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Dilema de nuestro Mayo: elegimos el grito de la conciencia o elegimos el erupto digestivo

La semana de Mayo sabe a Billiken. Pero no le pasemos por encima en este año 2024, hagamos un esfuerzo para un ratito de reflexión. Tal vez sentimos que el horno no está para bollos, que la patria se incendia  al compás de la motosierra…

25/05/2024 21:46
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Por Rodolfo Braceli, Desde Buenos Aires

    El caso es que este 25 de Mayo y su semana pasada nos encuentra oscilando entre el asombro y las crecientes penurias. Hay más de la mitad del país que se siente despojada. De pronto sentimos que la palabra patria ha sido vaciada, se la usa a destajo. Muchos han perdido la vergüenza, están saqueando el lenguaje.

    Otro 25 de Mayo vino a poner en nuestro paladar la palabra patria.

La impunidad ni se mosquea. Pero hay que decirlo, y lo vamos a decir:

Patria, palabra desteñida y deshilachada por el mal uso y por el abuso.

Patria, palabra vaciada por tanto y tanto discurso incoloro, insípido, inodoro.

    Patria, palabra violada por los violadores de la Constitución, por los violadores de la vida y de la muerte, por los ladrones de identidad, por los ladrones de criaturas en el umbral del vientre, por los hacedores de la des-guerra de Malvinas.

   Patria, palabra ofendida todo el tiempo por los mafiosos, por los dueños de la única verdad, por los amigos de la Mano Dura.

   Patria, palabra cansada, ensuciada, gastada, torturada.

   Hay modos de decir “viva la patria”. Y un modo necesario es tratando de que, después de decir “viva la patria”, no digamos “viva la Pepa”.

   La patria aquí fue loteada, entregada, regalada, rifatizada al peor postor.

   La patria quedó reducida a este agujero con forma de mapa.

   Pero también hay que decirlo: la patria tiene paciencia, hasta que pierda la paciencia.

    La cuestión, nuestra cuestión, es que a la patria no la podemos negar, está pendiente.

   En esta semana de Mayo, a catorce años del bicentenario, no nos vendría mal recordar que los tan mentados próceres eran tipos que se jugaban el pellejo, es decir, la vida. No nos engañemos, aquellos próceres no estaban haciendo una bonita actuación para la foto del Billiken. Eran tipos de lecturas arriesgadas y de acciones temerarias. Estaban dispuestos a todo. Por allí andaban Castelli, Belgrano, Moreno, Julián Álvarez, French, Paso, Berutti, Monteagudo… Moreno. Eran jóvenes brillantes, inteligentes, lúcidos, visionarios. Y arriesgados. Por sugestivos motivos los más brillantes de entre ellos no llegaron a viejos.

   Un año antes de aquel 1810 otros jóvenes intentaron la misma revolución, en Bolivia. Pagaron el intento con sus vidas. Vidas jóvenes, vidas treinteañeras. Recordemos: los revolucionarios del Cabildo de Buenos Aires eran curiosos y muy leídos, eran de libros tomar pero, ojo al piojo, en llegado el caso también eran de armas tomar. Uno de ellos, Mariano Moreno, fue tal vez nuestro primer desaparecido. Parece que lo murieron con un purgante exagerado cuando iba en barco a Gran Bretaña. Y al mar entregaron el misterio de su cuerpo joven. Moreno, con el tiempo elegido patrono de nosotros los periodistas, dijo algo que tendrá vigencia mientras tengamos dignidad: “Es preferible una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila”.

   Para muchos, para demasiados compatriotas esta ecuación es irritante, y debe ser “aniquilada”. Consideran que “la libertad lleva al libertinaje”, y la democracia también. Entonces –dicen amenazantes– mejor el papito de Mano fuerte. Mejor la servidumbre tranquila. En nosotros está la elección: elegimos la incomodidad de tener conciencia, o elegimos la comodidad de convertir a la digestión en nuestra única actividad cívica.

   Considerando que este país nuestro se dice federalista, debiera convertirse en una costumbre que el Tedeum celebratorio cada año debiera hacerse en una provincia distinta. Llegado el caso, debiera hacerse “inclusive” en la catedral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

   Y es más: ya que estamos tratando de que el país no siga siendo, como decía el muy olvidado Ezequiel Martínez Estrada, una desproporcionada Cabeza de Goliat, una cabeza enorme asentada en un cuerpo raquítico, el Tedeum del 25 de Mayo no sólo tendría que ir girando, año a año, por sucesivas provincias. Ya que tanto presumimos de “la libertad de culto”, podríamos empezar a hacer tedeum pluralistas, tedeum con-celebrados por los dignatarios de las más diversas religiones. Sin omitir los cultos de nuestras tribus, tan saqueadas, tan exterminadas en nombre de la “civilización”.

    Algo más: antes de que se nos vaya la Semana de Mayo, espejémonos en un espejo querido. Frente al entrañable espejo y su intensa memoria formulémonos una pregunta más: ¿Por qué esta patria nuestra está tan vaciada, tan deshilachada, empobrecida, hambreada y analfabetizada?

La respuesta más  frecuente es: “Lo que pasa es que hoy no tenemos ejemplos”. Algunos proponen el ejemplo de los próceres patrios. Eso no nos ha dado resultado, por lo visto. Ocurre que los próceres están lejos y congelados en la perfección del bronce y del mármol. Los “ejemplos” los tenemos, realmente, y más acá de nuestras narices; los tenemos en los hombres y mujeres primordiales que trabajan, pese a todo, y que sueñan, pese a todo. Y esto afirmados en la educación pública, libre y gratuita, como lo evidenció la reciente marcha, tan cuantiosa y tan federal

   Recordemos, por otra parte, que aquellos tan mentados próceres de Mayo no tenían próceres para tener ellos como “ejemplos”. Ellos se hacían, eran en sí mismos el “ejemplo” que no tenían. Ellos se inventaban, eran atrevidos, en fin, ellos preferían la incomodidad y los riesgos de una “libertad peligrosa” por sobre la comodidad y seguridad de una “servidumbre tranquila”.

   En nuestros corazones, en nuestros cerebros, en nuestros riñones, en nuestros güevos y güevas está la decisión. Elegimos los riesgos de la libertad o seguimos eligiendo la comodidad de la servidumbre.

   Esa es nuestra cuestión: elegimos el alarido de la conciencia o elegimos el eructo digestivo.

Posdata

   Me he permitido el atrevimiento de incurrir en la palabra libertad. Porque sigo creyendo que entre las cosas que traspapelamos se encuentra  también el concepto y la palabra libertad. La semana de Mayo encarna una buena oportunidad para recuperar la palabra y el concepto que nos vienen afanando. Digamos libertad con todas las sílabas, sintámosla en nuestra saliva y en nuestro paladar. Nunca es tarde para recuperar las palabras perdidas. Las palabras y los conceptos. No podemos, no debemos permitir que una caterva de monicacos ridículos, que saltan de disfraz en disfraz, se apropien de las palabras y de las acciones porque ellos madrugan, y nos madrugan. No nos demos el cómodo lujo del desaliento, de la desesperanza. La esperanza es el más arduo de los trabajos. La esperanza eslabonada con esa memoria que no es retroceso, porque semilla a un futuro diferente y mejor. La demencia ridícula del señor Milei no puede, no debe ser nuestro destino definitivo.

 

 * zbraceli@gmail.com    ///   www.rodolfobraceli.com.ar

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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