionales.
Sería doloroso e injusto, pero acaso, la expresión más acabada del daño que esta clase dirigente pueda hacerle al fútbol argentino, asestándole el golpe final.
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