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Argentina, un báratro 

Un campo abierto del espanto

21/06/2023 21:58
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Por Alé Julián Sosa, Especial para Jornada

Dicen que el Dante pensó en la Florencia de su tiempo para ilustrar su tan resabido infierno que, a fuerza de una superlativa imaginación, llegó a conquistar la de todos. Tanto que el infierno que cada cual pueda imaginarse encontrará, si no todos, incontables puntos de coincidencia con aquel.

Parado a la mitad del camino de su vida —y de casi la mía, incluso—, se vio asaltado por las alimañas y descendió hacia las sombras en compañía de su mentor: Virgilio, conocedor de los secretos de ultratumba. Pero lo interesante de su obra es que situó a más de un personaje por él conocido en vida padeciendo en los círculos infernales. Digámoslo de una vez: Dante pintó el infierno como la tierra misma. No quisiera yo pecar de herejía o resultar ofensivo para algún buen cristiano; no se trata de lo que yo afirmo, sino de lo que bien parece. 

Ocurre que por estos días me he sentido un Dante, errando por los flamígeros páramos del sufrimiento. Es de suyo inconcebible prestar ojos y oídos a lo acaecido en Chaco y Jujuy sin rasgarse las vestiduras. Vagamos por un valle ensombrecido, y por decir digo muy poco. Un Dante, porque ando testigo de los sucesos al igual que en un viaje del horror y no puedo implicar mi cuerpo… debo admitirlo: me encuentro exangüe.

 

 

Me veo con la cerviz inclinada vadeando un espacio alquitranado que por eso arde: es combustible siemprelisto para la incineración, para el aniquilamiento. A tal grado me siento desvalido y esmirriado que siquiera logro enlazar estas palabras con alguna belleza, si acaso con algún sentido…

No puedo implicar el cuerpo porque rehúyo de mi acción inmediata. ¡Sabrá Dios qué sería capaz de actuar en un estado desesperado! Por eso que la prudencia es siempre la guía adecuada para la acción; la pericia y la mesura, dos atributos lo bastante maduros como para poseerlos, a lo más podría detentarlos, y el caso es que también rehúyo de la tiranía. No me queda más remedio que la espera, al menos la espera literaria que es un feliz revés de la acción («feliz» porque es capaz de promoverla).

¿Se han dado cuenta de que la perversa política de este país nuestro corrompe las bases mismas de lo humano? Quizá no sea extraño tratándose de nuestro tiempo; hemos aprendido bien hace ya casi dos siglos, y con refinados argumentos, a despreciar la vida de los hombres. ¡Se usa la vida humana como instrumento político! Es algo que no llego a alcanzar con las palabras; una expresión justa, la necesaria cristalización de mi pensamiento… no la alcanzo.

¡Pero detengámonos un instante! No vayan a pensar, lo pido con terneza, que acaso digo yo algo en contra de lo que se pretende hacer pasar por represión en la provincia de Jujuy, ¡nada más lejos! ¡Es ese, precisamente, el instrumento político! El pueblo le sirve de excusa al oficialismo para irradiar sus vilezas y lo echan como al circo romano para el gusto de espectadores pusilánimes y burgueses que hablan por boca de pobres y jamás en su lamentable existencia le estrecharon la mano a un trabajador. Empeñan la vida de los argentinos, las almas son sus municiones; el oficialismo ha demostrado una vez más con cabalidad, con un cinismo sin parangón de qué manera el camino de su lógica se adoquina con cabezas humanas. ¡Hemos visto a la expresidenta lanzar una humorada en el mismo momento en que sus esbirros lo mancillaban todo! 

 

 

Muera quien muera, será para ellos un triunfo, porque se nutren del desvalimiento y la intransigencia. ¡El horror no tuvo jamás un viso tan evidente! Sus ascendientes políticos lo demuestran con holgura incluso en nuestro país: Las persecuciones de mediados del siglo pasado a ellos las debemos; a ellos debemos el asilo a decenas de miles de nazis; ellos son causa primera del peor golpe de Estado del país, ¡y no quiero seguir con enumeraciones porque me aberra!

Así, debemos siempre atender sus trillados y cansinos panegíricos a los derechos, recordando en todo momento que no hay rigorismo moral que en el pináculo de su teoría no se haya visto subvertido y vuelto contra sí mismo; todo rigor es al fin la necesidad de una realidad cataléptica. Adoran estatuar sus jardines con dogmas porque veneran la naturaleza muerta. ¡Para ellos el mundo es la plasmación de un cuadro siempre malhadado que componen a brochazos de sangre!  

¡¡Estoy hasta las narices!! Pero descuiden, el agua no pasará de allí. Para denunciar el hedor del mal hay que posar vigilante y ventear, y, debo decirles, mi nariz tiene un muy buen olfato. Mientras ande la tierra, les seguiré el rastro y los señalaré como un fiel sabueso entre las jaurías desatadas, aunque me hinquen, aunque me muerdan, dejándoles para siempre un mal sabor de boca, porque los que viven de carroña no llegan jamás a digerir un buen bocado.

Paseo como en un infierno, pero por eso lo cuento:

Quien ve nunca ha de callar. ¡Nunca!

 

 


Instagram: @alejuliansosaTwitter: @alejuliansosa

 

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