Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Estados Unidos acaba de proclamar al presidente de Venezuela. Lo absurdo de la situación está tapado por la enorme nebulosa de la propaganda mediática, y facilitado por las oscuridades que a su vez tiene la proclamación del triunfo de Maduro.
El Tribunal Electoral es un organismo formalmente independiente en el país caribeño, pero tiene fuerte hegemonía -aunque no unanimidad- de conformación desde el PSUV que responde a Maduro. Desde allí se proclamó la victoria del actual presidente el día domingo, de modo un tanto nebuloso: se hacía alusión sólo a un 80% de los votos, los partidos menores no tenían guarismos precisos, el resultado no estaba desglosado por estados y regiones.
Gran oportunidad para que la oposición conducida por Corina Machado desplegara el libreto que ya tenía preparado. Todos saben que las derechas tienen un guión singular en la última década: “Si gano, gano: si pierdo, denuncio fraude”. Lo hizo Trump, lo hizo Bolsonaro, lo dijo Macri. Brutal uso de la condición democrática, que se respeta sólo cuando favorece al propio interés. Aquí se había proclamado fraude mucho antes de la elección, lo que hace muy dudosa la denuncia posterior.
Incluso los países con gobiernos latinoamericanos de derecha (Perú, Ecuador, Argentina, Paraguay, Panamá, Costa Rica) habían ya lanzado un comunicado casi ridículo, donde con grandilocuencia se hablaba como siempre de “la democracia”, “las instituciones”, en nombre de lo cual se terminaba diciendo -de manera indirecta, claro- que no aceptarían ningún resultado que no fuera transparente. Es decir: no aceptarían otra cosa que la auto-decidida proclamación de González Urrutia.
Por supuesto, la multitud que se lanzó a las calles lo hizo de buena fe: cree que se les ha robado la elección, y no está claro que así no sea. El Tribunal Electoral ha demorado cuatro días eternos en dar resultados definitivos y precisos en número, pero las tan mentadas actas no aparecen. Maduro dice que las tienen, pero no se exhiben, de modo que el resultado sigue en la nebulosa.
Pero una cosa es que el resultado sea indefinido y se pueda impugnar, y otra muy diferente darse por ganadores, como hace Corina, haciendo creer a su gente que han obtenido el 70% de los votos. No es imposible que algo así hubiera ocurrido, pero es altísimamente improbable. La líder opositora se inventó un número, y lo lanza con independencia de cualquier prueba. Las actas que exponen en su página web ni son todas, ni siempre tienen firmas, ni -obviamente- han dejado de ser seleccionadas según cuáles fueran más desfavorables al gobierno.
Las buenas conciencias de la tv truenan en contra del proceso bolivariano, confundiendo espíritu democrático con derechismo explícito. Creen que defender al capital es defender la democracia. En Argentina, el club de admiradores de la represión de Bullrich se espanta por la represión venezolana: todo depende del color político.
Cierto que no ha faltado represión, ni declaraciones de Maduro o de Cabello que echan leña al fuego. No es hablando de “baños de sangre” que se contribuye a la paz, ni es enojándose con Lula, tal se hizo horas antes de los comicios. Se habla de 14 personas muertas. Sin embargo, no necesariamente todas lo son por acción gubernamental: a pesar de la santificante descripción sobre la derecha que hace la tv, es sabido que en las guarimbas callejeras la oposición -ya desde hace años- ha dispuesto militancia armada.
De cualquier modo, el gobierno no ha sabido mantener la paz social, informando resultados que resulten claros e indisputables. Y mientras más días se pase en esa situación, más puede agravarse el conflicto.
En medio de esto surge la insólita actitud de Estados Unidos, proclamando ganador al opositor González. Es decir: Estados Unidos proclama ganador a “su” candidato: un hombre que -se acusa en las redes- fue parte del dispositivo de represión ilegal en El Salvador en la época de los 70, y habría participado del asesinato de los sacerdotes jesuitas que se coronó en el crimen contra el obispo Romero. Nada menos. El hombre con cara de abuelito sereno, parece que estuvo ligado a la CIA. No importa: para EE.UU. es el triunfo de la democracia. Así como Washington y la Unión Europea ya hicieron el papelón de sostener a un presidente títere como Guaidó (un disparate diplomático memorable), ahora proclaman presidente como si fueran un Tribunal Electoral.
Los gobiernos títeres de EE.UU. en el subcontinente no dejaron de hacer inmediato eco “en defensa de la democracia”, según dicen. Ecuador, que invadió la sede diplomática de México en Quito para secuestrar a un ex vicepresidente asilado; Perú, cuya presidenta es fruto de un oscuro golpe contra el presidente Castillo -su compañero de fórmula-, jaqueada por aceptación de favores; Argentina, cuyo presidente ha insultado minuciosamente a autoridades de diversas naciones, y se ha metido en la política interna de España o de Brasil con desmesura y exceso. Todos partidarios de la derecha ideológica son sede en el Norte, de muy dudosos pergaminos democráticos.
En este juego de despropósitos y groserías, tampoco faltó injerencismo desde el polo geopolítico que conforman China, Irán, Rusia y Cuba que, en gesto en espejo opuesto y similar al occidental, aceptaron el resultado proclamado por el Tribunal sin más trámite.
Un enorme aplauso merecen los gobiernos de Brasil, Colombia y México. Al margen de alguna simpatía que pudieran sentir por el proceso bolivariano, no aceptaron el resultado ni salieron a proclamar al candidato opositor: se han mantenido en la exigencia de datos que permitan decidir razonablemente cuál ha sido el resultado electoral. Así, la OEA no pudo imponer las sanciones que pretendía y que rozan totalmente el absurdo, ya que Almagro, su director, es un oscuro lacayo de la geopolítica imperial que apoyó abiertamente el golpe de Estado contra Evo Morales, quedando desde entonces sumido en total falta de credibilidad.
Renglón aparte para la hidalguía de Lula, que medió para que los diplomáticos argentinos -expulsados de Venezuela- pudieran hacer relevo a Brasil de los asilados en la Embajada. Extraordinario gesto del presidente brasileño, sin embargo fustigado por la grotesca tv argentina, que seguía lamentando que no se uniera a la campaña opositora. Ni siquiera dejaron notar la mezquindad del presidente argentino, que en vez de agradecer a la sutil diplomacia del premier vecino agradeció “al Brasil”, como si los asilados estuvieran seguros gracias a los milagros del Cristo del Corcovado, o de la “exquisita” formación académica de Bolsonaro.
El asunto es claro: si el Tribunal Electoral no da pruebas, el comicio es impugnable. Se verá luego, acorde a las leyes venezolanas, qué corresponde hacer. Pero que Milei, Boluarte o el movedizo Blinken decidan proclamar al presidente de Venezuela es, sin dudas, errático y absurdo. Y una eventual asunción de González en tales términos, no dejaría buen pronóstico para su futura legitimidad.
Los Olímpicos son juegos
“Caputo se lleva el oro, Maligno lo trae”, rezaban algunos intencionados mensajes por las redes. Es cierto: a cambio de un modesto rendimiento el oro argentino camina por el mundo, donde algunos temen por un posible embargo.
Al menos al comienzo, ni una felicitación del presidente argentino a nuestro deportista Maligno, el inesperado y desconocido ganador de una medalla de oro que vendrá hacia Argentina. Que recorre el camino opuesto a los lingotes remitidos por Caputo, al comienzo de manera clandestina: sólo una denuncia de la Bancaria permitió advertirlo.
El Maligno es un bromista “a la cordobesa” que hace inverosímiles pruebas de saltos en bicicleta. Tiene todo el humor cordobés encima, pero es nacido en Bolivia. Hay quien piensa que esto puede restarle algunas felicitaciones, dado el larvado racismo que recorre el ala ideológica conservadora del país. Otros murmuran que sería peronista: buena razón, parece, para no merecer el saludo de algunas autoridades.
En cambio, el presidente lanzó una cadena de tweets ante el caso de una italiana que fue golpeada en boxeo por una contendora que sería trans. Pero era un poco raro, porque la italiana abandonó a poco más de 30 segundos de pelea, como si su deserción hubiera sido una escena preparada.
Milei descargó su furia contra los/las trans y creyó que era ocasión para fustigar, en el sentido de que un hombre convertido en mujer, no es físicamente una mujer. Pero no era el caso: tardíamente nos enteramos de que la argelina había perdido ya 5 peleas contra mujeres en su carrera, y que tiene carga excesiva de testosterona, pero no es trans ni nada parecido. Milei quedó en off side y -como siempre- perdió una buena oportunidad para disculparse.
Luego, caímos contra la negritud francesa en el partido de fútbol sub 23, y los galos tuvieron una modesta revancha de su derrota en el Mundial. Notoriamente, Mascherano no es Scaloni. Habrá que empezar de nuevo con el fútbol de “menores”: con jugadores extraordinarios, quedamos fuera. Lo cual ahonda la percepción del mal implicado en la actual falta de inversión estatal en deporte (¿para favorecer la privatización y extranjerización de los clubes?).
Pero cómo va a sostener este gobierno el deporte, si ni siquiera sostiene la ciencia. Esta semana visitará Mendoza el presidente del Conicet, que acaba de echar a 250 investigadores/as de esa entidad, entre ellos a seis que son de Mendoza. Esa es la política de destruir al Estado desde dentro: la que va al choque con las universidades para este semestre, pues de lo que se trata es de desfinanciar todo lo estatal hasta el extremo, así logramos superávit fiscal y exhibimos algún número de baja inflacionaria. Al costo de una recesión y caída del poder adquisitivo que es record mundial, obvio.
Macri y el espionaje
Macri quiso relanzarse en un gran acto. Buena parte de la tv nacional lo reverencia, todas las encuestas lo muestran en decadencia, y su discurso también: no le encuentra la vuelta al asunto. Quiere que Milei haga el trabajo sucio del ajuste, ponga la cara allí para que a su vez el PRO lo apoye. Pero mientras, “mostrar diferencias”. Imposible: para la sociedad, hoy el PRO es una copia escuálida del gobierno. Y parece que así seguirá.
Si la diferencia es el supuesto “republicanismo” del PRO, nadie puede tomarlo en serio. Han aceptado toda clase de insultos y aprietes públicos de Milei hacia legisladores y gobernadores (los que, dígase de paso, estuvieron bastante rebeldes en la reunión con Francos). Y si ahora Milei “invierte” 100.000 millones de pesos en espionaje; ¿quién hizo del carpeteo y del espionaje un arma permanente, sino Macri? ¿quién hizo perseguir hasta a su hermano y su hermana por los espías, incluso para disputar cuestiones de herencia, o encriptar las entrevistas de un elocuente libro de Santiago O Donnel?
Si es por reemplazar al “entorno” de Milei, Macri puede esperar sentado que el presidente abandone al Jefe -su hermana- o a Santiago Caputo. La “mesa chica” es inamovible, entre otras cosas porque Milei ni sabe ni le gusta gestionar. Otros/as tienen que ocuparse.
Lo cierto es que los 100.000 millones casi enteramente no auditables para espías, con el lamentable pasado que estos tienen en el país, resultan inaceptables. Se adscribe al joven Caputo las decisiones en este ámbito, que han enfurecido a la gran mayoría de las oposiciones. Incluso las “amigables” no pueden creerlo: que se diga “no hay plata” y se destine semejante suma, por un lado; por el otro, que los gastos, que el gobierno de Fernández hizo reservados apenas en un 4%, ahora sean mayoritariamente reservados. La molestia llega a Carrió, a Pichetto y Stolbizer. Se verá si hay peso en Diputados para rechazar este nuevo decretazo.
La resistencia callejera bajó intensidad en el mes de julio, quizás por las vacaciones. Se verá en agosto si es momentánea o permanente esta disminución inesperada de la protesta, frente a una situación que en lo social no deja de ser desesperante.
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