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El ataque “tecno” de Israel en el Líbano: borrando los límites

¿Cuáles son las fronteras entre terrorismo y guerra?: incógnitas del ataque en Líbano. El Papa contra la represión y la corrupción en la actual Argentina. El presente de Mathov, ¿es el futuro de Bullrich? Desdichas nocturnas: Milei en caída y Santiago Caputo rebobinando.

Redacción
21/09/2024 23:04
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

Nada deja de asombrarnos del presente en Oriente Medio. Israel no para: su “respuesta” a la incursión violenta de Hamas ya lleva casi un año. Murieron 1200 israelíes, ya se ha matado a 42000 palestinos en Gaza. Se sigue llenando Cisjordania de colonos -no sin violencia-, y se interviene en El Líbano repetidamente contra las acciones de Hezbollá. La desmesura de esta militarización israelí es evidente, así como el rechazo incluso interno que ha producido. No importa: se sigue adelante en una impronta en la que “terminar con Hamas” se parece demasiado a “terminar con los palestinos en Gaza”.

  La reacción internacional, ausente. Las presiones que alguna vez Blinken operara, han dejado de ejercerse. Netanyahu decide a su gusto, apoyado en el ala más reaccionaria de su gobierno de derechas: ése que hace que muchos filonazis en el mundo sean hoy admiradores de Israel (no hay que ir lejos para advertirlo, desde la Argentina). Y ahora estamos ante un hecho sin precedentes de “ataque tecno”, haciendo detonar miles de aparatos electrónicos a distancia (bíperes y walkie-talkies), dejando más de 20 muertos y más de 3000 heridos, con muchos niños entre ellos.

  ¿Es esto un operativo de guerra, o fue una acción terrorista? La acción, atribuida al célebre Mosad (servicio secreto israelí) no deja de ser terrorista porque la haya realizado un Estado, en vez de una organización civil o irregular: vaya si de terrorismo de Estado sabemos en la Argentina. Se da dentro de un conflicto más general, que sin embargo no es una guerra abierta. Lo que sucede en Gaza está lejos de ser una guerra, como la llama torpemente el periodismo: es una acción unilateral de las fuerzas militares israelíes sobre un débil territorio civil, en gran medida indefenso.      

                                                                    

  La acción “tecno” fue ahora operada sobre civiles dispersos en muy diversos sitios y situaciones, si bien remitió a aparatos que en muchos casos eran usados por militantes o allegados de Hezbollá. Los “daños colaterales” en este caso son inmensos, y era imposible controlarlos a priori: se realizó la acción sabiendo que ocurrirían.

  La confusión en la información sobre los hechos, la extraña parsimonia de los organismos multilaterales de seguridad para producir una respuesta y una repulsa, no dejan de sorprender. La investigación independiente de los hechos no ha de ocurrir, seguramente: y los que organizaron -quizá con apoyo de alguna/s empresa/s privada/s- este inédito hecho de violencia, están hoy trabajando para confundir las pistas sobre lo ocurrido.

   Esto es una escalada inaudita en relación a lo que pueda hacerse legítimamente dentro de un conflicto bélico. La ineptitud de cierto periodismo impide advertir la magnitud inenarrable de la cuestión. Si semejantes hechos son permitidos sin respuesta de la llamada “comunidad internacional”, estamos en el peor de los escenarios.

  Y es que lo estamos. Nuevo atentado contra Trump: esta vez, explícitamente ligado a un partidario de seguir la guerra a favor de Ucrania. Es evidente que el núcleo belicista está llevando las situaciones al límite.

  El absurdo es que la extrema derecha (Orban/Trump) es hoy pacifista -en cuanto a Ucrania exclusivamente-, mientras “la democracia” de Washington y Bruselas es guerrerista. Según este polo geopolítico, es una lucha por la democracia. Raro, cuando el batallón Azov (nazi) sigue existiendo en Ucrania, cuando Zelenski ya acabó hace mucho de ser presidente constitucional y no llama a elecciones, cuando una parte de los dineros occidentales ha ido a dar a la sempiterna corrupción del Estado ucraniano.

  La pátina “democrática” poca luz arroja. Lo cierto es que Ucrania ha perdido la guerra -su incursión en terreno ruso parece haber sido un fiasco-, y que Occidente no se resigna a admitirlo. De modo que cada vez más, ya no es guerra Rusia/Ucrania, sino es Rusia/OTAN. El involucramiento europeo crece y crece (excepto los miedos tardíos de Alemania, donde el triunfo de la ultraderecha en Turingia avivó las alertas): ahora hay drones de la OTAN que se metieron al terreno ruso desde Finlandia y Noruega, mostrando la decisión creciente de instalar una guerra abierta. La idea de que misiles de largo alcance provistos por la OTAN puedan apuntar directamente a Moscú y otras ciudades del territorio ruso parece abonar una noción suicida de tensar la cuerda a cualquier extremo, con tal de no aceptar la derrota militar.

  Se puede seguir y seguir provocando: hasta que un día ya no se pueda. Jugar con fuego es algo que la OTAN y la Comunidad Europea parecen haber tomado deportivamente, como si una cómoda victoria sin fuertes costos humanos estuviera garantizada.

  Nada parece llamar a la reflexión. Las sociedades europeas están adormiladas, no hay ni una protesta contra la guerra, y pararon -casi del todo- las que se hacían contra los bombardeos de Israel. Se camina hacia el abismo silbando bajito, imaginando que todo va bien: con una elite europea oprobiosa y decadente.

 

El Papa, una papa caliente para el gobierno

  El Papa recibió hace unos días a Petovello, el mismo día en que recibió a gremialistas. Y antes, había recibido a Milei. Se desgajaban en elogios los periodistas adictos -que no son pocos- hacia la supuesta apertura del presidente, que pasaba de considerar a Francisco “el representante de Satanás en la Tierra” -vaya elogio- a un dignatario apostólico digno del mayor respeto. Si las ratas devienen en héroes, por qué no los enviados de Belcebú pueden derivar en figuras celestiales.

  Lo cierto es que ahora hubo una reunión de orden mundial, en El Vaticano, acerca de Movimientos Populares. Como correspondía al caso, estaba Juan Grabois como representante de algunos de esos movimientos en la Argentina. Y el Sumo Pontífice, que sabe pronunciar discursos cuyo alcance planetario “urbi et orbi” es indiscutible, sabe también cuándo decir algo sobre la realidad de la Argentina, tan afligente hoy según todos los índices sociales.

  De modo que Francisco habló de la represión -usó expresamente esa palabra- sobre manifestantes básicamente indefensos, a una semana del ataque que incluyó gasear a una niña. Dijo que al gobierno le salía más barato comprar los alimentos que comprar los gases tóxicos que se usan para reprimir. A Adorni no le gustó, e hizo uno de sus habituales paralogismos -maneja una lógica propia- para decir que en LLA “respetan” al Papa, pero no comparten esa idea lamentable de la justicia social, por la cual “se les quita a algunos para dar a otros”. Lo mejor para el gobierno, claro, es quitar a otros para dar a algunos: quitar a los débiles -caso jubilados- para, en cambio, disminuir los impuestos a los sectores más concentrados.

  El Papa no se quedó allí: aludió con detalles a pedidos de coima de un ministro. No dijo que se tratara del gobierno actual, pero es obvio que la sospecha cae sobre el mismo, dado que el Pontífice no señaló que fuera una situación de otros momentos.

  El periodismo adicto se enojó con esto, porque su idea es que la corrupción sería exclusivamente peronista. Sabido es que la misma se reparte generosamente en la diversidad política: si no, preguntar a Campero y el resto de los fugados diputados de la UCR. O a Valdez y su abierto intento de dar por cerrado el caso Loan. Según aquella vieja cita de Sartre, “la corrupción hace su nido en todas partes”. En el caso de LLA, hay denuncia de haber truchado los avales para el partido, hay una ex candidata a intendenta que asesinó en banda a un anciano para robarle, algunos parecen haberse olvidado de Kitzca y el negocio de la pederastia, o de la acusación contra Espert por haber usado el avión de un narco. O de cuando el ministro Cúneo Libarona estuvo preso por haber robado documentación ligada al atentado a la AMIA.

  De modo que ahora empezó la lucha mediática y viral contra el Papa, poco creíble tras los elogios que se le propina cada vez que muestra una actitud amable hacia la realidad argentina. En verdad, los medios hegemónicos debieran elegir mejor a quién oponerse. En esta batalla, es más lo que pierden que lo que ganan.

 

 

 

Bullrich. ¿Hay un Mathov en su futuro?

  No somos pitonisos, ni tiramos la carta o conocemos el Tarot. El futuro sólo se puede conjeturar. Pero lo sucedido con Enrique Mathov, uno de los responsables de la matanza represiva desatada en el 2001 hacia el ocaso de De la Rúa, puede ser el espejo en que se mire la ministra Bullrich.

  La misma parece fascinada en su personaje de Rambo, compartido con el mendocino Petri. Llenar las calles de policías ante cada manifestación -que no son piquetes- parece ser su única preocupación. La seguridad ciudadana está olvidada: la pretensión de echar culpas a Kicilof como si en el resto del país viviéramos en jauja, debe recordarnos que en Mendoza hemos llegado a los cinco asesinatos en un solo fin de semana.

  Ya se le inició acción judicial por la represión en que se gaseó brutalmente a una nena. Está filmado, no hay modo de seguir negándolo. ¿Algún policía investigado, a nivel del Ministerio? No. ¿Alguno sancionado? Tampoco. La ministra parece creer que el presente será eterno, y la impunidad será perenne.

  No es el caso. Actos de ese nivel de brutalidad, se han instalado en la memoria colectiva nacional. Como lo está el asesinato por la espalda que en el Sur se cometió sobre Rafael Nahuel, que sigue dando vueltas en los tribunales además de tener represores condenados. Fue con Bullrich como ministra, entonces en el gobierno de Macri. La vocación represora de Bullrich -así como el resto de sus orientaciones normativas- no encuentra corsés partidarios: está abierta a todas las posibilidades y es de cambiante identidad.

  Pasaron 23 años. Mathov preso, como corresponde. Seguro se pedirá su prisión domiciliaria, quizás consiga eludir lo más duro de un castigo que bien se ha merecido. Muestra de que la represión brutal no es impune en la Argentina, como los esbirros de la dictadura pueden atestiguar. Ojalá sirva el caso del funcionario del radicalismo en 2001 como espejo donde se miren los que hoy creen que golpear jubilados es un nuevo juego disponible, algo así como eran las carreras de embolsados en los encuentros infantiles de lejanos tiempos.

 

Milei baja en la opinión pública, Santiago Caputo baja en el gabinete

  Las encuestas difieren en detalles, pero todas plantean lo mismo: Milei ha iniciado un claro descenso en su aceptación pública. Algunos lo ubican en 45 puntos, otros en 42 o sólo en 40 de aceptación. Y se trata de encuestas previas a varias pifias presidenciales: la compra de voluntades en Diputados, el veto a jubilados, la represión a viejos y niña, la noche oscura en el Congreso, el asado insólito celebrando haber impedido una módica mejora a los mayores.

  Esta semana se agregó la rotura del gasoducto Norte, muestra de que la eficacia no es signo en tiempos de este gobierno. También asistimos atónitos a una situación inverosímil; el presidente reenviando un video trucho en que se expone a políticos opositores como zombies, como no-humanos. Otra amable expresión de los estilos presidenciales.

  Mientras, la estrella de Santiago Caputo ha entrado en cuestionamiento. Se habló de problemas con El Jefe del gobierno (Karina): es difícil saberlo. Pero es cierto que el asesor es autor de piezas maestras del fracaso político, como lo fueron la ida al solitario Congreso, y el asado “celebratorio”, ese que Adorni pugnaba por adjetivar como no-celebratorio (¿y entonces, para qué se hizo? Los asados no suelen acompañar responsos).

  Súbitamente, Caputo salió a la luz. Apareció la noche del asado, y se sacó unas llamativas fotografías. Hasta ahora lucía como un oscuro Humprey Boggart tardío, con el cigarrillo en el borde del labio inferior. Bien parecido y joven, llevó a una conocida periodista (no mileísta) a lanzar por tv sin filtros que “está fuerte”. Se ganó el mote de “monje negro” del gobierno, dirige a la SIDE y a grupos de trolls, sigue guardando fuerte poder. Desde allí se le ocurrieron algunas ideas peregrinas, como mandar un tweet que obviamente tenía a Macri como destinatario y que le avisaba de la molestia que hay en el gobierno con su poder paralelo. Terminaba con un lapidario “queda Ud. notificado”. Macri se notificó, y contraatacó. Esto fue hace un par de meses.

  Ahora, unas fotos donde Caputo luce cuidadosamente desmañado -con camiseta visible y una camisa rosada toda abierta- tratan de desandar la imagen. Es el nuevo Caputo: a la luz del día y vestido como cualquier hijo de vecino. Nada de monje negro. Incluso aparece en fotos con el de pronto ascendido Francos, el de imponer políticas duras con simpáticas sonrisas y anunciar contenidos autoritarios con rostro amable. Ahora las sonrisas nos vienen desde ambos funcionarios.

  Mientras, las universidades seguirán con sus paros, y organizan una gran marcha para el día 2 de octubre. Muchos argentinos pueden desconfiar del Estado, pero no quieren que se liquide a la educación o a la salud. Y la caída en el apoyo presupuestario hacia esos rubros es notable, como lo atestiguan los cambios impuestos en el acceso a los medicamentos del Pami.

  Si bien el gobierno ha invertido en mejorar la AUH para evitar un incendio social, los aumentos a las tarifas garantizan un tiempo conflictivo. La inflación que no bajó en este mes, muestra que los pronósticos que se realizan para el presupuesto de 2025 son de casi imposible cumplimiento.

  Para suerte del gobierno, cuentan con una oposición que no termina de encontrar el rumbo. Un discurso de Máximo Kirchner donde en buena medida se dedica a disputar contra Kicilof, no tiene destino de alta política. El país está esperando actitudes menos ligadas a manejos internos, y el peronismo no saldrá de su laberinto con este tipo de confrontaciones.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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