Por Sergio Levinsky, desde Madrid
Ya le ocurrió en el ciclo pasado luego de ganarle la final europea al Atlético Madrid sobre la hora con un cabezazo de Sergio Ramos en Lisboa en 2014. Se trata de un entorno impiadoso que, a la primera de cambio, cuando los resultados no aparezcan, o incluso una suma de rendimientos por debajo de lo esperado, podrá generar su salida sin importar los pergaminos.
De nada sirve haber sido, hace apenas meses, sinónimo del éxito mesurado, con un comportamiento caballeroso, siempre respetuoso, y símbolo de cómo se maneja un vestuario.
El Real Madrid, campeón de siete UEFA Champions League desde 2000, y tres de la mano de Ancelotti (2014, 2022 y 2024) acaba de quedar eliminado de su competencia fetiche al ser derrotado de manera inapelable por el Arsenal inglés en los dos partidos y con un global de 5-1 y sabe bien que el hilo se suele cortar por lo más delgado y aunque el todo poderoso presidente del club, Florentino Pérez, no se manifestó hasta el momento, no necesita hacerlo: los rumores circulan a una velocidad inusitada, empujados por la viralización de las redes sociales.
Ya no es que los blancos no le harán respetar el contrato, que llega hasta el 30 de junio de 2026, sino que ni siquiera dan certeza de que llegue a estar sentado en el banco durante el Mundial de Clubes de los Estados Unidos, que se disputará entre mediados de junio y julio de este año, donde bien podrían ocupar su lugar uno de los dos interinos, el argentino Santiago Solari, que la tuvo esa experiencia en 2018, o Raúl González, entrenador del Real Madrid Castilla, el equipo B, e ídolo de los hinchas.
Si este rumor circula de manera imparable, otros, como el de su reemplazo por Xabi Alonso, exitoso entrenador del Bayer Leverkusen y exjugador blanco, para la próxima temporada, y su posible marcha a la selección brasileña, que lo viene persiguiendo desde hace meses (aunque su entorno lo desmiente), ya se convirtieron en moneda corriente por los medios españoles, ávidos de noticia, especialmente para cuando, en poco menos de dos meses, acabe la temporada y no haya demasiado que vender para un receso largo.
Ancelotti tiene tanta experiencia que ni siquiera busca excusas por la caída y bien que las tendría: una mala planificación para la temporada por parte del club, que además prefirió contratar a una mega estrella como Kilyan Mbappé, que se le había resistido por varios años, antes que traer un “diez” que reemplazara la salida de un jugador imprescindible como el alemán Toni Kroos, o un marcador central más que supliera la salida de Nacho Fernández, o un lateral derecho en el invierno, ante la dura lesión de un baluarte en ese puesto, como Dani Carvajal. O que dos de los tres delanteros titulares, los brasileños Vinicius Junior y Rodrygo, hayan caído en picada en sus producciones.
Pero no. Ancelotti sólo desmiente problemas en el vestuario y reitera que el día que se vaya, que espera que sea el día que también Florentino Pérez deje su cargo, agradecerá a todos y se irá a su casa, a disfrutar de la jubilación.
Ancelotti no tiene un pelo de tonto. Conoce bien lo que es el Real Madrid, un club al que tuvo que dejar ya otro entrenador, Leo Beenhakker, fallecido el pasado 10 de abril a los 82 años, luego de ganar tres ligas españolas seguidas con los blancos entre 1986 y 1989.
Convocado por el presidente de entonces, Ramón Mendoza, para la temporada 1986/87 proveniente del Ajax de su país, donde realizó un extraordinario trabajo para reencauzar el fútbol abandonado luego de la salida de su máximo ídolo, Johan Cruyff, y admirador de Rinus Michels, el entrenador de la histórica “Naranja Mecánica” del Mundial de 1974, Benhakker estuvo a cargo de uno de los más notables equipos “merengues”, el de la llamada “Quinta del Buitre”, en referencia al gran delantero que fue Emilio Butragueño, aunque con otros cracks recordados como Miguel Pardeza, Manuel Sanchís, Michel González, Rafael Martín Vázquez, Rafael Gordillo, Paco Buyo, Juanito, el alemán Bernard Schuster y el mexicano Hugo Sánchez.
Ese equipo no pudo coronar la preciosura de su juego en las Copas de Europa, al caer en 1988 ante el que luego fue campeón, el PSV Eindhoven en la llamada “Noche negra” de esa ciudad neerlandesa y en la temporada siguiente, cuando se volvió a topar con el mismo equipo en cuartos de final, tras empatar en la ida, pudo vencer en el alargue de la vuelta y clasificarse a semifinales, pero Beenhakker osó no colocar a Butragueño, ídolo del club, para reemplazar al centrodelantero por Paco Llorente porque, le parecía, que éste podría correr más y marcar la salida de los muy buenos defensores rivales. Fue tal el enfado, pese al resultado, que fue llamado al orden por el presidente Mendoza y al terminar la temporada, regresó al Ajax.
Pero apenas dos años y medio más tarde, en enero de 1992, era vuelto a convocar por el mismo presidente que le marcó la salida, para reemplazar al serbio Radomir Antic y en otra circunstancia especial. El Real Madrid era el líder de la liga y campeón de invierno (se llama así al que acaba puntero al terminar la primera rueda), pero los eternos rumores de un entorno nunca claramente descripto fueron creciendo en el sentido del descontento con el juego.
Mendoza le ofreció a Antic quedarse en la disciplina del club, pero en otro cargo, algo negado de plano por su interlocutor, y entonces Beenhakker conoció la otra cara de la moneda, la del retorno vencedor luego de haberse ido antes de un portazo. Pero aquella liga la terminó ganando el Barcelona de Johan Cruyff con su recordado “Dream Team”.
Una década más tarde, le ocurría a Vicente Del Bosque, ya en tiempos de Florentino Pérez, cuando tras ganar la Champions de 2002 en Edimburgo ante el Bayer Leverkusen con aquella majestuosa volea de Zinedine Zidane, se proyectó a la Copa Intercontinental ante Olimpia de Paraguay en Japón y se impuso en la liga española de 2002/03. Sin embargo, otra vez fue apareciendo el tufillo del entorno acerca de que algo no andaba bien y el entrenador de los bigotes, algo de sobrepeso y perfil bajo tuvo que dejar la disciplina porque no era un buen producto de marketing, y fue acompañado de otro que tampoco medía bien en el rating, el volante central Claude Makelele. A los blancos les costó años encontrar aquel equilibrio, y ese director técnico cesado terminó siendo campeón del mundo en Sudáfrica 2010 y de Europa en 2012 con la selección española.
Ancelotti conoce bien todo esto porque ya le había ocurrido lo mismo. Se tuvo que ir cuando el equipo no pudo repetir la Champions en 2015 y ésta, para colmo, quedó en manos del Barcelona del “Triplete” de Luis Enrique, aquel de Lionel Messi, Neymar y Luis Suárez, el Tridente sudamericano.
Años más tarde, se le volvían a abrir las puertas y otra vez demostraba sus notables dotes de entrenador, aún con mayor experiencia, que le permite entender cómo son las cosas. Por eso, como tantas veces, levantó más una ceja que la otra, al estilo James Bond, cuando antes del partido decisivo ante el Arsenal en el estadio Santiago Bernabeu, una cámara lo tomó en primer plano en el minuto de silencio para Beenhakker, cuyo homenaje fue compartido con el de otro de los fallecidos en la semana, el gran escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Ancelotti supo, en ese momento, que algún día también el Bernabeu se pondrá de pie por él, cuando ya no esté, pero hoy eso no interesa y haya ganado lo que haya ganado, es carne de cañón, como todos, porque no se salva nadie.
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