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Del dólar imparable a la negritud francesa: una semana de furia

Las medidas del gobierno no detienen caída de bonos y subida del riesgo país. Acusación de abuso contra el padre del gobernador de Corrientes. Cantos futboleros y negritud francesa: ¿quiénes son los racistas? La visita increíble a los condenados por crímenes de la dictadura. El repetido relato gubernista de la auditoría. Atentado a Trump y posible fin de guerra en Ucrania.

20/07/2024 22:18
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

  El dólar siguió subiendo en Argentina la primera mitad de la semana, luego bajó, ha quedado por donde empezó: las medidas de vender moneda no han surtido mayor efecto. Sí llevan a la sospecha de que el país no tendrá divisas para pagar sus obligaciones. Ello sube más y más el riesgo país, con el consiguiente desaliento de la inversión. Y los bonos argentinos caen y caen por esa misma razón.

  Pobre resultado de las decisiones del equipo económico para parar el dólar, diciendo ahora que la moneda fuerte es el peso (¿?), y que la gente -la que tiene ahorros, claro- tendrá que pagar tarifas con dólares. Pero hoy, más que ahorros hay deudas: millones de familias argentinas han pedido prestado para seguir el día a día.

  La economía de las familias da para que la clase media alta pueda salir de vacaciones -la ocupación de hoteles en Mendoza está en 80%-, y con ofertas varias, pueda festejarse en los bares el día del amigo. Pero la caída de los consumos es general, así como la de la producción. Las nuevas medidas buscan secar la plaza de pesos, con lo cual esa recesión va a agudizarse. No se ve el final del túnel, y mucho menos parece que si ese final existiera, detrás de él esté la luz y no el abismo.

  Quizás por advertirlo, el gobierno decidió echar a los economistas que señalan los peligros. Saltaron dos asesores en pocos días: Spotorno, mimado de la tv, y Karagozian fueron eyectados con la brutalidad con que los trolls del gobierno castigan en las redes a los que no cantan loas al presidente. Tolerancia cero a la crítica, aún la de los propios.

  ¿No era Francia el país colonialista de Africa?

  Las asociaciones de fútbol no son ejemplos de moral: el deporte es hoy un negocio megamillonario. Vimos la lamentable organización de la Sudamericana, que se hizo en Estados Unidos por obvios motivos de ganancia. La final empezando una hora tarde y con multitudes de colados, junto a otros que compraron entrada y no pudieron entrar. Nos tocó ver un insólito espectáculo de Shakira en mitad del partido, como si estuviéramos en un show hollywoodense: otra concesión dineraria.

  Pero eso sí, son asociaciones políticamente correctas, duras para sancionar a quienes osen discutir sus reglas -Maradona bien lo supo-, y que pregonan insospechado interés por los derechos humanos o el medio ambiente. De tal modo, la asociación francesa enfureció contra el equipo argentino en la figura de Enzo Fernández, por un cántico que llamó “congoleses” -africanos- a sus jugadores.

  Era una situación privada, en medio del jolgorio: sólo que Fernández lo subió a las redes. El asunto tiene muchas aristas: sin dudas que cabe una disculpa hacia los jugadores africanos y afrodescendientes de Francia, que se han sentido tocados por un dejo de racismo que no es admisible.

  Pero la hipocresía de la Liga Francesa -obviamente aprovechando para vengar su derrota en el Mundial-, es total. Francia no puede dar lecciones de antirracismo a nadie. Ni antes, ni ahora. Es evidente que la proporción de jugadores negros resulta inhallable en otros espacios de la vida francesa: no hay presidentes negros, ni ministros negros, ni grandes empresarios negros. Los afro son atendidos sólo a la hora del fútbol: por eso algunos de ellos tuvieron la dignidad de pedir que no se vote a Le Pen.

  Ni hablar de lo que ha sido el colonialismo criminal de Francia en el África, o los planes de desaparición y tortura que ellos inauguraron en Argelia y luego se “exportaron” a la dictadura brutal de la Argentina. O de los afros que hoy llegan en chalupas y son expulsados de las costas francesas. Eso sí es racismo, bastante más que un estribillo de ocasión.

  Lo cierto es que aquí se armó buen lío con el asunto. El funcionario Garro -con origen en el PRO- le dijo a Messi que debía disculparse, siguiendo con la idea de un racismo del que debemos despojarnos, y que en algún sentido existió efectivamente. Lo fulminaron: la inclasificable Lemoine salió a dar lecciones sobre el tema, y aclaró en un tweet que el antirracismo no es propio de la ideología del gobierno.

  Antes, con su resbaladizo oportunismo la vice Villarruel, amiga del autócrata Videla y reivindicadora de la dictadura, mostró que es capaz de decir cualquier cosa que le convenga. De modo que lanzó algo correcto en su contenido -si bien Meloni lo dijo mejor en Italia-: que Francia ha sido un país rotundamente colonizador (y que Argentina, uno de puertas abiertas). Claro que…¡¡decirlo ella, que defiende todo lo contrario!! ¡¡Y decirlo…desde su sitio en el gobierno de LLA!!

  Le dispararon, al igual que a Garro y por decir lo opuesto. El funcionario fue echado y aun así habló bien de sus expulsores, en un gesto de carente orgullo. Villarruel fue señalada por Adorni como de “desafortunado” comentario. Y El Jefe de gobierno (Karina Milei) fue a disculparse, modosamente, a la Embajada francesa. El estilo insultador de Milei no opera con los países que admira, y así contradijo su propia ideología: echan a Garro por decir que hay que pedir disculpas, y luego van ellos mismos a pedir disculpas.

 La visita envenenada

  En un vehículo oficial del Congreso, seis diputados y diputadas nacionales fueron a visitar a condenados por asesinatos, torturas y desapariciones cuando la dictadura. Una visitadora es mendocina, la ya conocida Arrieta, que habría encumbrado a sus cercanos en la oficina local del Pami, desplazando a miembros del Partido Demócrata. Ya no es Mercedes Llano la que pueda adscribirse la representación de Milei en la provincia.

  No sólo Astiz está preso en Ezeiza: el marino tristemente célebre por el asesinato de las monjas francesas, se acompaña con Guglielminetti (del siniestro Batallón 601), Donda (tío de Victoria, que participó en la eliminación de su propio hermano), Pernía (uno de los máximos criminales de la ESMA). Todos condenados tras juicios con garantías, esas que no tuvo ninguna de sus víctimas.

  Los diputados creyeron que caerían bien: se dice que trabajan en una norma que a los presos les devuelva la libertad “por razones humanitarias”, las mismas que adujeron para la visita. Pero el inaudito escrito de Beltrán Benedit, organizador del periplo, quitó de toda duda: es una reivindicación lisa y llana de las matanzas orquestadas en los campos clandestinos. 

  Se equivocó este grupo de legisladores/as, creyendo que iban a tener éxito y consenso, dentro de la ofensiva actual de las derechas en el mundo. Les fue mal. Menem se hace ahora el desentendido, nadie quiere decir que supo del asunto, o que lo autorizó. Dentro de LLA se apartan del escándalo. En Mendoza Cornejo -a la par de su vice reconocida como negacionista- debió señalar su rechazo a lo ocurrido.

  El repudio es generalizado, y se piden sanciones para los furtivos visitantes. Sin dudas que las merecen. Los consensos democráticos exigen que los representantes de la ciudadanía no nieguen a ésta en sus actos, congraciándose con aquellos que interrumpieron los cauces de la representación política para imponer un terror que Argentina ha rechazado y juzgado, constituyendo así un ejemplo en el mundo.

¡¡Marche otra auditoría express!!

  El gobierno anunció una enésima auditoría, ahora a las pensiones por invalidez. Dicen sospechar que hay demasiadas, y que algunas serían truchas.

  Pero ¿qué interés podría tener un gobierno que va contra el Estado, en perfeccionar los servicios del Estado? Vemos de nuevo un film que el gobierno de Milei repite desde el primer día: decir que hay irregularidades, como excusa para suspender servicios y prestaciones.

  No se trata de arreglar las cosas: la idea de que “hay irregularidades” en las distintas áreas del Estado está dada a priori, siempre y en todos los casos. No tiene nada que ver con que haya o no haya. Ni se propone arreglar nada, ya sean nulas, pocas o muchas tales irregularidades.

  El propósito es otro: cerrar oficinas, suspender servicios, cortar con actividades (que han llegado a incluir a discapacitados o a remedios oncológicos). La furia del “déficit cero” se lleva todo por delante, de modo que no hay interés alguno en mejorar funciones, o en diferenciar los buenos trabajadores de los malos. “Son todos ñoquis” es la consigna, de modo de echar a los más que se pueda.

  Es hora de que las oposiciones políticas adviertan la maniobra y la denuncien, pues se trata de un mecanismo obviamente falso en el modo en que se presenta. El pretexto para el achique del Estado es la permanente denuncia -para todos los casos y cualesquiera de ellos- de que “hay irregularidades”, y de que se viene a moralizar y mejorar, cuando en verdad se viene a cerrar oficinas y echar trabajadores.

 Trump se salvó, la guerra tambalea

  Una gran esperanza de Milei para conseguir dólares -pero no ya mismo- es que Trump gane las próximas elecciones. Todo hace pensar que así será. Lo cual estuvo a un tris de truncarse con el atentado de la semana pasada.

  Por tres o cuatro centímetros falló el francotirador. Se lo mató de inmediato, de modo que no se podrá saber más: pero los “lobos solitarios” rara vez existen. No fue el caso de Cristina Fernández -aunque se insista en ello-, ni el de John Kennedy, aunque así se lo quiso presentar. Es que se trata de evitar que pare la guerra en Ucrania, y se busca que la OTAN avance hacia la conflagración abierta con Rusia: un gran negocio económico y geoestratégico, desde el cual confrontar luego con China. Estados Unidos ya perdió la batalla con el Dragón asiático en lo económico y le queda entonces apelar a lo militar, donde aún guarda ventaja.

  Ya hubo el atentado a Fico en Eslovaquia, y ahora se denunció un complot contra la vida de Orban: no son casualidades. Curiosamente, la democracia occidental busca la guerra y es la extrema derecha la que plantea la paz: el húngaro dirige ahora la Unión Europea, y los popes de Bruselas no saben qué hacer con él. Es que se reunió con Putin y Xi Jinping, mientras plantea un plan de paz con previo alto al fuego. Eso mismo que tanto se requiere para que acabe la matanza en Gaza, y no sucede.

  Trump dice que acaba con la guerra de Ucrania en cuatro días. No parece que se pueda, pero sin dudas su aislacionismo nacionalista va contra el expansionismo imperial. Basta de dinero a los ucranianos, truena. Y casi seguro que fue ese el motivo del atentado.

  Han sido evidentes los fallos del Servicio secreto, encargado de la seguridad del ex presidente, y que depende del gobierno de Biden. La jefa de ese servicio ha estado escapando al escrutinio de la prensa y de la oposición. Se ha denunciado que el francotirador había sido detectado antes, y no se había hecho nada en su contra.

  Abundan las sospechas. Quizá esa especie de lagunas mentales que afectan a Biden lo ayuden en este momento. Mientras, sus legisladores le piden que se baje de la candidatura. Y quizá los demócratas tampoco ganen con otro candidato/a (Kamala Harris ha sido una deslucida vicepresidenta), pero al menos podrían mantener un mejor número de congresistas.

  Mientras, los guerreristas de EE.UU. y de Europa quieren “podrirla ya”, inmiscuir tropas directas de la OTAN en Ucrania antes de la probable llegada de Trump a la presidencia, para obligarlo con los hechos consumados. Pero la jugada es ya muy obvia, y no todos en el mundo están dispuestos a tolerar a la guerra como un destino manifiesto.

    

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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