Por Roberto Suárez/Especial Jornada
Por la época del año, por la gigantesca obra que debía desarrollarse, por que era el primero en oriente medio y por las costumbres de un pequeño país árabe, asentado en petrodólares, y con un régimen de vida al que la mayoría de los pases que participan del torneo más importante del mundo no están acostumbrado, además su gobierno es una dictadura, pero también lo fueron la de Mussolini organizando el de 1934 y la Videla en nuestro país en 1978.
Qatar ya puso a rodar la pelota de un torneo que obtuvo bajo sospecha y en el que intenta blanquear su imagen y convertirse en el actor global principal durante un mes.
La fuerza del fútbol es un motor imparable si se coloca en la dirección correcta, aunque tampoco se puede pedir al fútbol lo que no hacen la política ni las empresas. Por eso el mundial se esta concretando.
La ceremonia de inauguración del Mundial de Qatar fue una reivindicación de la cultura árabe, con constantes llamamientos al respeto y la tolerancia hacia las tradiciones del país que es anfitrión del Campeonato del Mundo más controvertido de la historia.
El estadio Al Bayt de Al Khor, una de las joyas arquitectónicas erigidas para albergar la competición y escenario del primer partido entre Qatar y Ecuador, acogió un acto en el que se mezcló la tradición del país anfitrión y la modernidad, con el actor Morgan Freeman como personalidad más destacada y parte fundamental del discurso reivindicando el respeto y el valor del fútbol como elemento integrador, el actor que interpretó a Nelson Mandela en Invictus.
La sorpresiva presencia del actor estadounidense, de etnia negra, con su inconmensurable figura, con esa voz única, y llamando la atención por su mano izquierda cubierta con un guante, (por aquel accidente automovilístico que tuvo en el 2008), dialogando con Gahnim Al Muftah, una reconocida figura local que tiene una enfermedad rara que no permite desarrollar la parte inferior del cuerpo.
Freeman dio un discurso sobre la unión a través del fútbol: “Lo que nos une es más grande de lo que nos divide. Somos una gran tribu y la Tierra es nuestra tienda. Juntos podemos hacer el llamado para que todos nos unan”.
“Esta es una llamada al mundo entero. El fútbol une a personas y naciones. Hay un hilo común de esperanza y respeto. El fútbol expande el mundo, une a las naciones en su amor por este precioso juego. Lo que hace a las naciones estar juntos, hace estar juntas a las comunidades. Todos tenemos una historia de fútbol, y Qatar también”, expresó el artista.
Bajo la presidencia del emir Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, muy aclamado por el público, el primer Mundial de la historia en Oriente Medio exhibió una ceremonia rápida, de media hora, por momentos muy sentida, en la que se mostraron las raíces del país, su vinculación al desierto, y se quiso mandar un mensaje de respeto, tolerancia y modernidad.
"Al mundo entero le digo, bienvenidos a Doha. Hemos trabajado duro con mucha gente para que esta competición sea un éxito. Hemos invertido para trabajar por el bien de la humanidad. Las gentes se unen, sin importar su etnia, su religión, su orientación y su nacionalidad aquí en Qatar y tras las pantallas de todos los continentes del mundo", indicó en su breve discurso el emir, del que se emitió un vídeo de cuando era un niño jugando al fútbol en el desierto qatarí.
En esas palabras de cierre, insiste el emir de Qatar en que "el fútbol une países y comunidades". "Gente de diferentes países, lugar y orientaciones juntos en el mismo lugar", asegura. Un dictador de Oriente Medio aceptando la existencia de diferentes "orientaciones" no era lo que uno esperaba escuchar en un escenario como este. Quizá este Mundial, con todas sus vergüenzas, sí pueda servir para algo. Puesto que ya es imparable su celebración y el espectáculo del fútbol ha arrancado, démonos la licencia de comprobarlo.