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El Raúl Silanes de pronto, sin aviso, se nos mandó a mudar.

Parece mentira, pero es cierto. Se llamaba Raúl; con el apellido, Raúl Silanes. Era un escritor. Era un perpetuo escribiente. De la noche a la mañana se nos fue. ¿Le habrá parecido la próxima primavera intolerable?

16/09/2023 21:50
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires. Especial para Jornada

Sin previo aviso se nos fue. Eso andan diciendo las noticias. Parece mentira, pero es cierto. Carajo con lo cierto. El caso es que el Raúl Silanes ya no está en los lugares que solía frecuentar, está con los difuntos con los que solía codearse. Se nos vino a morir en plena vereda, sin despedirse, ya lo dije: sin previo aviso. Como el Jorge Sosa.

   ¿Qué decir del Silanes? ¿Cómo contar cómo era? Era un tenaz escribidor, por empezar. Vivió organizando sus días y sus noches para eso. Para escribir, para contar el mundo. ¿Y cómo lo contaba? Lo contaba en un castellano que trascendía los límites de esta patria y de la patria latinoamericana.

    Pero no, mejor que abramos cualquier página de cualquiera de sus libros y escuchemos el decir del Silanes:

   “Alegre por el permiso de hacer fuego, el difunto Buenaventura dice a la viuda, ¿Voy a mostrarle quién es su marido?, y sale de la cáscara de difunto, como saldría un niño del vientre de la madre. Dura melancolía llena a la viuda, mientras pasa el fantasma del Cantor sobre ella manteniéndola inmovilizada, mordiéndole el cuello, para cortarle el aliento.

   “Solloza después la viuda con la cara encerrada en las manos, como si por los ojos pudiera sacarse la piedra que lleva adentro. Ruegan los demás a la viuda incremente las lágrimas (peces traídos de la cordillera, anhelan respirar sustancia tan filosa). Ella cierra puertas y ventanas. Fabrica una oscuridad espesa, a la hora de la siesta, con los ojos abiertos. Hasta ser sorprendida, por alboroto de gente reunida. Pensando en los hijos, sale a la intensa luz: en un santiamén se secan sus ojos, dejando a todos boquiabiertos. La gente encabezada por Falso Villegas empuja una jaula de palos.

    “La viuda cae en la indignación: la multitud quiere encerrarla. Ella se abre paso a empujones: ¡Enjaulen a los armados, no a mí, que soy de ustedes!” Acerca una antorcha a la jaula el Loco Soriano. La viuda  ciega de rabia, escucha al pueblo hipócrita festejando, ahora, el incendio de la jaula (antes festejó su construcción). Cuando se acuesta, la viuda ve a lo lejos, más allá de las llamas pasean los perros cimarrones. Ella respira hondo: los pájaros, caen al suelo, sin aire.”

    “El viento zonda hace madurar todo antes de tiempo. ¡Cómo va a morirse el Cantor, con calles llenas de armados cometiendo asesinatos, torturando y violando niñas!”                                                                                                                                                                               

    He ahí un pequeñísimo fragmento del libro con el que el Raúl Silanes, ganó el Certamen Novela Ciudad de Mendoza 2010. Habrá notado el eventual lector y lectora que el porfiado Raúl Silanes no puede impedir que la poesía se cuele entre los pliegues de su prosa. El libro, su libro, se titula “Envidia el viento a los difuntos”. Y ahí está su poesía oculta, en ese “Envidia el viento a…”. Otro hubiera escrito “El viento envidia a…”

   

   Estamos –estoy–  esquivando a la ardua pregunta: ¿Cómo haremos para andar por nuestra veredas sabiendo que el Raúl Silanes no estará más por aquí? ¿Quién se encargará de conversar con los difuntos? ¿Quién se hará cargo de la tremenda pregunta de José Buenaventura al féretro de su padre: ¿Somos los únicos en la noche?

 

Un detalle más: consiguió domar la sintaxis. Es que al Raúl Silanes la poesía le brotaba porque escribía el castellano en castellano. Nada menos.

 

* zbraceli@gmail.com    ///    www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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