Por Roberto Follari, Especial para Jornada
Cara muy dura de los británicos, quienes dieron la espalda al continente europeo con el Brexit, y ahora quieren favores de aquellos países de los que se alejaron. Pero en lo que nos importa a nosotros hubo una declaración que, de modo indirecto pero claro, ratificó los derechos soberanos de la Argentina sobre las islas.
Aquí, ni nos dimos por enterados. ¿Por qué? Entre otras cosas, porque algunos medios están interesados en no mostrar logros del gobierno nacional. También, porque lo único que realmente interesa tiene que pasar en Buenos Aires y sus aledaños: tanto, que las luchas de Jujuy han podido sofocarse -no del todo ni definitivamente- gracias a que no ha habido suficiente respuesta desde el centro del país, ni en lo político ni en lo mediático. Y también porque Argentina tiene una larga tradición ombliguista, por la cual habitualmente titulares y noticias remiten a lo local: lo internacional se deja de lado, incluso cuando es nuestro propio país protagonista.
Lo cierto es que la reunión europea no nos dejó mal, ni a los argentinos en singular, ni a los latinoamericanos en general. Europa quiso meter a Zelinski a la reunión: los latinoamericanos dijeron que no. Boric, según su agenda copia de Washington, pretendió que hubiera censura contra Rusia: Lula se encargó de ponerlo en su lugar, desdeñando las “urgencias del joven”. Está claro que los latinoamericanos no estamos dispuestos a tomar el opaco papel de Europa, de ser comparsas en la geopolítica de los Estados Unidos. Salió un párrafo, urgido por el viejo continente, expresando “preocupación” en torno de Ucrania: nada más sobre el tema.
Se insistió en el valor de los tratados internacionales y del respeto a la Carta de Naciones Unidas, con lo cual se descolocó a la idea de los halcones pro-OTAN, según la cual se debe actuar acorde a urgencias políticas dictadas desde el Norte. Desde ese punto de vista, Latinoamérica salió bien parada en torno del actual conflicto bélico, y también de otros futuros que pudieran darse. Y hasta se logró el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y de los africanos transterrados, lo cual sin dudas llama a una posible reparación de largo plazo hacia nuestro continente.
También Fernández firmó un acuerdo bilateral con Von der Leyen cuya operatividad habrá que ver en el futuro, pero marcó una posibilidad para la Argentina de agilizar el intercambio con la Unión Europea, y aumentar la inversión de capitales provenientes de allí en áreas estratégicas a determinar.
De cualquier modo, tanto la escasa institucionalidad alcanzada por la CELAC, como las evidentes distancias en las preocupaciones centrales que hoy les tocan, latinoamericanos y europeos mostraron marchar por andariveles bastante diferentes, y el futuro de la relación no ha quedado claramente demarcado.
Este resultado razonablemente bueno para la Argentina, ha sido disimulado por los ruidos nacionales. La interna de Juntos por el Cambio es uno de ellos. Si bien resulta evidente que Massa se queda con muchos votos del centro político si Bullrich gana a Larreta, no disimula la tv hegemónica su apoyo a la ex ministra de De la Rúa. Son cegueras del poder. Pero Rodríguez Larreta no ceja en sus propios intentos. De tal modo, en sus spots, asegura que “otros (¿otra?) dicen que harán ciertas cosas, pero nosotros ya las hicimos. Lo haremos, porque lo hicimos”.
Su compañero de fórmula, Gerardo Morales, con la mochila de haber metido la policía a la universidad y de llevar semanas de represión permanente, se presenta en diferentes sitios del país, concitando apoyos partidarios y repudios sociales. Así fue también en Mendoza esta semana, donde el Zonda movió luego los ánimos bastante más que su venida. Morales sugiere una respuesta a Bullrich sobre su supuesta “valentía”, que es en verdad mano dura sin cuidados. Basado en su compañero de fórmula, bien podría afirmar Rguez. Larreta que otros prometen represión de la protesta, pero él garantiza -en cambio- hacerla desde ya, y activamente.
Mientras, Massa hace equilibrio entre su baile de filigranas con el Fondo Monetario y su papel de candidato. Y dentro de este último, entre hacer más cercano al kirchnerismo su discurso para hegemonizar la interna, y hacerlo menos definido, para convocar al centro político al que históricamente ha pertenecido. Necesita de los dos sectores: el de los fidelizados, al que apunta un Grabois sin la menor posibilidad de triunfo, y el de los poco ideologizados, un enorme caudal que debiera sumar si quiere ganar. Tarea muy ardua; pero hasta ahora hay que decir que ha mostrado habilidad para desafíos inhóspitos, como el de ser ministro de Economía en medio del vendaval de julio del año 2022.-