Por Roberto Suárez
Nacido en el seno de una tribu negra de una zona rural, Rolihlahla, como lo llamó su padre, fue más tarde bautizado como Nelson para poder asistir a una escuela metodista. El fallecimiento de su padre poco después le dejó bajo el cuidado de uno de sus primos mayores, que tomó el mando de la tribu. A los 16 entró a formar parte del consejo tribal y desde entonces no dejó de interesarse por la justicia y la política. Años más tarde, Mandela estudió Derecho en la Universidad de Fort Hare y la Universidad de Witwatersrand y dio cauce, ya en Johannesburgo, a sus inclinaciones cívicas para conseguir acabar con la segregación racial.
Fue entonces, cuando sus ideales antirracistas le llevaron a formar parte del Congreso Nacional Africano (CNA), un organismo de defensa de los derechos de los negros, que llegó a presidir en la década de los 50. La lucha por sus ideales le llevó a capitanear las protestas que tuvieron lugar en los años 60 por la igualdad en las calles, pero la violenta represión llevada a cabo por la policía acabó con la vida de casi 70 ciudadanos negros que protestaban pacíficamente.
El 5 de diciembre de 1956, Mandela fue arrestado por "alta traición" contra el Estado. El juicio se llevó a cabo en la prisión de Johannesburgo en medio de protestas populares y poco después, fue condenado a cadena perpetua y pasó 27 años en la cárcel.
Su estancia en la prisión, lejos de desanimarle, le dio el reconocimiento necesario para ganar el Premio Nobel de la Paz, y al año siguiente, ser elegido presidente en las primeras elecciones plenamente democráticas celebradas en el país en las que pudieron votar los ciudadanos negros. Durante su Gobierno de Unidad Nacional invitó a otros partidos políticos a unirse a su gabinete, y además se promulgó una nueva Constitución. Creó la comisión para la verdad y la reconciliación para investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas durante los años del apartheid.
La reconciliación nacional fue el principal objetivo en su presidencia, como el protagonista que era de la transición de un país gobernado por una minoría bajo las políticas del apartheid, a una nación democrática y multicultural. Mandela heredó un país con desigualdad económica y un servicio público que funcionaba muy diferente en comunidades donde dependía si la población era de mayoría blanca o negra. Tras su mandato, que no quiso renovar, en junio de 1999 se retiró de la vida política. Mandela deseaba una vida tranquila con su familia, por lo que repartía su tiempo entre Johannesburgo y Qunu.
Entonces empezó un activismo por la paz involucrándose en otros escenarios globales hasta que en el mes de junio de 2004, a la edad de 85 años y con una salud delicada, Mandela anunció su retiro definitivo de la vida pública hasta que falleció, hace 10 años, el 5 de diciembre de 2013 a los 95 años de edad.
A este cronista el haber asistido al campeonato mundial de fútbol 2010 le sirvió para conocer al gran líder universal, en lo que fueron sus últimas apariciones públicas, además ese tiempo en Sudáfrica nos permitió también conocer su pasado en la celda
número 46664 en la prisión de Robben Island y donde estuvo alojado en la sección B, en una celda de 2,4 m de alto por 2,1 m de ancho. Pero lo más valioso que recordamos fue estar en su casa, ubicada en el 8115 de Orlando West en el populoso barrio de Soweto. Nos parece una ilusión pensar que uno pisó la misma tierra y respiró el mismo aire que el propio Mandela antes de su último y largo encarcelamiento, entre 1964 y 1990. Hoy el edificio se ha convertido, más que en un museo, en un símbolo de los valores que defendiera “Madiba” (como le llamaba su pueblo): la paz, la libertad, el respeto y la democracia. Y como él decía: “Para ser libre no vale simplemente con liberarse de las cadenas. Hay que vivir de forma que respetes y fortalezcas la libertad de los otros”.