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No podemos cansarnos

La vida es una responsabilidad

22/12/2022 01:29
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Por Alé Julián Sosa, Especial para Jornada

Acabo de bucear por los temas que aún debo escribir; ni bien abrí mi libretita lo encontré: «Legar el cansancio. ¿Qué queda para los que vienen?». Sepan ustedes que pretendía hablarles de un acontecimiento desagradable del que fui protagonista hace pocas horas, pero ocurre que ha llegado hasta mí este tópico y yo no puedo menos que permanecer bajo su sombra por estos minutos que les prodigo. Hace tiempo —debo hacerlo notar— que las palabras no manan de mis manos con frescura.

Entre las tantas cosas que hoy surcan mi vida, cosas que van como segando las porciones de mi existencia y que me obligan a atenderlas con frenesí, me veo rotundamente cansado; terminantemente cansado. «Es muy fin de año», podrá proferir alguien, pero el caso es que no hay mucho que valga porque no podemos cansarnos. No podemos y no debemos.

Misteriosa —por decir algo— suerte he tenido yo para ir a dar con el bueno de Ortega y Gasset que no hay ocasión en que lea sus palabras y no quede cavilando durante largos periodos, ¡por días enteros! ¡Qué pensamiento el suyo tan ahíto de riquezas, tan indeciblemente fecundo! Y dije que es toda una suerte porque él ha venido a hablarme de responsabilidad, de ese menester supremo que es responder por la vida que se tiene, por la propia vida, por la vida de cada cual, por mi vida.

 

 

También, vino a mis manos el querido, ¡tan querido!, Merton: «No temamos las responsabilidades y las inevitables distracciones de la obra que nos ha sido destinada por la voluntad de Dios». Pongan, allí donde dice Dios, la palabra que más se les acomode —aunque habría que dejarla intocada acaso—; ahora no podemos detenernos en esas eruditas disquisiciones que a tantos embelesan (y de las que yo tanto aborrezco).

Vean que he juntado tres cosas en este textito mío: el cansancio, la responsabilidad y el temor. Menudo lío haría yo si intentara desambiguar este brete en que los he metido, pero deberán tener confianza en mí, ya que, como bien decía el faro español que era Ortega, nos va la vida en ello. Y nos va la vida porque se nos va; cada paso dado es uno dejado, ¡el mismo paso!, y nosotros no podemos detenernos sino que estamos en franca dirección. Y así me encuentro por estos tiempos: llevado por un torrente inexorable que no ofrece razones ni las requiere siquiera; me lleva ineluctable hacia algún fondo y yo no puedo más que hacer como el niño que mira desde la ventanilla del tren paisajes confusos que se arremolinan, que se arrebujan ante sus ojos, que se apelotonan y se separan en hebras incontables; boquiabierto, miro como mira el niño, llevado por un arrastre veloz, cargando mi soledad —única manera de estar en sí—, sin la venia de, como aquella frase decía, caerme del mundo. No hay sitio para reproche alguno, estoy dentro, estoy instalado en la vida y ella es la maquinista.

 

 

Así y todo, viene a ocurrirme que quisiera refrenar los acontecimientos; que temo desesperadamente por el curso de mi vida aun apoyado en mi fe; que anhelo un momento de reposo (sí, señoras y señores, el mismo muchacho que cantaba amarguras hace tan solo un año por ser un desempleado). ¡Pero ya ven qué prodigios se esconden tras los repliegues de la Vida! Ni bien me azota el cansancio, llegan hasta mí palabras de sustento que me amonestan, y que por eso les estoy agradecido.

Me recuerdan, al momento de ensayar renuncias, que no podemos cansarnos porque «¿Qué quedará para los que vienen?». Creo haber escuchado eso de una persona mayor que mucho venero (porque venero a los mayores) y sentir un destello en mi alma. ¡Claro! Si yo, que tan tarde y tan lejos he venido a hollar este suelo, tengo tanto por labrar, ¡¿qué no tendrán por trabajar los que me sigan?! Porque, sobre todo, es para hacer que hemos venido a esta tierra y todos lo debemos por igual: somos deudores de la praxis. ¡¿Por qué habríamos de ser nosotros los descansados?! ¡¿Es que acaso no encontramos en la obra el fundamento de nuestra vida?! ¡¿No es acaso la obra la expresión de la vida?!

No puedo cansarme, no podemos cansarnos. Extenuados, casivencidos hemos todavía de avivar la llama, defenderla contra viento y marea…

Velar… velar… porque habremos de legarla.  
 

 

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