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El Barça, el ADN y el estado de euforia

Apenas pasaron dos meses y medio del 27 de enero, y sin embargo, la sensación, para los hinchas del Fútbol Club Barcelona, es que hubiera pasado una década desde entonces.

13/04/2024 22:17
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Por Sergio Levinsky, desde Barcelona

Aquella noche, en el estadio Olímpico de Montjuic, los catalanes caían como locales ante un más que modesto Villarreal por 3-5, un durísimo resultado que los alejaba en la tabla de posiciones de la Liga Española y que, en cambio, acercaba nubarrones al futuro cuando todavía quedaba media temporada.

La figura del entrenador del equipo, Xavi Hernández -una de las estrellas legendarias de los tiempos de oro y que se retiró levantando la Champions League como capitán en 2015- se estaba derrumbando inexorablemente, y ya los medios comenzaron a publicar nombres de posibles sustitutos y de lo que comenzó siendo una sugerencia sutil de salida, pasó a ser, casi, una intimación.

Fue entonces que el director técnico, conocedor como muy pocos de las entrañas del club después de tantos años de haber formado parte como juvenil en las divisiones inferiores y luego tantos años como profesional (apenas emigró para terminar su carrera en el Al Sadd de Qatar), hizo una movida inesperada para todos: hinchas, dirigentes del club, periodismo y hasta planteles rivales que ya se relamían con la segura mala temporada azulgrana: anunció que se marchará el 30 de junio, cuando termine el año.

El impacto fue brutal y hubo una coincidencia general acerca de que lo único que conseguiría Xavi, con esta decisión, es alargar la espera de la llegada de su sucesor y que casi cinco meses que faltaban de competencia implicarían una lenta e insoportable agonía, lo que, a su vez, empeoraría los negocios del club, tan necesitado de ingresos con una deuda de 1300 millones de euros.

Pero ocurrió todo lo contrario. Inmediatamente, se fue generando un ambiente de distensión. Los medios, aún con dudas, dejaron de hablar de Xavi y su mal desempeño como entrenador y si los “futuribles” directores técnicos ocuparon las primeras planas en las primeras dos semanas, el efecto se fue disipando cuando, de a poco, comenzaron a mejorar los resultados y algunos rendimientos individuales.

El presidente Joan Laporta, un optimista irremediable, llegó a sostener que si Xavi continuaba hasta el 30 de junio era “sólo porque se trata de él, porque con otro, eso no sucedería”, pero los jugadores, que siempre tuvieron buena relación con el entrenador, decidieron apoyarlo y se juramentaron convencerlo para que abandone la idea de marcharse, si bien parecía una apuesta imposible.

Mientras el nuevo director deportivo del Barcelona, el brasileño-portugués Deco -ex compañero de Xavi durante el tiempo de Frank Rikjaard como entrenador, antes de Guardiola- sostenía ante un medio luso que no hay una única manera de jugar en los equipos del club azulgrana, aunque posteriormente la publicación tuvo que salir a desmentirlo para apagar el incendio. La frase de Deco iba mucho más allá de la gestión de Xavi, sino que se involucraba en el estilo de juego y daba a entender que éste podía variar en el futuro, una vez que el entrenador dejara el cargo.

Xavi no sólo dio a conocer esta decisión sobre su futuro, sino que, al mismo tiempo, pegó potros volantazos relacionados con el juego: adelantó al danés Andreas Christensen como volante tapón, ante la larga ausencia por lesión del neerlandés Frenkie De Jong, y como marcador central se la jugó por un chico de 17 años, Pau Cubarsí, de excelente rendimiento en el Barcelona B. Por otra parte, otra lesión, la de Raphinha, le permitió arriesgar definitivamente con otro chico de las inferiores, aunque ya estaba alternando en la Primera, Lamine Yamal, como extremo. No pudo ser mejor.

Los resultados positivos comenzaron a encadenarse y si bien la Liga parece lejana (sigue a ocho puntos del Real Madrid pero cada vez quedan menos fechas y ni ganando en el Santiago Bernabeu parece alcanzar), el haber pasado al Nàpoli en octavos de final de la Champions League ya dejó una idea de que esta temporada, la competencia europea podría aportar esas buenas noticias que por años no aparecieron, ni siquiera en los últimos tiempos de Lionel Messi. Aquella derrota de 8-2 ante el Bayern Munich en 2020, y las eliminaciones ante Roma o Liverpool después de sendas goleadas como local habían dejado secuelas.

La gran pregunta era si este Barcelona, con una firmeza defensiva cada vez mayor, con un veterano delantero como el polaco Robert Lewandowski, más táctico, aunque menos goleador, y con un Yamal que fue ovacionado en el Bernabeu en el partido España-Brasil, o con un veterano volante como Ilkay Gündogan, cada vez más líder en los movimientos, alcanzaría para superar en cuartos de final al poderoso Paris Saint Germain.

Ya en la previa volvió a aparecer la cuestión del estilo, del llamado “ADN Barça”, cuando en la conferencia de prensa del día anterior al partido de ida, el martes pasado, un periodista italiano le preguntó con picardía al entrenador español de los parisinos y muy identificado con el Barcelona, al que dirigió y con el que consiguió la última Champions en 2015, Luis Enrique Martínez, quién representaba mejor a los azulgrana, si él o Xavi y la respuesta no fue lo diplomática que se imaginó, sino que fue contundente y sorpresiva: “sin dudas, yo. Pero es un dato, no es una opinión, Vayamos a las cifras y está claro: soy yo”, dijo Luis Enrique. Enterado de esta frase, a pocos kilómetros de distancia y en su propia conferencia de prensa, Xavi no quiso entrar en el juego y destacó que, de los ocho entrenadores de los equipos de cuartos de final, “cuatro tenemos ADN Barça: Luis Enrique, Pep Guardiola -Manchester City-, Mikel Arteta -Arsenal- y yo”.

El tema del “ADN Barça” no es menor alrededor del club. Gerardo Martino, ahora entrenador del Inter de Miami, lo pasó muy mal en la temporada que dirigió al Barcelona (2013/14) en un muy mal momento institucional (cuando el presidente Sandro Rosell fue a la cárcel por el Caso Neymar y Tito Vilanova, quien había sido el sucesor de Guardiola, falleció de un cáncer), porque no hubo manera de convencer acerca de que también se podía agregar al sistema táctico algún pelotazo para el contragolpe o no salir siempre con un 4-3-3 si no se contaba con las individualidades acordes.

En una oportunidad, Martino fue muy criticado porque después de muchos años, el Barcelona llegó a tener un porcentaje de posesión de la pelota en un 48 por ciento contra el 52 de su rival ocasional, el Rayo Vallecano. “Pero nosotros ganamos 4-0 como visitantes”, trató de argumentar el “Tata”, ante una oposición cerrada, casi unánime.

Por más que Xavi llegó a utilizar durante la temporada un 4-4-2 simulado con la denominación “4-3-3 pero con un volante en vez de un extremo”, lo importante ocurrió el miércoles en París, cuando se encendió Raphinha y jugó el mejor partido desde que se encuentra en el club (claro, en la función que mejor cumple, la de volante con espacios como en el Leeds de Marcelo Bielsa y no como extremo sin chances de moverse), y el equipo dio muestras de un crecimiento total en menos de tres meses.

El Barcelona no sólo se llevó un triunfo ante el PSG (es cierto, con un Kylian Mbappe desganado, a punto de marcharse el 30 de junio) sino que tras ganar 1-0 tuvo que remontar un 2-1 al recibir dos goles seguidos al inicio del segundo tiempo, dando una rotunda muestra de personalidad que tiró abajo años de pésimos resultados en Europa y de dolorosas eliminaciones, aunque resta la revancha en Montjuic, como local.

Al regreso, pocos días después, el remate lo dio Paco Seirulo, un antiguo profesor de educación física que trabajaba con el equipo de atletismo y luego con el handball del Barcelona, hasta que, en 1993, Johan Cruyff lo rescató para integrar el plantel de fútbol que el holandés dirigía.

Seirulo, jubilado en 2022 y con 78 años, acaba de lanzar su libro “ADN Barça”, donde explica la metodología de trabajo colectiva desde La Masía y los claros conceptos que, desde muy pequeños, tienen los jugadores surgidos en el Barcelona y que, por eso, los jugadores que provienen de otros equipos o del extranjero sufren varios meses de adaptación para entender este juego posicional y de posesión. Para muchos, este libro es “la Biblia” del fútbol.

Tema para un largo debate, ya hubo más de un intento de aplicar esta metodología desde las bases en el fútbol argentino (por ejemplo, a través de un proyecto de Javier Mascherano, que enseguida pasó a dirigir a la selección juvenil sub-20), cuando habría que preguntarse si efectivamente, nuestro balompié necesita ese sistema, muy digno y respetable, pero que tiene un estilo propio con el que ganó mundiales, Copas América y medallas doradas olímpicas. Pero ese es, en todo caso, motivo para otra columna.

Ahora, en el Barcelona, ya nadie habla de quién podrá ser el nuevo entrenador desde el 1 de julio. Cada vez son más las voces que se suman para pedir que Xavi se quede y hasta le piden perdón desde las columnas más ácidas. Eso también es “ADN Barça” y parece que el director técnico lo tiene más que nadie y conoce al club como pocos.

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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