Por Sergio Levinsky. Especial para Jornada
La última vez que Boca levantó la Copa Libertadores fue en 2007, con la figura excluyente de quien es hoy su dirigente más importante y que muy probablemente se presente en diciembre como candidato a presidente por el oficialismo, Juan Román Riquelme, envuelto en toda clase de polémicas y es por esta misma razón que podría ser derrotado en esos comicios por el macrismo.
Los hinchas de Boca y los medios de comunicación, especialmente los canales deportivos de la televisión por cable, junto a influencers por lo general despechados por su inesperada salida del sistema, no dejan de comparar a los dos clubes más grandes de la Argentina y ponen palos en la rueda a sus éxitos o magnifican sus fracasos de acuerdo con quien lo manifieste frente a un micrófono.
Lo cierto es que si bien Boca ha sido, hasta el momento, el claro dominador del Siglo XXI -que incluye un descenso de River al Nacional B en la temporada 2010/11-, la última década “millonaria” ha sido más ganadora en el terreno internacional (aún con infinidad de polémicas que rodearon a muchas de estas conquistas) pero más que todo, ha sido coherente desde el aspecto dirigencial hacia abajo.
No hay duda de que los ochos años de gestión de Rodolfo D’Onofrio (2014-2022) al frente de River produjo un cambio de mentalidad en el club, que fue creciendo en lo económico, en lo institucional y fundamentalmente, en coherencia en el accionar, con un manager inteligente (tanto como lo fue de jugador) como el uruguayo Enzo Francéscoli, y un entrenador capacitado y despierto como Marcelo Gallardo (que en sus tiempos de jugador recibió un elogio que puede describirlo a la perfección: “entiende el juego”).
Esto derivó en una mayoría de buenas contrataciones pero en especial, de jugadores identificados con el club, que se sumaron a una muy buena apuesta a las divisiones inferiores, a las que se les comenzó a dar lugar (Gonzalo Montiel, Julián Álvarez, Enzo Fernández, Santiago Simón, Lucas Beltrán), y pese al final del ciclo de D’Onofrio, puede decirse que la presidencia de Jorge Brito y la llegada de Martín Demichelis como entrenador tiene visos de lógica continuidad.
Boca, en cambio, ganó varios títulos nacionales, aunque no logra un juego convincente desde hace casi una década y media (algunos citan a aquel equipo de Julio Falcioni, campeón invicto en 2011, como el último restacable desde lo estético, otros creemos que fue el de Alfio Basile de 2005/06).
También es cierto que merodeó el título de campeón de la Copa Libertadores, aunque no pudo abrazar la Copa y hasta tuvo una dolorosa derrota ante su máximo adversario en la recordada serie final que se definió en el estadio Santiago Bernabeu del Real Madrid en 2018.
Sin embargo, lo de Boca no parece obedecer a planificación alguna sino a continuos parches que suelen tratar de arreglar graves desaciertos en transferencias de futbolistas, que o bien no rindieron lo que se esperaba, o bien taparon la llegada a la máxima exposición de sus divisiones inferiores, o se agregaron a una enorme lista de jugadores para la misma posición, mientras hay carencias en otras.
Si no hay dudas sobre la calidad del centrodelantero Darío Benedetto, no es menos cierto que desde que había salido de Boca rumbo al Olympique de Marsella y luego al Elche español, nunca recuperó su nivel y al regresar al club xeneize, tapó a un goleador en ascenso como Luis Vázquez, que además de tener que recurrir a una terapia psicológica acabó emigrando al Anderlecht belga en una cifra muy baja para el mercado europeo (7,5 millones de dólares). No sólo eso, también comenzaba a descollar desde las divisiones inferiores el “Tanque” Gonzalo Morales, mientras el club de la Ribera tenía cedido al venezolano Jan Hurtado al fútbol brasileño.
Sin embargo, no alcanzó y se sumó el uruguayo Miguel Merentiel, procedente del Palmeiras, y ahora cerró la contratación de Lucas Janson, de Vélez Sársfield. ¿Quién crearía juego para todos ellos? Por lo pronto, el paraguayo Oscar Romero, que no resultó para esa posición porque su pico de rendimiento había pasado hacía una década, rescindió su contrato y queda entonces Vicente Taborda como único ejecutante, luego de haber sido cedido a Platense por una temporada.
Entre tantos delanteros y un solo pasador (y sin experiencia) es que llega, sobre el cierre del libro de pases, un delantero de indudable calidad técnica y goleadora como Cavani, gran figura de una importantísima generación de la selección uruguaya, pero que ahora cuenta con 36 años y no es un dato menor que días pasados recibió la noticia de boca del entrenador Rubén Baraja de que no sería tenido en cuenta para el plantel del Valencia de la temporada que se inicia.
Cavani, que el próximo 14 de febrero cumplirá 37 años y que difícilmente ya juegue otro Mundial tras el pasado de Qatar, en el que no logró destacarse, marcó, en total, 9 goles y realizó 4 asistencias en la suma de las dos últimas temporadas, la 2021/22 con el Manchester United, y la 2022/23 con el Valencia, en buena parte por sus suplencias y ausencias por continuas lesiones.
¿Esto significa que Boca se equivocó al contratarlo? Sería una osadía afirmar esto con los antecedentes de un delantero con 379 goles en 673 partidos, y un promedio de 0,56 goles por partido, pero como suele ocurrir, los jugadores tienen un pico de rendimiento y luego, lógicamente y por cuestiones hasta biológicas, una caída.
Cavani puede aportar gol, experiencia, despliegue físico y una rápida adaptación a este Boca que comienza ahora la etapa decisiva de la Copa Libertadores cuando se enfrente a Nacional de Montevideo por los octavos de final, pero si se piensa en lo estructural, en un equipo con tres laterales derechos y tres izquierdos, pero con pocos centrales (y uno de ellos, Marcos Rojo, que proviene de una larga lesión), y un exceso de delanteros pero con apenas un chico con escasa experiencia para asistirlos, aparecerá el clásico problema de este club en los últimos años: las contrataciones espasmódicas y las velas prendidas al ídolo que puede salvarlos, en vez de que los títulos sean consecuencias de procesos coherentes, con apuestas a largo plazo.
¿Cuál modelo es mejor? Cada uno elige el suyo, y acaso el lector tenga el propio. Cavani llega, sobre la hora del cierre de la inscripción para la lista de la Copa Libertadores y se pone en marcha una nueva ilusión. El tiempo dirá si su contratación fue acertada o no.
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